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martes, 2 de julio de 2024

TERMOELÉCTRICA A MANSALVA


 

 

Por Carlos Valdés Martín

 

Entre penumbras y humedad de cavernas, los espíritus chocarreros de antepasados gruñen por invitar a la nueva generación hasta su purgatorio panteonero. El atracón de muertos frescos de la “Covideada” había terminado. El huesudo y altivo Moctezuma II reclamaba a Tezcatlipoca, que apremiaba un nuevo barullo en el inframundo bajo la gran ciudad.

—Aún no termina el ciclo de aire. La muerte por fuego está reservada para las provincias tributarias, para los señoríos chichimecas, ahora gobernados por narcos.

La calavera con penacho de Moctezuma apretó y rechinó los dientes. Ese penacho subterráneo conserva mejor sus colores que los quetzales vivos. Al rechinar los dientes salió su lamentación:

—Los ciclos cósmicos no interesan, lo que me retuerce es la soledad y la falta de bullicio. Los muertos viejos se vuelven aburridos y dejan de moverse. Los viejos muertos se vuelven hojas secas o han encontrado su camino de regreso al aire. Y aquí este rey antiguo, que siempre les sirve de su pincheeee (alarga la última vocal, para enfatizar) , porque no quiero volver a la superficie, por el desmadre que se organiza cada vez que “regresa el rey”. Me purgan las genuflexiones de los súbitos, desde que una pedrada me reveló que eran falsas sus alabanzas.

A las puertas del inframundo azteca, el poderoso Tezcatlipoca siempre idea la mejor solución. Agita su espejo humeante que descifra las pasiones más oscuras de los vivos. Sus mejores siervos siempre han sido los gobernantes, dispuestos a enloquecer con su egolatrías y vanidades. Con rencor ancestral tatuado en su rostro, Tezcatlipoca late de envidia ante los inventos. Eso viene sucediendo desde que su hermano luminoso, Quetzalcóatl compartió regalos para los humanos: textiles y huipiles con el último grito de la moda mesoamericana; aromáticos copales que fueron la fruición de Teotihuacán; artísticas vasijas para disfrutar el chocolate recién descubierto… Tantas novedades de Mesoamérica antes de la tormenta de los caballeros barbados y su nuevo Dios con cortejo de santos y vírgenes. Y Tezca (como le llaman ahora) no se debía quedar atrás, estaba listo para darles los regalos de la civilización a sus pueblos, pero debía mantenerse oculto bajo el manto de los nuevos dioses públicos. Que el cigarro sea el regalo más emblemático a Tezca no lo acongoja. En su corazón divino está el ansia por otros portentos.

La exacta confluencia del humo provoca las carcajadas silenciosas de Tezca. Y mirar una termoeléctrica desprendiendo millones de toneladas métricas de humos tóxicos es para él una fiesta indescriptible.

Para los humanos del altiplano es una fea restricción por contaminación, en cambio, para Tezca ese es un día de fiesta. Así, que el dios Tezcatlipoca (por última vez lo digo completo) encarna en un guapo doncel con piel de bronce. El portador de su espíritu es el júnior de un poderoso gobernante, que maneja su Ferrari, dejando al chofer como acompañante. Le gusta manejar y sentir que es un corredor implacable, pero los baches frecuentes lo tienen frustrado. Toma el segundo piso del periférico para dirigirse hacia la termoeléctrica de Tula.[1] Le frustra al joven Barry que haya cámaras de control de velocidad en el segundo piso. Ya en la carretera se desbocará un poco más, aunque tenga que tomar una ruta más larga. Se dirige hacia su chofer-guarura colocado en el asiento del copiloto:

—Carga el vapeador con cannabis “medicinal” y no me rezongues, que ya sé que papá tiene prohibido que maneje y mezcle, pero en la caseta de Tepozotlán te dejo el volante. Nada más daré dos jaladas para relajarme.

Cuando Tezca se encarna temporalmente no se pierde la personalidad del receptor. De hecho, a Tezca le encanta incrementar los deleites. Sucede como si llegaran dos visitantes a un mismo departamento y tuvieran una larga amistad, cuando ambos presumen lo bien que les ha ido ese año.

—Te voy a contar de la Karen que decías no aflojaba, pues solita se alocó. Fueron los celos, en cuanto le llegó la noticia de que andaba saliendo con una modelo de Monte-negro.

Barry se ríe ostentosamente para que el copiloto entienda que fue un juego de palabra sobre el Monte de Venus negro.

—Hay güey, ni tan negro. Como sea, la imposible mamita Karen, en “fa” se descolgó a altas horas de la madrugada y se soltó como fiera. Lo único malo es que ya se me había bajado la calentura. Acepté por curiosidad, con eso de que presumía de virgen de las vírgenes. Nada, nada era tan cierto con ella.

