Por Carlos Valdés Martín
En este escrito describo los vínculos del lenguaje con
la nación, los cuales son múltiples y nos transportan entre pasado, presente y porvenir.
El lenguaje es vehículo de comunicación, pero también es creador. El sistema de
comunicación predominante y sus emanaciones múltiples nos explica a profundidad
la verdadera naturaleza y complejidad de las naciones. Tras un centenario
proceso de formación y trasplante del español a nuestras tierras, en el futuro
también es previsible el surgimiento de una crisis idiomática.
El glifo y el caracol
Para la nación un lenguaje originario es tan
importante como difícil de atrapar, equivale a la dificultad del reflejo en el
agua. No me refiero a un lenguaje pretérito cualquiera, sino a uno prístino y
separado de este presente por un abismo[1]. Para la cultura nahua la
palabra fue aquello enredado y desenredado en un glifo. El glifo para “palabra”
es un ideograma con figura espiral, la cual señala dificultad y triunfo
primigenios. El movimiento en espiral describe aquello que lleva hacia sí mismo
o hacia afuera de sí[2]. El caracol —modelo
natural de esa figura espiral— también representa fertilidad y a un dios en
especial: Quetzalcóatl. Además el sonido de caracol marítimo fue la trompeta en
Anáhuac, el instrumento para anunciar solemnidades y preludio de la palabra
sacra y sacerdotal. En ese caracol simbólico, quedan conectados los fundamentos
del agua primordial (incluyendo al
gran mar, potencia generadora y vital), la vida que nace para adquirir dureza
material (la concha calcárea) y el espíritu que surge en la palabra que usan las
personas pero también pertenece al orden divino.[3] Esa larga cadena de
simbolizaciones —palabra, espiral, caracol, agua, mar, vida y divinidad— encerrada
en el gran caracol de Quetzalcóatl garantiza su triunfo mítico, pero dificulta
su comprensión actual.
A partir de la situación colonial en América, un
lenguaje cabría en exclusiva. Se impuso uno articulado con las voces de los hidalgos
y plebeyos que provenían desde la tierra de los castillos; en cambio todos los
demás quedarían convertidos en dialectos.
Desde entonces los sonidos y glifos ancestrales serían avasallados (con cabeza agachada
bajo la cruz en la empuñadura de la espada), así, las comunicaciones indígenas se
reducían a murmullos y discreciones. Para mayor precisión recordemos que las regiones
americanas no fueron conquistadas por peninsulares que hablaran un español regulado
e integrado, sino por una cofradía de súbditos. Las incursiones de Cortés y
Pizarro eran promovidas bajo el monarca (germano) de la Casa Austria y
legitimadas por el Papa (latino): ninguna de esas dos lejanas autoridades hablaba
en español. Entre los conquistadores predominaba el castellano; entonces, todavía no surgían ni El Quijote ni la Real Academia Española (RAE)[4]. Con los siglos el idioma
se fue identificando con España y la corona, el idioma se robusteció y
estructuró.
Ahora ha desaparecido la Colonia y gran parte de su
herencia, pero perdura la continuidad del idioma. En secuencia histórica y de
poderes con la línea principal, la Real Academia Española sigue regulando un
enorme territorio, cual mímesis del poderío y vocación unificadora ancestrales[5]. Queda claro que la actual
RAE carece de medios legales para obligar a las antiguas provincias en materia
de idioma, sin embargo, la inercia es su gran aliada. Ante esa inercia del lenguaje,
lo comunicado en las provincias de antaño (ahora naciones reticentes) no se
legaliza en un “lenguaje específico”, sino en un habla (un uso) o variedad, y como
tal el Diccionario RAE clasifica el país de origen. Empero, la diferencia de
cada habla (en México, Argentina, etc.) señala al conjunto potencial: la
vitalidad de una comunidad en comunicación intensa. Entonces mediante el estilo
diferente de grandes naciones asoma
un lenguaje completo. Desde mi punto de vista, las comunidades nacionales
(derivado del latín natio que designa
a los nacidos en un país) son cruciales y cuando éstas poseen un Estado propio generan
el potencial para un idioma completo, así cualquier Estado-nación bajo determinadas
circunstancias es capaz de procesar sus usos para definir una lengua completa. Las principales naciones
hispanoamericanas poseen ese potencial de ruptura, pero no han sentido motivos
para una separación idiomática como sí se desgajó Filipinas, cuando abandonó el
español por el tagalo. Nos guste o pese, existe un sistema de comunicación
mexicano (igual hay otro colombiano, peruano, argentino, etc.) que nos acompaña,
el cual en germen es capaz de trascender al idioma español actual.
