Por Carlos Valdés Martín
El
agudo análisis de Fausto permite a
Marshall Berman revelar las paradojas del presente para actualizar las
sensibilidades y orientar el filo crítico hacia las sutilezas de un movimiento
perpetuo, tan prometedor y desgarrador que ha sido la modernidad. El Fausto es, en sí mismo, un emblema por
crear un mito moderno, donde el personaje cobra tal altura que se convierte en
un punto de referencia hasta el presente, aunque sea vulgarizado, transformado
y distorsionado. Además su autor, Goethe fue el genio notable de sus tiempos,
que procuró también hacer de su vida una magna obra de arte, donde la
prolongadísima elaboración de la obra literaria marca también el sello de
intimidad, ir pensando y revisando todos los problemas cruciales de la existencia.
El
motivo humano que anima a Fausto es revelado como desarrollo, pero no en el
sentido económico que resuena en la palabra, sino como un movimiento humano de
expansión vital. La ambición que desea cumplir Fausto por intermediación de
Mefisto resulta muy compleja, le dice: "Ya lo oyes no se trata de gozar.
Yo me entrego al torbellino, al placer más doloroso, al odio predilecto, al
sedante enojo. Mi pecho, curado ya del afán de saber, no ha de cerrarse en
adelante a ningún dolor, y en mi ser íntimo, quiero gozar lo que de toda la Humanidad es patrimonio,
aprender con mi espíritu así lo más alto como lo más bajo, en mi pecho hacinar
sus bienes y sus males, y dilatar así mi propio yo hasta el suyo y al fin, como
ella misma, estrellarme también"[1]. En
este proceso hasta la autodestrucción integra parte del deseo, busca abarcar
las posibilidades, para lo cual deben liberarse enormes fuerzas dormidas,
potencias titánicas que abarcan los diversos órdenes humanos. No pretende
lograr esto o aquello sino moverse, despertarse activamente, transformar la
potencia en acto de tal modo que el mundo mismo cambie. Pero la conquista de
mayores potencialidades finalmente exigirá un gran costo social, el resultado
es trágico, implica, también la aniquilación y destrucción, por eso define una
obra trágica. Marshall Berman opina que, en la historia de la literatura, Fausto representa la primera tragedia
del desarrollo. Donde también es muy importante considerar la vinculación
interior entre el autodesarrollo individual multifacético con el movimiento
social del desarrollo económico, porque el ser humano para transformarse
(acento reflexivo) debe de transformar (acento expansivo) su mundo (acento súper
expansivo). La transformación interior fáustica exige la liberación de las
enormes energías, que deberán de arrasar con su entorno.
La metamorfosis del soñador y del amante
El
paso de la fría torre del estudio (la metafórica caverna del filósofo
Ateniense) hasta el mundo marca el primer pasaje de Fausto. El paso inicial
decisivo lo compromete con el cosmos, él sabe que puede perderse, pero tiene
que encontrar el camino de la perdición y por eso reescribe el principio divino:
"En el principio fue la acción", y entonces ese es el nuevo Génesis: el credo del hacer o la productividad.
En términos religiosos eso se encuentra en el lado oscuro, como tentación
abierta en el camino hacia el poderío. Este poder empieza como una extensión de
la fuerza propia, de tal manera que son seis yeguas las que ofrecen la imagen
de la velocidad ilimitada. Esa imaginación literaria está siendo guiada por la
mano de la realidad social: es la capacidad de compra, el efecto del dinero lo
que genera ese efecto de poderío, porque el sujeto alcanza por medio de esa
facilidad, ambicionar más allá del potencial de su cuerpo[2].
Ese terreno de las acciones inmediatamente extendidas es propio del dinero,
sexo, velocidad y poder que sin embargo queda vacío de finalidad. Como pensador
perspicaz, Goethe apunta hacia la necesidad de mantener o restablecer un
sentido para el individuo poderoso.
En
busca de una finalidad Fausto se enfila por la senda de la pasión romántica.
Margarita revela un ideal romántico de sencillez y pureza, pero para Marshall
Berman también indica símbolo del mundo del pasado, la vida rural de la
infancia de Fausto, que le atrae como nostalgia y le repele como circunstancia.
Margarita describe a la pobre mujer símbolo de un pueblo tranquilo y sin
mayores aspiraciones, saturado de religión y de pasividad, sometida a las inercias
de la tradición y la continuidad de la mera repetición. Fausto se le presenta
como la posibilidad de una huida, pero ante el fracaso de ese proyecto a
Margarita sólo le queda en ese mundo provinciano una escapatoria de suicidio, representando
una fuga extrema que no es ajena al nuevo periodo de las transformaciones.
