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miércoles, 10 de julio de 2024

PROGRESO ¿QUÉ ES? Y POR QUÉ NO ES LO “PROGRE”

 



Por Carlos Valdés Martín

 

Previo

Antes de una concepción del Progreso el tiempo fue concebido como inalterable, decadente o frágil, jamás para una mejora constante. A veces, se creía en una decadencia del tiempo (en una caída de las Edades comenzando con la de Oro, Plata y llegando a la de Bronce) y otras veces en un tiempo inmutable (el presente se repite, incluso como Eterno Retorno[1]). En casos, más felices se esperaba una llegada del Mesías, para la salvación definitiva, y en los infaustos se temía un Apocalipsis desastroso[2]. La idea de Progreso se abrió espacio junto con un optimismo, con la noción de que habría una opción de mejorar en el tiempo. Cuando surgió a la luz, fue el Progreso una visión bastante marginal, que creció hasta convertirse en un eje temático.

La noción más cotidiana del tiempo fue cambiando y el Progreso dejó de notarse como una idea fuerte, para confundirse con una posición política peculiar. La confusión es entre los “progres”[3] fueran abanderados del Progreso, que este último es una idea más general y filosófica.

Apertura de la ventana del Progreso

Hasta la definición más simple de Progreso marca una revolución en la concepción del ser humano y sus posibilidades. La simple definición de diccionario nos indica el movimiento hacia adelante[4], y estamos tan acostumbrados a tal devenir hacia un futuro con más de esto o aquello, que nos parece natural. Durante más de tres siglos han crecido la población, la economía y el conocimiento sin parar; incluso la alarma ecologista exige poner frenos a tanto crecimiento. Las ciudades amuralladas y de pequeñas plazas son un atractivo turístico por la nostalgia que provocan, mientras las megalópolis con rascacielos dominan las economías y finanzas del planeta. Los antiguos podían imaginar una sociedad perfecta, pero no un cambio cotidiano que fuera hacia más y que trajera novedades en un vértigo sin freno. Así, Platón en su República describió una sociedad gobernada por reyes filósofos y estratificada de manera armoniosa, con una pedagogía emanada de lo más selecto entre la Hélade. La República platónica no pretendió materializarse ni se proclamó como partidarismo sectario, porque la antigüedad no seguía sino reinos extensos y “tierras prometidas”. El republicanismo antiguo, ejemplificado en Roma, no pretendía una sucesión de tiempos, sino mantener una tradición equilibrada, según sus dioses locales y con un designio encerrado para siempre en los “libros sibilinos”.

En cuanto hay un futuro hacia el cual moverse de manera colectiva cambia el panorama, ya no estamos en la Antigüedad ni el Medioevo, sino en un periodo distinto. Basta abrir la ventana del progreso, estableciendo una dirección hacia la cual avanzar para que cambie por completo el panorama.

El cambio del Progreso implica un cambio completo de paradigma

La noción de progreso fue deslizándose de manera espontánea en la conciencia colectiva, empujada por la evidencia de las transformaciones. El modelo de lo estable y fijo se mantuvo por la evidencia de los milenios, por más que en retrospectiva los arqueólogos vean una “Revolución agrícola” o un salto con el empleo de metales, todos esos cambios son mirados al compactar el pasado. En la antigüedad la vida cotidiana no saltaba de manera espectacular, las modificaciones provenían del comercio y la extranjería, cuando las invasiones se hacían con otras armas. Aunque había momentos privilegiados de avances del pensamiento como la Atenas clásica y de concentración de poderes como la Roma esclavista, tales empujes no daban pie a percibir ese desplazamiento continuo hacia futuros distintos. La genialidad de Heráclito permaneció como un filosofar abstracto, demostrado en metáforas naturales: nadie se baña dos veces en el mismo río. La aplicación tecnológica se mantenía en los márgenes de la conciencia, y hasta el tecnólogo resultaba un personaje digno de desconfianza, según la leyenda del astuto Dédalo, fabricando dispositivos desastrosos como un laberinto para el Minotauro y las alas enceradas que no resistieron a Ícaro, su hijo.  

Que el futuro sea esencialmente mejor vía el Progreso conlleva una idea tan fuerte, que se mantiene en los márgenes, luego se esteriliza (como figura flaca y lineal) y luego se mistifica al volverla una escandalosa Revolución (única, que anule al propio Progreso).