Detiene el automóvil en una gasolinería después de la caseta y se cambian de sitio. Se detienen frente a una cafetería, donde Barry compra dos frapuchinos con triple crema batida y toque de leche de almendras.

Voltea la mirada hacia el Valle de México:

—¡Qué guau está la nata de mierda contaminante! —que a Tezca le fascina el humo, mientras más tóxico más matizado—. Lo bonito —ahora habla la mente de Barry— que es tener colección de vehículos, así circulas más sabroso, mientras los jodidos se quedan en casa o andan en Metrobús.

En el estacionamiento, Barry alterna entre el vapeador y el café capuchino. Está de muy buen humor y en su cabeza transcurren diálogos entre fiestas de discoteca, viajes lejanos, pirámides adornadas, negocios por asignación directa y guerras floridas.

El chofer no sabe el motivo para visitar un sitio tan poco turístico como la termoeléctrica. Imagina que es por negocios. El comportamiento de Barry no es el usual. Por un resorte de urgencia aborda a una joven morena que despacha gasolina bajo el quemante sol del mediodía.

—Te interrumpo un momento para afirmarte que eres la misma princesa Donahí, debes dirigirte a Oaxaca, allá te volverás gobernante. Dedícate a la política. Le das de referencia al Gobernador, este que es el teléfono de mi tío y te dejo el mío.

Ella piensa que es un chico muy guapo y millonario excéntrico que le pedirá una noche gratis. No cree en nada de lo que él dice.

—Es más te doy dinero para el viaje. Se me olvida que en esta tierra con dinero baila el perro. Con lo que te voy a mandar te alcanza para irte allá unos 6 meses, mientras organizas tu vida, princesa Donahí.

Mientras por la cabeza de ella pasan noticias de trata de blancas, secuestros y desapariciones, sí el comparte una cuenta bancarizada, donde él le deposite una cantidad. Luego ella piensa en los milagros de la Rosa de Guadalupe.

Él se despide muy amistoso:

—Soy Barry para los amigos y —suelta un guiño de coquetería— para las chicas guapas. Estamos en contacto.

Tezca no concuerda con Barry cuando coquetea con Donahí, pues ella no ha reencarnado en un cuerpo bello.

El trayecto a la termoeléctrica cruza en las proximidades de la refinería de Tula. La refinería a Tezca le resulta agradable, da órdenes de dar una vuelta por la cercanía, antes de alcanzar el destino final. Que tienen tiempo sobrado. Mira los silos y tanques enormes; los laberintos de tuberías expuestas al inclemente sol del mediodía; disfruta el tramado de escaleras y quemadores expuestos; las grandes chimeneas y los vidrios reflejantes; grandes extensiones de láminas corrugadas y expuestas al óxido de las lluvias. Barry recuerda un relato urbano de Héctor de Mauleón que le hace más simpática la tosca estética de la refinería. A la distancia, Tezca disfruta el aroma a tóxicos azufrados que se desprenden hacia el ambiente, pero sabe que desprende una fumarola mediana cuando se compara con las turbinas gigantescas de la termoeléctrica. El escape rugiente del Ferrari es una diminuta insignificancia comparada con las bocas humeantes de la refinería, oleadas tóxicas de vapores, precedidas de borborigmos metálicos. Y, bajo la relatividad de las emisiones, a su vez la refinería palidece ante las imponentes chimeneas múltiples de la termoeléctrica, que lanzan millones de partículas suspendidas, que se mantienen viajando para esparcirse sobre el Valle de México, el territorio de la civilización náhuatl que lo adoraba entre hogueras y ofrendas de copal, mezcladas con yerbas aromáticas. Es la nostalgia de dios viejo, es Tezca convertido en un adorador de los humos que llevan a las almas hacia su región del inframundo.

El chofer pide una escolta a la Guardia Nacional y de inmediato le mandan un jeep con soldados en las proximidades de la refinería para acompañarlos.

En la garita de entrada a la termoeléctrica no conocen a Barry.

—Es que siempre llego en camioneta blindada con polarizados. Y no me gusta que los macuarros me reconozcan en el camino. ¡Estás muy güey, pero muy güey!

Barry le marca a la secretaria privada de su tío para franquear el paso. Margarita, es eficiente y tiene el directorio con los celulares de todos los accesos a las plantas eléctricas. En un minuto ha sacado las autorizaciones.

En cuanto traspasa las rejas le ordena al chofer:

—Les invitas a los sardos unos refrescos o hasta cervezas si hay en la tiendita sindical. No se nos vayan a deshidratar.

El gerente Salomón (extraño nombre de pila) no está de buen humor para trabajar. Su semana fue infame y el no circula lo obligó a utilizar el transporte público. El taxi Didi lo había boletinado por subirse borracho y manchar las vestiduras de un servicio, y ese es el único autorizado para taxear alrededor de la termoeléctrica, según amenazas de los mañosos.