La metamorfosis del desarrollista
Finalmente,
en una cumbre de su abatimiento, Fausto decide emprender una gran obra por su
libre iniciativa, una gran edificación que reúna lo mejor de sí mismo y busque
abatir las fronteras de la miseria y la incertidumbre de los individuos. Su
idea es transformar la materia amenazante, desafiar al mar creando grandes
diques y canales; su mira exige domeñar a los elementos naturales dándoles
protección y bienestar a los habitantes. Pero esta obra es concebida como un
supremo esfuerzo transgresor, donde todas las barreras deben ser sobrepasadas.
Las "fuerzas infernales" que invoca Fausto no son las magias de
Mefisto sino las potencias infernales de la organización del trabajo, pues es
la planeación sistemática y despiadada de las tareas lo que mueve la tierra.
Los capataces obligan al sacrificio extremo, el trabajo se vuelve un suplicio, unos
obreros caen muertos y otros los reemplazan: los límites morales tradicionales
a la explotación del trabajo son rebasados. Conduce con mano de hierro a sus
trabajadores, pero Fausto a sí mismo se ha impuesto también la pesada carga,
solamente que para él esto es libertad, la ansiada unidad entre el pensamiento
y la acción, pues usa su mente para cambiar el mundo. El corazón goza al ver su
obra concluida donde no solamente es una materia, sino la creación de un pueblo
elegido, que se mantiene vibrante al enfrentarse a los elementos. Dice Fausto:
"Por entero me entrego a este designio, que esta es la última palabra de
la sabiduría; sólo merece libertad y vida quien diariamente sabe conquistarlas.
Transcurran aquí de ese modo sus activos años, cercados de peligro, el niño, el
hombre adulto y el anciano. Un gentío así querría yo ver y hallarme en terreno
libre con un libre pueblo"[3].
Goethe
ve en la modernización del mundo material un sublime logro espiritual, la
cristalización de las máximas tensiones interiores. Pero la tragedia la enfoca
hacia el obstáculo de las personas, las cuales se convierten en obsoletas. Una
pareja de ancianos que no se adaptan al designio desarrollista de Fausto, por
lo mismo deben desaparecer y son eliminados[4]. Y
para completar el círculo Fausto debe desaparecer, entonces el dinámico removedor
de obstáculos, él mismo debe morir. Se ha saturado de vida y ahora acepta el
final. Destruyó al mundo de su propia infancia, sus raíces, y lo único que lo
llama es la noche, su propio final. El proceso debe continuar sin él. Esta
situación es muy importante en la propia interpretación de Berman sobre la
dialéctica de la modernidad, pues "todas las personas, cosas,
instituciones y entornos que en un momento histórico son innovadores y
vanguardistas, en el momento siguiente se quedan atrasados y obsoletos (...) si
se detienen a descansar, a ser lo que son, son barridos del mapa"[5].
Bajo esa luz la modernidad es la paradoja de una vorágine que se devora
mientras se desarrolla[6].
Eso fue hasta ahora y todavía queda la tarea de imaginar y crear una nueva
modernidad donde el cambio no sea la muerte de sus premisas, sino un evento
extraño y hasta inverosímil como "las bodas del cielo y el infierno"[7].
NOTAS
[1] GOETHE,
Johannes, Fausto, líneas 1765-75,
Cit. BERMAN, Marshall, Todo lo sólido se
desvanece en el aire, p. 31.
[2] La
crítica de Marx en los Manuscritos
Económico-Filosóficos se ceba en esta fantasiosa expansión de capacidades a
partir del dinero, porque genera una dualidad entre la imposibilidad directa
del sujeto y su poder mediado, de tal modo que bajo el juicio de la conciencia,
finalmente el rico sabe que él está más lisiado con su dinero que sin él. Esto
es especialmente claro si se aplica a las capacidades relacionadas con los
vínculos subjetivos como el amor. Pero esta crítica no va en contra de la
expansión material de las posibilidades, digamos que no es un socialismo
ascético.
[3] GOETHE,
Johannes, Fausto, líneas 11563-11580,
Cit. BERMAN, Marshall, Todo lo sólido se
desvanece en el aire, p. 57.
[4] Para que
esta paradoja sea más profunda debe de interpretarse en términos interiores,
como lo hace Berman, los ancianos no son una barrera exterior sino un signo
interior. El desarrollismo genera su propia sombra, crea su atraso de tal modo,
que los males de la miseria surgen estructuralmente del mundo de la opulencia.
Ese es el efecto económico pernicioso del capitalismo que ha sido objeto de la
crítica de izquierda.
[5] BERMAN,
Marshall, Todo lo sólido se desvanece en
el aire, p. 71.
[6] En
efecto así sucede porque el hombre está al servicio del desarrollo (producto) y
no el desarrollo al servicio del hombre. BERMAN, Marshall, op. cit., p. 80.
[7] Bajo
este título William Blake imaginaba posibilidades inexploradas de religión
(mítica), arte (poesía), vida (divinidad) y ética (resurrección) donde los
tradicionales contrarios se unifican.
No hay comentarios:
Publicar un comentario