El significado del Progreso cualitativo

Mientras nos coloquemos en un concepto lineal el Progreso pareciera escaso en argumentos y secretos, en cuanto pensamos en un movimiento cualitativo, a manera de una escala de transformaciones el concepto resulta mucho más interesante. Para entender una Sociedad de manera correcta y científica debemos considerar a la idea de Progreso como el eje de sucesión y la ventana de posibilidades, para diferenciarnos de los conceptos inmovilistas. Lo más evidente señala que fue hasta cierto nivel cualitativo de los avances científico-tecnológicos del periodo capitalista, que el cambio social fue evidente y que la ventana de transformaciones rumbo al futuro era más que obvia, que se modificó la perspectiva, para sustituir visiones que aparecieron desde las épocas de los Faraones y pueblos agrícolas con visiones “organicistas”.[5]

El movimiento actual de la humanidad no se satisface ni describe con repeticiones, sino con cambios de calidad y dinámicas transformadoras. El espíritu es tan libre, que el sencillo esfuerzo por conservar lo adquirido[6], ya implica una posición ante la existencia y una definición frente el futuro. Entonces, el Progreso implica una dinámica y la capacidad para comprender que lo permanente en las Sociedades es el cambio, y que ese cambiar no es un movimiento al garete y sin brújula, sino que la dirección es uno de los temas más apasionantes.

Alusión a Comte y su progresismo sociológico (la “ley de los tres estados”)

Debemos anotar que, en el periodo medioeval, la conciencia predominante en Europa (y de ellos la heredó la América colonial) careció de un horizonte claro de progreso, pues con los ojos puestos en el cielo, las sociedades se evadían de cualquier responsabilidad respecto de su mundo material. En base a una estructura religiosa, veían con desconfianza el proceso de cambio, condenándolo como herejía y descaro. Los sacerdotes y los gobernantes se enorgullecían de conservar el legado de siglos anteriores, ya fuera siguiendo los textos de la sagrada Biblia o las costumbres heredadas.

A partir de una nueva oleada de pensadores y aventureros prácticos, el Renacimiento empezó a inquietarse con las posibilidades, porque una definición de lo “posible”, debe contener la semilla de novedad y entonces vislumbra la idea de Progreso. Un pensador importante para redefinir la noción de Progreso fue Augusto Comte, reconocido pensador del siglo XIX. Este autor, uno de los fundadores de la ciencia denominada sociología, planteó con claridad una perspectiva de cambio social. Comte propuso una denominada ley de los tres “estados” (o periodos) del Progreso social, donde definió que la humanidad avanzaba en tres etapas: Teológica, Metafísica y Positiva. Sin detenernos en los detalles, este autor francés observaba que la humanidad avanzaba con ímpetu hacia el periodo Positivo, donde se unía la mentalidad científica, con dominio de la naturaleza, producción industrial y un sistema democrático-legal. 

De hecho, las ideas de Comte tuvieron una amplia recepción. Por ejemplo, su lema favorito de “Orden y Progreso” fue colocado sobre la bandera de Brasil; además en México se aceptaron esas ideas entre el grupo de Porfirio Díaz denominado “los científicos”, sin embargo, luego el sistema de Comte cayó en desuso, al ser cuestionada su teoría por otra radical: el marxismo.

La sustitución ideológica del Progreso por la Revolución

Las visiones del Progreso de Comte implicaban una reforma social constante, mejorando las instituciones y llevando el bienestar a la población, y esa perspectiva reflejó lo sucedido en las grandes metrópolis desde la Revolución Industrial. Sin embargo, los males de los grupos oprimidos del final del siglo XIX y principio del XX popularizaron una visión más radical, mediante la cual se proponía saltar etapas y ofrecer una Revolución como remedio contra todos los males del capitalismo, sustituyendo al reformismo positivista.

Con Marx, cambió la perspectiva del Progreso por un único salto espectacular, que remediara el todo de todo, ofreciendo un paraíso en la tierra. Con la promesa de una Revolución radical, el marxismo planteaba sustituir la paulatina escalera del Progreso, por un enorme salto hasta el cielo. El balance de la política marxista indica que las revoluciones sociales son posibles, pero que los grandes saltos en la historia (conducidos de forma equívoca) también se convierten en saltos al vacío, que luego de grandes sufrimientos retrogradan a las naciones hasta un punto anterior del proceso, y, por tanto, se revelan como falsos atajos.