Se reúnen en privado en la oficina austera del gerente.

Barry ostenta su heráldica familiar que surca desde las altas esfera del Ejecutivo hacia atrás para llegar a los marineros de carabelas en las Islas Canarias y los caballeros de Santiago en Asturias. El gerente adora la historia y objeta mentalmente sobre “carabelas” que son más portuguesas y piensa que lo correcto son “galeones” más españoles, mientras asienta con la cabeza.

—Lo que voy a decirte es muy confidencial, así que saca tu celular aquí arriba de tu escritorio, como lo hago yo. Que nada esté grabando.

Ante el titubeo de Salomón, Barry golpea con su celular en la mesa. Ante el sobresalto del interlocutor, Barry suelta una risotada. Que Salomón responde torciendo la boca mientras saca lentamente su celular de la funda y se imagina un duelo de vaqueros al sol, dejando las armas a la distancia antes de comenzar el duelo.

—El combustóleo se va a consumir hasta arriba, más arriba y arribotota —mientras levanta la mano sobre su cabeza—. Alguien salió con la memez ecológica de que más gas y menos combustóleo. Eso se acabó. Así, que a ver cómo le hacen, pero van a garantizar la mezcla más alta en combustóleo posible. Los camiones lo sacar de aquí junto de la refinería.  Si la mezcla llega al 100% hasta te sacar una rifa de departamento nuevo en Polanco; que si me sales con la tarugada de que no se puede hacer nada te vas a sacar la “rifa del tigre”. Grrrr —simula una garra de gato con la mano y vuelve a ronronear— grrrr. El tigre que come, pero antes te desgarra.

Salomón no puede creer lo que escucha. Intenta reprimir el asombro y el asco que el provoca el júnior Barry, con su aire prepotente y dando órdenes, soltando amenazas y ofreciendo corruptas recompensas. El primer pretexto que se le ocurre es verdadero:

—Es que yo no me mando solo, hay un Director de administración aquí.

—Eso no es problema pensé que ibas a salir con el pretexto de un ingeniero pelagatos que objeta tecnicismos, de que el diésel de enchapopotado contamina mucho. Esos imbéciles para el control de calidad ambiental.

El gerente Salomón no resiste e interrumpe:

—El imbécil de Control de Calidad aquí soy yo y no voy a permitir excederse en los estándares de combustóleo.

Barry anda envalentonado, alegre y relajado. Además, su Tezca interior disfruta ser amenazante. Tezca mira el semblante con el labio tembloroso, recuerda el anillo de casado en la mano de Salomón y suelta triunfante:

—Es mejor que te quedes sereno moreno. Lo que te voy a soltar es muy serio —respira Barry hondo para poner más grave su voz—. Que no te quiero perjudicar, que eso lanzar a tus hijos a sufrir por las adversidades no va con mi ánimo. Si por una desgracia tienes que meter a tus niños a una escuela pública donde los halconcitos los obliguen a consumir droga, eso no te lo perdonarás. Sé que eres un buen padre.

—Es que… —Salomón pensaba responderle que ese joven, al amenazarlo con sus hijos, resultaba ser un canalla.

—Ni me interrumpas, que con una llamada —levanta el dedo índice para enfatizar que fue una sola llamada— a un pelmazo de Cadereyta lo integraron un expediente por robo y desfalco ante el Ministerio Público. Le acumularon más años que a Lozoya, y ya hasta me estoy arrepintiendo. Como que le cargamos la mano. Diez años de cárcel al funcionario petrolero por oponerse a unos embarques de combustóleo. ¿No te parece demasiado?... Pero no me respondas. Quizá no me crees, mira en Google.

Barry saca una pluma marca Montblanc y en un papelito escribe un nombre, mientras con la otra mano pone un dedo en su boca en señal de silencio.

Con movimientos rápidos por el nerviosismo, Salomón revisa el nombre y en la búsqueda de computadora le resulta el caso de un gerente de compras acusado de múltiples desvíos que está en prisión. Esa noticia tiene unos meses. Al ingeniero se le retuerce el estómago con un dolor desconocido.

Barry continúa:

—No debes responder algo terminante, pero el lunes te llega un oficio en ese lenguaje ambiguo de los burócratas que habla de optimizar la operación de los combustibles de la termoeléctrica y en tres días van a comenzar a llegar aquí las pipas de combustible. 

La mirada del interlocutor se ha clavado hacia el sueño y su mano izquierda delata un ligero temblor:

—Es que…

Barry vuelve a la carga, con alegría de haber derrotado al adversario:

—Lo que platicamos aquí es muy confidencial. Acuérdate del tigre y aguántate hasta el lunes. Si llega el oficio que te digo, ya sabes lo que sucedió. Como sea ya me tengo que retirar.