Un lenguaje singular en
México
Cuando una lengua compartida por varios países
presenta diferencias locales o nacionales su distinción no es tema simple ni
inocente. La diferencia del habla, como ambiente de inmersión, resulta difícil
de percibirla para el emisor. Desde afuera la consistencia de una diferencia al
hablar es sencilla de captar, pero su característica sigue esquiva. Esa
diferencia es el vidrio curvo en la pecera del pez, representa una singular
torsión ante el idioma-espacio que define al hablante de cada sistema-nación ante
los demás. Quien usa el lenguaje pierde
la conciencia de su diferencia al momento
de utilizarlo, pues hablar es mostrarse en inmediatez y espontaneidad[6]. Para el otro, como
testigo (exterior y colocado en un sistema de comunicación distinto) resulta
sencillo encontrar cualquier diferencia, así descubrir al extraño es fácil,
pero no es tan sencilla la auto-conciencia. En ese evento de descubrir al
extraño existen pautas y los lingüistas indican un efecto llamado Schibolet, según una narración bíblica,
pues la tribu vencida era incapaz de pronunciar correctamente esa palabra y,
entonces, descubiertos por la pronunciación fallida eran asesinados de
inmediato. De modo permanente los grupos humanos (del micro al macro-nivel:
familias, barrios, regiones y naciones) van creando y modificando sus signos de
diferencia en el lenguaje. Los dobleces de diferencia son tantos que resultan
imposibles de reducir a un simple factor. Algunos se solidifican a nivel del
espacio nacional y si recurrimos al Diccionario RAE, encontramos una enorme
colección de mexicanismos, algunos
son palabras completas y otros, modalidades. Aún así prolifera la queja de que
ese diccionario[7] nunca
refleja con fidelidad la acumulación de diferencias nacionales, por ejemplo,
entre los de acá en México y los de allá en España, además de las otras diferencias
de regiones que suman a cada nación.
Además de la dificultad para percibir diferencias,
también está la hondura, que en términos clásicos de dialéctica, es el salto de
la cantidad en calidad. ¿Cuántas diferencias bastan para determinar una
estructura distinta? No es un tema de cantidad, bastaría una diferencia
estratégicamente colocada o el contexto de la corriente política o histórica.
Las independencias nacionales fueron un caldo de cultivo para separaciones
idiomáticas desde el siglo XIX, pero ese no fue el camino seguido por
Hispanoamérica. El potencial separatista sigue latente, pues siguen cambiando
las correlaciones de fuerzas entre naciones y Estados.
Confluencia de
civilizaciones
Lo precedente y consecuente no se sostiene en
consideraciones de lingüística teórica, sino en los espacios aledaños al habla,
buscando su átomo y estratósfera, andando por su principio y su frontera, y,
sobre todo, se ocupa de las cuestiones que dan sustancia al pensamiento sonoro
que es el lenguaje. En el fondo de cada lenguaje relevante existe un tipo de
civilización, ya sea alabada por sus logros o descuidada por su existencia
rústica. La figura peculiar del nuestro surge cuando confluyen eventos
históricos, primero durante el consabido choque entre el mundo indígena y las
oleadas de colonización. Cientos de lenguas locales modificaron el habla de la gran
región, hasta formar el perfil del modo lingüístico de México. En sentido
simple y estricto nuestra habla es confluencia de dos recursos: la lengua
castellana y su caudal (el efecto europeo y, después, aunado el norteamericano)
enfrentado a la lengua náhuatl y el otro caudal autóctono (maya, rarámuri…) que
se mezclan en compleja lucha histórica[8]. Sabemos cuál es el polo
dominante, pues la lengua castellana vino con la Conquista y tres siglos de
Colonia. A primera vista, esto significaría una rica saturación de vocablos y
estilos que provienen desde el México profundo con su raíz indígena; sin
embargo, no existe investigación a detalla sobre si las evocaciones y
resultados surgen desde lo más antiguo (lo precolombino en ese sentido) o durante metamorfosis posteriores (coloniales
y post Independencia). Del primer periodo, no existe ninguna grabación sobre
los modos de hablar locales; la escritura fue ideográfica en el altiplano y la
traducción del maya fonético resulta tan reciente que todavía no permite
conclusiones.