El liberalismo ha seguido el signo del Progreso

El liberalismo se ha identificado más con una forma política, donde existan libertades para todos y el Estado sea regulado por un sistema de derechos equitativos. El liberalismo a veces a asumido el tema del Progreso, como lo mostró Comte, pero también lo deja a las fuerzas del mercado y a un efecto benéfico de la Educación. El ejemplo de México es evidente, cuando los liberales del siglo XIX mexicano tenían el rumbo perfectamente claro, y si ellos eran una minoría perseguida por la mayoría conservadora durante la Intervención Francesa, encontraron la convicción íntima al descubrir que “el triunfo de la Reacción es moralmente imposible”[7] Y no sólo es una imposibilidad moral, también el triunfo de la Reacción es una imposibilidad material, porque el flujo del Progreso está fundamentado en la estructura material de nuestra sociedad y en la inquebrantable nobleza del espíritu humano.

Sin embargo, la evidencia del Progreso resulta tan masiva, que sucede como los peces en el agua, que se deja de observar. Únicamente se miran los efectos particulares de las grandes aceleraciones tecnológicas, mediante la computadora, el internet, el celular, etc.

La diferencia entre el progreso y el simple crecimiento

El Progreso significa que hay una ventana abierta y que el cambio es real, significa que “todo lo sólido se desvanece en el aire”[8]. Sin embargo, ese desvanecimiento (un nihilismo) es una caricatura para radicalizar (o ridiculizar) el movimiento difícil de captar y mantener en nuestra mente.

Ahora bien, el Progreso para poseer su honda catadura filosófica debe incluir calidad intensa y con sentido humano. La noción neoliberal, ha confundido esta idea tan importante y como falsa ideología sustituye el incremento de bienestar y de civilización, por una tasa económica de crecimiento. El aumento del PIB y otros indicadores no implican un Progreso de modo directo, pues la riqueza material únicamente otorga una plataforma para la existencia. ¿Qué marcó más el tiempo: la irrupción de los Beatles o el incremento de las reservas del Banco de Inglaterra? El grupo musical más impactante del siglo XX creció de la mano con el auge de la posguerra y el éxito de la recuperación inglesa, pero no se reduce a su éxito económico. La paz mundial y el auge de las décadas de predomino de los ganadores de la posguerra daba un espacio de posibilidades para una beatlemanía alrededor del mundo, que alcanzaba hasta “back to USSR”, las meditaciones en India y los hongos en la sierra Mixteca.  

Las visiones reduccionistas: estatismo y neoliberalismo

El reducir el Progreso a su dimensión económica limitada, va de la mano con el extremo neoliberal, que convierte las ventajas del mercado en una especie de religión de la eficiencia. El Progreso es multidimensional como el ser humano y sus gradaciones clave son cualitativas. A la fecha, el mercado capitalista ha demostrado ser la única vía para un desarrollo productivo impresionante sin someter a la población a costosos experimentos del Estado autoritario, tal como lo demuestra la experiencia de China, que sometida políticamente al Partido Comunista, se convierte en una potencia hasta que abraza las leyes del mercado. La filosofía ética se desmarca de esa caricatura del liberalismo asentada en el neoliberalismo, para levantar las grandes ideas directrices del pensamiento. Ni Estado totalitario ni capitalismo salvaje muestran una vía de solución; el Progreso sigue como una ventana abierta, mientras se permita el movimiento, como ley de la vida colectiva.  

La confusión del Progreso con lo progre

Bajo un contexto cambiante, lo que fueron “vanguardias revolucionarias” frustraron o disfrazaron sus miradas, entonces rescataron la noción de Progreso, como un avance cualquiera. Mientras el conservadurismo político se minimizaba en el planeta y no se recordaba bien qué era eso del anti-progreso, refugiado en el fanatismo religioso. Después vinieron los movimientos que sustituyeron la idea de un “proletariado sujeto de la revolución”, por la movilización conjunta de los nuevos grupos oprimidos, en especial, con un feminismo masivo y luego las preferencias sexuales. La aglutinación de toda clase de disidencias en una tendencia se convirtió en lo “progre”, ya sin relación definida con el Progreso, sino como agrupación de conveniencias de coyuntura[9]. El “progre” cuando abre espacio para el radicalismo islámico, entonces otorga parapeto y cobijo a tendencias neofascistas, transitoriamente es el enemigo del Progreso que arrastramos en el siglo XXI. La militancia islámica incluye un componente neofascista y de retroceso extremo que antagoniza con la mayoría del componente progre. Aunque no todos, sí la mayoría de los progres son hábilmente chantajeados por el martirio de civiles palestinos y quedan como marionetas de sus peores enemigos. Con el componente islámico adentro del movimiento, los progres sirven a una causa contraria al progreso, ya que el radicalismo islámico es retrogradación fanática y violenta para cerrar las ventanas del tiempo, en nombre de una religión con versión fanática, fundamentalistas, opresora y hasta genocida.

