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jueves, 3 de octubre de 2024

EL PRIMER PASO DE LA MUJER DORMIDA

 



 

Por Carlos Valdés Martín

La primera mujer en la cúspide del gobierno implica un primer rayo en cielo claro, situación inusitada que, por sí misma, implica un cambio de épocas. Todo lo anterior, con independencia del partido correspondiente. El primer paso no te lleva hasta donde quieres ir, sin embargo, sí te saca de donde ya estabas. Siempre se recordará el primer paso y el último.  

El lector agudo no se deja engañar, cuando dice la Inteligencia Artificial que “Un gobierno con cara de mujer se caracteriza por una serie de rasgos y valores que se asocian comúnmente con la feminidad, como la empatía, la colaboración y la atención a los detalles. Las mujeres líderes políticas han demostrado ser capaces de abordar problemas complejos de manera innovadora y efectiva, priorizando el bienestar de la sociedad en su conjunto.” Todo lo cual es una retahíla de banalidades y lugares comunes alrededor de la condición femenina, que están arraigadas en un deber ser, que opera para cualquier género posible.

Los opinólogos profesionales esperan algo de calor, un cambio de rumbos, un fuego en la mirada que rompa el hielo de la continuidad, pero nada que los alegre. La extrañeza que provoca la primera Presidente se liga al largo contemplar a la montaña Iztaccíhuatl que no se mueve y en este otoño lanza su frío que baja a la ciudad.

Dicen los teóricos de la entropía que el frío significa una falta de movimiento, mientras que el calor trae el movimiento sutil e intenso de las moléculas. El frio final es el destino del Universo, según los pesimistas. Pero los opinólogos no se conforman con tanto pesimismo, miran un pequeño gesto, que es una anécdota real:

Con la banda presidencial, ella le da un beso en la mano a un senador partidista. El gesto escandaliza como si hubiera un manual de etiqueta para no agachar la cabeza y lanzar el beso en la mano. Los partidarios niegan que haya sucedido, pero la Presidenta afirma que sí lo hizo. Rarísimo foco de atención: el beso en la mano como signo ominoso de engancharse con el pasado, en extremo hasta gesto de sumisión ultra-patriarcal.

En lugar del valor positivo del beso, gesto de aproximación y empatía manifiesta, se destaca su contravalor, que implica el sometimiento. El personaje toma equidistancia y dice: así, como recibo, lo doy. Un espejo que pareciera dejar en empate, pero la opinión pública no se conformó. Los partidarios han negado y lo volverán hacer; los contrarios, seguirán señalando la inversión de jerarquías.

El sello de la empatía, la colaboración y la atención a los detalles sigue como saldo pendiente. De nuevo: el primer paso no te lleva hasta donde quieres, pero sí te saca de donde antes estabas.

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