LAS MANOS SUCIAS DE JEAN PAUL SARTRE
Por Carlos Valdés Martín
¿Cómo se ensucian las manos? Con lo material. Sí: con la materia marcada de bajeza, con una sustancia material que representa lo inmundo; esa sustancia que ya no escapa de las manos, pues no puede limpiarse con el tiempo posterior ni con las buenas intenciones anteriores. Lo que ensucia las manos, de manera definitiva son las heces y la sangre, pero no cualquier sangre es suficiente para ensuciarlas para siempre.
Hugo, personaje principal de la obra es un intelectual de origen burgués que odia su propia vida, que anhela acallar su discurso interior, siente asco por su condición de intelectual burgués y desea redimirse en el partido revolucionario. Si un hambre lo llevó hasta las filas revolucionarias ha sido el hambre ajena, el hambre de los demás, porque a él le asquea su saciedad de alimentos, el símbolo de una herencia familiar de comodidades. Aunque es solidario Hugo siente que los pobres le reprochan, que no le perdonarán la riqueza de su familia, que su estómago satisfecho y siempre demasiado lleno, permanece como una ofensa para los pobres de manos vacías. Pero el hambre ajena es tan difícil de soportar como la propia, y además, piensa Hugo, los pobres jamás lo perdonarán, jamás lo aceptarán los obreros como su auténtico igual, su camarada.
Mientras elabora el periódico del partido, Hugo sueña con la “verdadera acción directa”, siente que se enreda en palabras, en discursos e ideas, pero que los dirigentes no confían en él por su origen burgués, y mientras vive saturado de ideas aspira alcanzar el nivel de la verdadera acción. Sueña con hundirse en una acción fuerte, donde ponga en riesgo su vida, donde demuestre que no le tiembla el pulso en el peligro. De improviso surge la oportunidad, por una divergencia dentro de la dirección de su partido, pues Hoederer, máximo dirigente ha dado un cambio drástico en la línea e intenta pactar una alianza con los enemigos tradicionales, con el gobierno local. La otra fracción de partido encarnada por Louis y Olga, cree que nueva política del dirigente implica una traición al partido tan extrema que solamente queda la opción de asesinar a Hoederer, y ellos buscan algún candidato idóneo para realizar ese acto. Hugo percibe su oportunidad para demostrar que él es un verdadero radical, capaz de cualquier acción para salvar al partido, y se ofrece como secretario privado de Hoederer, para esquivar a los guardaespaldas y luego matarlo. Quienes conocen a Hugo mantienen fuertes dudas de que pueda convertirse en un matón, pues jamás lo había hecho; él mismo abriga secretas dudas, pero se trata de demostrar a sí mismo como capaz de cualquier acto.
En lo personal, Hugo no conocía al dirigente Hoederer, pero cree firmemente que traicionó al partido cuando propuso una alianza con sus enemigos tradicionales. Hugo se traslada junto con su mujer, Jessica, para vivir al lado de la residencia donde se resguarda Hoederer. La personalidad de este dirigente resulta brillante pero repulsiva a Hugo, por cuanto el dirigente es un lúcido pragmático opuesto al sentido del deber de Hugo. Las tácticas del dirigente están encaminadas a obtener el poder político por la vía menos costosa, busca aprovechar la oportunidad que se presenta con el cambio del curso de la guerra y la posible llegada de las tropas de la URSS, afines con el partido revolucionario. Las tácticas de Hoederer están destinadas a reducir las muertes y abrir un camino de victoria, pero resultan mentirosas, engañan a los militantes del partido, y se alía con sus enemigos tradicionales (aunque nunca para favorecer a esos enemigos sino para derrotarlos). En definitiva, Hoederer no es un traidor (acusación directa por la que encargan su muerte a Hugo) sino un oportunista, quien no se interesa en principios para hacer triunfar a su causa. En su trato cotidiano, Hugo se escandaliza del oportunismo de Hoederer, lo cual refuerza su indignación y su disposición para matarlo; pero la brillantez del dirigente, el hecho claro de que no era un traidor a la causa y la propia naturaleza interior de Hugo lo detienen, evitando sus intenciones asesinas.
Cuando Hoederer lo encara las consideraciones morales interiores de Hugo frustran su tentativa de asesinato, y la misión de Hugo pareciera abortada completamente; sin embargo, su esposa Jessica queda impresionada por la personalidad del dirigente y entonces prueba a besarlo, justo en el momento cuando ya regresa el marido. En ese momento estalla el conflicto final, y Hugo empujado por los celos adquiere la furia suficiente para matar a Hoederer. Aunque el asesinato verdaderamente no resulta como un simple arranque de celos, sino que los celos suman la gota que derrama el vaso o el impulso irracional para desatar el laberinto de las consideraciones morales de Hugo. Sin embargo, frente a los ojos de los observadores externos el crimen sí parece pasional, porque también Hoederer, al caer herido así lo declara para salvar la vida de Hugo, su asesino.