Las palabras nahuas no significan tanto por sus
sonidos (significante) sino por el conjunto civilizatorio que les dio
existencia y significado. La relación entre el poeta azteca y las flores que
descubre Alfonso Reyes es convincente porque nos remite a un ambiente completo:
la sorprendente Tenochtitlán rodeada de lagos, centrada en la pirámide Templo
Mayor y con calzadas que se elevaban sobre las aguas, con su bullicio de
pobladores y creencias rituales[9]… en fin una civilización
compleja y vibrante que en sus palabras entregaba los fragmentos de su universo
mental y material. También sucede con las palabras de Hernán Cortés: la
evocación al viejo mundo de los caballeros con armaduras y los adelantados
cruzando la mar para apoderarse de las tierras ignotas y domeñar a los
indígenas, también se ha ido. De ese choque de civilizaciones una triunfó para
ir siendo carcomida y, al final, fue destruida por las transformaciones de la
modernidad; ese mundo de los conquistadores se fue hundiendo en la niebla de los
siglos y luego de los reinos dinásticos surgió el despertar de las naciones. La
parte abatida, el cosmos indígena, tampoco pereció del todo y ha sido la
semilla para la fusión y mestizaje reconocidos por la historiografía. La
civilización pretérita desaparece, pero sus logros y fragmentos vitales
sobreviven al transcurso de las épocas. Así, la evidencia de la lengua (con
sedimento del pretérito) es también comprobación y salvamento de civilizaciones
hundidas que proporcionan el humus nutritivo del resurgimiento.
El regulador RAE y
evidencia empírica de una lengua mexicana
El resultado singular
de un lenguaje nacional, específico de México, no se ha aceptado de manera
suficiente, pues estamos atados a una lengua española regulada desde el exterior. Nuestro orgullo nacionalista no ha sido
tan radical para romper lingüísticamente con España, por tanto hemos mantenido
vinculación y dependencia. En el mismo diccionario de la Real Academia Española
de la Lengua se especifica el habla de los principales países de América, se plasman
las modalidades de México y cada vez más rescatan nuestras modalidades usuales.