Angustia ante el futuro abierto y conformación predictiva

Predicciones tontas fueron aceptadas desde los más remotos tiempos. Los antiguos no tenían una visión de Progreso abierto, pero sí gran miedo ante los azares del porvenir, por lo que la religión griega se centraba en el oráculo de Delfos y el gusto por las adivinaciones se volvía fanatismo del vulgo, mediante consulta de las estrellas (el horóscopo desde Babilonia) y las más curiosas adivinaciones: entrañas de animales, líneas de la mano, vuelos de aves, etc. Esa ansiedad por ganarle al futuro se ha tecnologizado y secularizado, pero no deja sus lados más banales, intentando predecir todo y creyendo cualquier cuestión vestida de tecnología, para reducir la incertidumbre futura. Y lo peculiar es que ahora sí hay un aparato tecnológico con habilidades para manipular al consumidor y al ciudadano prometiéndole futuros felices al alcance de su celular.

Los intentos por cancelar el futuro y sus incertidumbres son inútiles, pero lo intentamos a diario, mirando cotizaciones de futuros y predicciones estadísticas de las elecciones. Aceptar que el futuro cambia es la base del Progreso, el sustituir el futuro por predicciones amañadas es un analgésico contra el cambio. La prospectiva científica sí existe, pero nos gustan más las profecías de Nostradamus.

Reivindicar el concepto de Progreso

Dada la mezcla actual del islamismo radical entrometido en la tendencia progre, para la generación actual no resulta clara la idea de Progreso. Lo progre no significa que posea la llave del Progreso, ni que esté acelerando la vía hacia el futuro. Con lo expuesto, queda claro que el Progreso es un concepto clave, que es mucho más que lo que se relaciona con la innovación tecnológica, el cambio de las costumbres, los gustos y las modas. El auténtico Progreso define el sentido de nuestras vidas colectivas, es el flujo del gran río donde navegan nuestras existencias en dirección hacia el futuro y el sentido del movimiento no sustituye al presente como la vida misma[10].

 

 NOTAS:



[1] Hay una amplia referencia en Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones.

[2] Las religiones antiguas no se adaptaban con la idea de Progreso, pues esa misma concepción trae algunas respuestas que son novedades para la interpretación teológica, por ejemplo, “El progreso es la única respuesta que puede oponer la razón frente a las objeciones relativas a la existencia del mal”. Eliphas Levi, La clave de los grandes misterios.

[3] Anotemos que todo “ismo” implica una parcialización del concepto, para posicionarse frente a los demás ismos. La expresión cómica está en Ramón Gómez de la Serna y su libro de los “ismos”.

[4] Según definición de la RAE: (Del lat. progressus). 1. m. Acción de ir hacia adelante. 2. m. Avance, adelanto, perfeccionamiento.

[5] A partir de la modernidad, digamos siglo XVIII en las ciencias naturales y sociales comenzó a proliferar la noción de que se estaban haciendo “historias” en el sentido correcto de agregar el eje del tiempo, para observar el cambio por progresiones o evoluciones, saltos o continuidades… superando la noción del Génesis absoluto marcada típicamente por las religiones, o sus extrañas nociones de Edades regresivas de la humanidad. Véase Mircea Eliade Tratado de historia de las religiones y Foucault Las palabras y las cosas.

[6] El Conservadurismo y la Reacción son una malformación de este esfuerzo del conservar lo adquirido, finalmente son equivocación y fracaso ante la estructura del tiempo, Cf. SARTRE, Jean Paul, El Ser y la Nada.

[7] JUÁREZ, Benito, Discursos.

[8] Marshall Berman, la frase que da título a su libro más famoso, la tomó de Marx.

[9] En la naturaleza de la política, está formar agrupaciones y luego mayorías, por tanto, es usual integrar elementos dispares en frentes y asociaciones. La tendencia progre es un intento deliberado para unificar a la izquierda tradicional montada en el marxismo, con el feminismo, los anti-racismos, la ruptura generacional, el lgttb+, los migrantes, etc.

[10] La idolatría falaz de la Revolución comenzada con Marx, implica la sustitución fanática del presente por un futuro hermoseado por vanas esperanzas. Si el capitán del barco mata a los tripulantes y a los pasajeros con el pretexto de que en el puerto encontrará mejores tripulantes y pasajeros se ha vuelto loco. En el extremo de Stalin y Pol Pot, la idea de Revolución muestra su falacia llevada al límite.

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