Después de un par de años en la cárcel, Hugo es liberado para lo cual también concurren las cambiantes circunstancias de la política nacional. Hugo se acerca con sus dirigentes que él pensaba andaban en apuros. Los dirigentes sabían de los motivos políticos porque el crimen había quedado oculto en su dimensión política, ya en la falsa apariencia se juzgó como puramente un crimen pasional. Hugo se reúne con Olga, quien es una revolucionaria pura y dura, tal cual él mismo aspiraba a ser, y le comenta completa la historia del asesinato. Ella le confiesa que está contenta porque él ha mostrado lealtad al partido y estima será “recuperado”. La situación partidaria parecería que marcha conforme los designios de Hugo, quien se siente salvador del partido, sin embargo hay un gran detalle. El detalle es que el crimen político no debe salir a la luz, debe permanecer simulado como el asesinato pasional que se aparentó, y él mismo no debe presentarse como su autor, porque luego de dos años la política del partido ha cambiado. El partido y sus dirigentes aparentemente radicales, Louis y Olga, han adoptado la misma política de Hoederer, a quien se le recuerda como un héroe y no como traidor. Hugo no puede ser “recuperado” si revela que mató a Hoederer por designio de sus camaradas, por lo tanto los dirigentes de partido le ofrecen una nueva identidad y una nueva vida, olvidando su crimen. El desenlace de tipo tragedia consiste en que Hugo no acepta la amnistía de una nueva vida, él quiere asumir su crimen como el único acto de su vida, prefiere revelarse como al autor del asesinato del dirigente, a riesgo de que lo maten para terminar la obra.
En esta obra, ¿cuáles son las manos sucias? ¿Las manos de Hugo, las manos de Hoederer, las manos de Louis y Olga? En un pasaje textual, las manos sucias son las de la política, el poder que se ensucia rompiendo principios y mintiendo, maniobrando como la única manera de obtener el poder. Hoederer dice: “La pureza es una idea de fakir y de monje. A vosotros los intelectuales, los anarquistas burgueses, os sirve de pretexto para no hacer nada. No hacer nada, permanecer inmóviles, apretar los codos contra el cuerpo, usar guantes. Yo tengo las manos sucias. Hasta los codos. Las he metido en excremento y sangre. ¿Y qué? ¿Te imaginas que se puede gobernar inocentemente?”. Sin embargo, a pesar de sus crudas declaraciones no se imagine a este como el personaje inmoral de la trama, porque sus tácticas de aliarse con anteriores enemigos están básicamente calculadas para ahorrar vidas, para evitar matanzas innecesarias, porque aclara que ama a los humanos concretos, dice: “Para mí lo que importa es un hombre más o un hombre menos en el mundo. Es precioso.” Este punto es interesante, porque cuando él cae bajo las balas de Hugo, el último gesto de su vida es contener a sus propios guardias e inventar que el crimen es pasional, para así evitar liquiden a Hugo en su calidad de asesino político enviado por una facción contraria. Durante su último aliento Hoederer ofrece un ejemplo de gesto noble y desinteresado, salvar la vida de su propio asesino. En fin, por un lado Hoederer es sucio y falto de honor, mentiroso y oportunista, pero también resulta el único con calidad moral para interesarse por las vidas concretas de los demás. En cambio, Hugo es duramente cuestionado por el mismo Hoederer, quien lo acusa: “Detestas a los hombres porque te detestas a ti mismo; tu pureza se parece a la muerte, y la Revolución con la que sueñas no es la nuestra; no quieres cambiar al mundo, quieres hacerlo saltar.” Pero a pesar de estas acusaciones, Hugo siempre guarda escrúpulos, no posee la sangre fría ni la falta de emociones para asesinar limpiamente al dirigente. Por eso necesita una gota más para derramar el vaso, necesita de un arranque de celos y despecho para disparar contra Hoederer, nublado por la idea de enfrentar a un traidor de la causa revolucionaria.
Compartiendo los vicios de los personajes extremos están los dirigentes sobrevivientes. ¿Olga y Louis encarnan el purismo contaminado con oportunismo o el oportunismo disfrazado de purismo? Resulta irrelevante la respuesta precisa, pero los dirigentes son una especie de manos sucias finales y más vergonzosas, porque han utilizado al inocente, han convertido a las personas en instrumentos, tratan de borrar el pasado y sus propios errores colocando mentiras nuevas sobre mentiras viejas. Ellos se han ensuciado con las manos sucias de los demás. Olga y Louis encarnan la especie de una clase dirigente política, que une el purismo (aparente) de los principios con las maniobras viles de la política (esencial); carecen de un sentido de compasión por los hombres concretos, pero también terminan rompiendo su pacto con las ideas. Ellos encarnan la insinuación de la ominosa élite política llamada la “nomenklatura” estalinista. Basta comprender esta obra para convencerse de la enorme distancia moral que separa a Jean Paul Sartre respecto de las organizaciones políticas tipo los partidos comunistas de su época, aunque hubiera tenido acuerdos y cercanías temporales. La obra literaria funciona como una insinuación de las operaciones políticas reales, por lo tanto se convierte en una denuncia realista del oportunismo y la inmoralidad en la actividad política. Sin embargo, Sartre no se inclina por una condena moral simplista, sino que busca situaciones complejas como el desenlace de Hugo, quien desea reconocer un motivo ideológico para su crimen desestimando el beneficio de mantener el silencio y la opinión equivocada sobre sus actos. Seguramente, en su momento esta obra literaria despertó la alarma y el desconcierto entre los círculo afines al partido comunista, obligando al examen de conciencia. De esta manera, sin recurrir a elegías morales esta obra esconde un fuerte llamado a la conciencia, y a evitar la manipulación política de las personas, evitar su utilización como simples peones de un juego global.
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1 comentario:
Buen análisis
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