La definición de la variación mexicana de la lengua es
empírica y su presencia indudable[10]. Si está bloqueado el
camino deductivo (sin un principio general o institucional que defina esta
habla nacional[11])
queda el inductivo, buscando las partes. Entonces, varias interpretaciones ya
han señalado la distancia entre los usos del idioma entre México y España,
donde son memorables las observaciones de Octavio Paz[12], sobre los términos
“chingada” y “madre” como rasgos distintivos. Sumándose al conocido análisis de
Paz, el crítico literario Emanuel Carballo opina que este país parece presidido
por el pecado, agobiado bajo la presidencia de ese polivalente “chingar”, desde
la ira contenida en el “chin”, hasta las variedades de “madreamiento”. El
multiuso de estas palabras le hace concluir en una polivalencia de la madre y
plantear un ciclo psíquico bastante extraño: defenderse de Cristo amando a su
madre, defenderse de su madre amando a la virgen, defenderse de las vírgenes
“violándolas, confiriéndoles el rango de madres”.[13]
Lenguaje oscuro, cortés y
complejo
También Riding[14] presenta interesantes
observaciones sobre el estilo local para utilizar el lenguaje: con excesos de
cortesía y modalidades indirectas. Un estilo de habla —emparentado con la
cortesía medieval y sus cortejos diplomáticos— resulta tan extraño y llamativo
ante los oídos anglosajones norteamericanos, ellos acostumbrados a un trato
directo y hasta rudo. Al periodista norteamericano le admira el lenguaje de
México cordial y hasta servicial en exceso: “para servirle”, esta es “su casa”[15]. Le resulta notable
nuestro lenguaje con sus usos popular y oficial, incluso le parece una clave
central del enigma nacional: “El lenguaje formal y oscuro posiblemente sea el
arma principal de autodefensa del mexicano”[16]. Ahora bien, es
interesante anotar que el lenguaje barroco (típico con forma de caracol,
moviéndose en espiral y deslizándose sinuosamente) y diplomático heredado (saturado
de cortesía, alusiones y enfoques indirectos) existe en un doblez (no lanzar de
modo directo el contenido, encubrirlo, endulzarlo y dosificarlo) y ese sentido
doble del lenguaje, en nuestro país, lo tropezamos en otros dos territorios
importantes.
Alan Riding encuentra frases y palabras de
sinsentido (como el aparente “lo espero en su casa” y el humilde “con su
permiso”), estimando que ese lenguaje “tiene vida propia, casi como si las palabras
y no las personas se comunicaran entre sí”[17]. La “vida propia” de
lenguaje implica una situación interesante[18]. Nuestro lenguaje
cotidiano le parece saturado de sutilezas, con amabilidades en exceso; o bien,
el juego constante de la gracia, cuando el mitotero
juega al doble sentido constante y a la burla. Por si fuera poco, la presencia
de silencios en el habla mexicana posee la complejidad de una máscara, con la
sutileza de una agresión encubierta de cortesía, así indica Paz que “Aun en la
disputa (el mexicano) prefiere la expresión velada a la injuria: "al buen
entendedor pocas palabras"”[19].
Ahí surge el otro doblez: el doble lenguaje
específico de la broma establece una distancia entre lo aparente y lo esencial.
La broma resulta festiva pero también crea más distancia y funciona a la defensiva.
Según, Octavio Paz quien alburea también se enmascara[20], oculta su alma
verdadera, mientras se burla cree mantenerse a salvo de las burlas… pero si
continúa en su juego y, al final de cuentas, el alburero tampoco sabrá quién es
él, pues su máscara lo termina devorando.
Duplicidad del lenguaje
del Estado
El fenómeno de esa duplicidad lingüística no es
local, sino planetario, así, otro doblez del lenguaje representa un clásico de
la semiótica y lo denunció con claridad Orwell en la noción de doble-habla en
su novela anti-utópica titulada 1984.
El lenguaje del Poder tiende al enmascaramiento, porque el Poder implica
opacidad y los dispositivos de estrategia mediática radicalizan ese doblez. Esa
opacidad del lenguaje estatal no siempre depende de una mala intención (como
asumimos en la situación de ciudadanos agraviados) sino del mismo
funcionamiento (su operación en base a procedimientos y códigos legislados[21]) que favorece un discurso
ajeno al circuito de comunicación cotidiano (esa masa de ciudadanos de a pie). Entonces
debemos distinguir esa universal
duplicidad del lenguaje del poder, respecto de una nación largamente
oprimida que juega su doble cara en cada palabra y confunde mediante un
cantinflismo notable.
Así, esta usanza mexicana de lenguaje barroco (cortés,
servicial y atento pero doble, engañoso y enigmático) se puede y debe engarzar
con el discurso estatal que oculta los propósitos entre sus pliegues. Además, con
la educación universal y la intervención masiva del Estado se establece un
circuito de retroalimentación[22]. El habla cotidiana y su
manejo letrado sostiene al funcionamiento del Estado, es indispensable la
legión de funcionarios que entiende leguaje nacional frente a una nación que
entiende lo esencial de las órdenes del Estado (aunque exista opacidad[23]). Este circuito de
comunicación define un Estado nacional viable, pues sin una masa de burócratas
ningún aparato funciona y tampoco opera con eficiencia cuando esa organización
se vuelve incomprensible[24]. De ahí que resulte tan
obvia la funcionalidad del esfuerzo para enseñar español a las comunidades
indígenas, mientras resulta inasible la tentativa para domesticar ese estilo
barroco del habla[25].