Barry recupera su celular, mientras el gerente Salomón se derrumba en el asiento, cargando el peso insoportable de las amenazas.

El visitante se despide con un ademán rápido. En el pasillo, la cabeza de Barry se sorprende con Tezca sobre el caso de Cadereyta. Piensa: “Eso no tenía ni idea. ¿Quién lo hizo y por qué? Los jefes se pasan de ojetes.”

Al salir de la termoeléctrica a Barry lo invade una somnolencia tremenda. Se acomoda en el asiento del auto. La voz de Tezca dentro de su cabeza le pide que comparta unas inhalaciones profundas.

—Soy un fanático del humo y los espejos, por eso mi hermano Quetzalcóatl me puso el apodo, que no ha cambiado desde hace siglos.

—Con todo respeto, señor divino Tezcatlipoca, es como diversión de niños. Reconozco que soy casi un chavorruco, que me quedé en la adolescencia tardía y hago mis tarugadas, de una que otra droga vaciladora. Esto del cannabis es lo más inofensivo que consumo y andar tras las faldillas de morritas de buenas curvas, correr los carros y andar de fiesta. Eso está cool en humanos, pero qué eso de buscar más humo en la tierra. Como que una divinidad se espera que ande más en sus propias nubes y no que comparta nubes tóxicas con estos humildes seres terrenales. Digo, eso del combustóleo es uno de los negocios familiares y sí lo he hecho, pero casi sin darme cuenta. Hasta ahora caigo en cuenta que la termoeléctrica es el principal contaminante de la gran ciudad.

—Antes de que te sigas divagando, aquí mismo te diré como está esta jugada. La muerte no la inventé; eso ya nos viene desde un orden superior. Los humanos van a morir y sí me toca regentear su tránsito al otro mundo. Cuido de cómo vienen y algunos que van regresando, como esa Donahí. De que se mueren, pues siempre se mueren, pero sí importa qué tan rápido se van al inframundo. Por motivos que no entenderías, ahora conviene morir por el influjo del aire. ¿Qué mejor que el aire ahumado de humaredas?

Barry sigue con curiosidad insatisfecha, así que Tezca opta por explicar el sacrificio violento, que —según sus argumentos— forma parte del destino del fuego:

—Predomina el Aire, pero hay un espacio para el fuego. En los siglos aztecas era la guerra florida y el pedernal, representantes del fuego de Huitzilopochtli las expresiones del fuego, que entra rápido en la carne y abre la puerta del inframundo. Ahora son las armas. Desde que llegaron los señores de Castilla, habita el fuego entre los mortales. El desequilibrio estaba en una ausencia de muertes por aire, que no se llenaba desde las epidemias que llegaron con los mismos de Castilla. Con el Covid y esta contaminación se restablece el equilibrio entre los tipos de muertes.

Con las explicaciones Barry termina por quedarse dormido. Al terminar la frontera interestatal, el soldado al mando del contingente de apoyo, señala con las manos que van a abandonar la custodia. El chofer-guarura saca la mano para despedirse. En cuanto los soldados de la Guardia Nacional se despiden, un grupo de narcos espera tras la curva. A manera de emboscada, dos camionetas se incorporan a la carretera y dos cierran el paso hacia el frente. El chofer se da cuenta de inmediato que vienen por ellos. Extiende la mano para intentar despertar al joven:

—Vienen por nosotros, pida ayuda. Rápido.

Barry cree que sigue soñando y se mueve con lentitud. Pregunta sin entender la respuesta. Hay resaca en la resequedad de sus labios.

Cuando las dos camionetas enfrente cierran completamente el paso:

—Voy a frenar, no veo escapatoria.

Desde el inframundo, Tezca anticipa una balacera. Barry lo alcanzará y volverá a preguntar qué sentido tiene el modo en que una persona muere, por ejemplo, él por las balas de sicarios criminales.  A su jefe se le antojó el vehículo que manejan, sin importar quién sea su dueño.

—Intenta por el terraplén, veo un espacio junto al talud.

—No alcanzaremos a esquivarlos.

Uno de los forajidos lanza balazos de advertencia, pero no al aire, sino contra el vehículo en movimiento. Sin un respaldo armado caería acribillado a mansalva. Cuando los sicarios comenzaron a disparar, Barry no entendió cómo era que la visita de Tezca anunciaba el final por la vía del fuego, cuando su explicación suponía asfixiado de cualquier contaminante o gaseado en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias.

NOTAS:

[1] Planta termoeléctrica Francisco Pérez Ríos, contiene cinco unidades generadoras que en total pueden producir hasta 1,606 MW. La planta aporta aproximadamente 3% del total energético del país y es el origen del 50% de la contaminación ambiental de la región. Información pública.

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