Factores de mercado
integrado y sistema de comunicación moderno
El sistema económico capitalista, paso a paso fue
integrando un gran mercado dentro de las fronteras, levantado sobre los restos
del sistema colonial (más integrado mediante el poder y la religión que por el
circuito económico[26]), sobre este eje
crecieron las comunicaciones materiales y los intercambios de signos. La
masificación del mercado también exige comunicación y los intercambios
propician leguajes comunes, aunque también opera y acuerda con la variedad
lingüística[27]. El
sistema de comunicación de masas moderno, a partir del sistema de radiodifusión,
retroalimenta y refuerza a las hablas nacionales y también favorece flujos más allá
de las fronteras. El proceso que comenzó el periódico, fue superado por la radio
y televisión de escala nacional que refuerzan los estilos de cada comunidad
nacional; y ese mismo efecto de reforzamiento circular lo provocan cuando son
locales o regionales[28]. En México, el desarrollo
explosivo correspondió a los medios de comunicación nacionales (XEW radio,
XHCG, Televisa…), los cuales popularizaron la música, cine, telenovelas, noticieros
y comicidad bajo estilos definidos, que se perfeccionaron
integrando el estilo mexicano. Dicho estilo fue definiendo de manera más
precisa el habla nacional, haciéndola más nítida y reconocible dentro y fuera
del país, lo cual no es superficial sino confluencia de múltiples factores
distintivos de la integración nacional durante el siglo XX[29].
Emisión norteamericana y
global
La última influencia crucial y actual sobre el habla
mexicana proviene del influjo norteamericano y global. Si bien esto sucede en cualquier
país del planeta, México recibe una intensidad característica, pues nuestro
país es la “frontera bárbara” más extensa del globo, entre una superpotencia y
una nación forjada desde otra raíz. Los lazos de poblaciones migrantes son
amplísimos, en especial, una masa de emigrantes ha cruzado el Río Bravo hasta
sumar la primera minoría dentro de EUA.
Octavio Paz fue perspicaz al considerar como un
hito, al personaje del “pachuco” popularizado por el cómico Tin Tán, pues es el
hijo de la frontera que crece abrevando entre los dos ambientes. En la
continuidad del tiempo, la población mexiconorteamericana adquiere más densidad
y una gran importancia cultural, que se refleja en las modificaciones del habla
mexicana, y cabría asumir la hipótesis de un lenguaje chicano más mezclado
entre español e inglés[30].
Agreguemos la expansión de un sistema planetario de
comunicaciones que facilita y obliga a la comunicación con las metrópolis, sus
flujos económicos y productos culturales para redondear esta relación. Si a
esto sumamos un flujo de población y económico gigantesco resulta un proceso enérgico,
donde nuestro idioma “mexicano” se alimenta de palabras, mensajes, contenidos,
estilos y demás provenientes del Norte. Sumemos a eso una actitud denominada
malinchista de servil recepción hacia lo extranjero y aparece una avalancha de
transformaciones en el habla.
Efecto belleza: raíces
nahuas y herencia colonial
Por excelencia, el arte es asunto de calidad, por
tanto se resiste a colocarle una medida que implica cantidad. Con la gran
literatura escrita existe la convicción y testimonio de que la literatura ha
forjado a las naciones. Sin embargo, con las grandes civilizaciones
pre-escritas (o difíciles de descifrar en su escritura, como las
ideogramáticas: antiguo egipcio, náhuatl, etc.) es difícil sustentar el efecto
de sus artes de la lengua (su poesía, drama o narrativa) en una proporción exacta.
Estimamos a los nahuas en su faz de poetas, aunque resulta imposible evaluar su
efecto. La belleza atrae y la hermosura aglutina, de tal modo que la preciosura
de un lenguaje genera un efecto de unidad. Afirman los conocedores del náhuatl
que ha sido una lengua de belleza y que sus cultores realizaban sus encantos,
refiriéndose a la “palabra florida”[31].
¿Era el nahua lengua de belleza o de terror? Bajo
una loza de tres siglos de Colonia resulta casi imposible recibir el influjo
original de una lengua; nuestra recepción queda prejuiciada por el efecto de
una Conquista y su justificación. La respuesta implica un balance exacto de las
civilizaciones prehispánicas, y sin estudios detallados no resulta fácil dirimir
la leyenda católica sobre el salvajismo azteca y sus respuestas[32]. La hermosura del habla
antigua sufrió metamorfosis y sus descendientes todavía cumplimos una labor de
recuperación enorme.
La diferencia entre la boca y la herida es abismal.
Para los detractores del mundo prehispánico su signo diferencial es la herida y
su carácter sangriento, violento y hasta antropófago. La estratagema de
aterrorizar al vecino con calaveras se convirtió en un estigma desde la
Conquista; pues afirmar la maldad azteca justificaba cualquier crueldad de la
Conquista. En lugar de un sonido nativo de arte, los evangelizadores temieron
una lengua diabólica y se esforzaron por deshacerse de la idolatría junto con
ese lenguaje. Al principio era imposible, pues los colonizadores eran gotas
extraviadas en el desierto, pero con la fuerza y persuasión se fue extendiendo
la lengua de “Castilla”. Dícese de Castilla, así la región por los muchos castillos
que la poblaban y su idioma también serviría de baluarte. Entre las ciudades y haciendas novohispanas,
el idioma también serviría para garantizar la palabra de sumisión y salvación.
Con casi exclusividad de acceso a la cultura (universidad pontificia, libros
censurados…) la élite religiosa se ocupó por establecer una versión oficial del
pasado. Al final de la Colonia, todavía una herejía sobre la bondad de los
mexicanos originales (incluida una leyenda de Santo Tomás en América) le valió
la cárcel y el exilio a Fray Servando Teresa de Mier[33]. La élite católica
monopolizó el saber y obtuvo grandes beneficios materiales ¿durante tres siglos
le interesó alguna verdad histórica o relató una justificación? Lo segundo es
indudable; para los clérigos la única
verdad cambiaba según las órdenes del lejano Papa de Roma o de los monarcas
de Madrid, todo lo demás eran minucias.
Durante el periodo novohispano, la noción dominante
de belleza está regida por la salvación y el arte principal es sacro. De ahí,
que la belleza del lenguaje se filtre por el tamiz católico. ¿De ahí proviene
el tamiz amable y cortés? Lo más probable que así sea. Sobreviven un par de
muestras universales de ingenio y arte: el teatro de equivocaciones de Juan
Ruiz de Alarcón y el extraño genio de Sor Juana. Dentro de invernadero de la
religiosidad surge esa flor exótica y sublime, con Juana de Asbaje que escapa a
las definiciones sencillas. En mi perspectiva, ninguna de esas dos figuras
cumbres iluminan con suficiencia al torrente principal del habla mexicana, su
presencia es universal pero distante ante lo local; muestras de que el genio
opera en la desmedida no en la medida[34]. No nos extrañe, el país recibió
un diseño colonial diseñado para durar y el ámbito de la lengua también
reflejaba esa situación; los genios de la poesía y el teatro semejan flores
exóticas sobre el lago, sus colores son ajenos al ambiente. Como ya indicamos,
la cultura de masas del siglo XX ha resultado preponderante para redefinir los
estilos mexicanos del lenguaje, mientras las cumbres de la Colonia permanecen
en un nicho de admiración, pero fuera del torrente principal.
Hacia palabras claves
Descubrir una clave es tropezar con la aguja en el
pajar o el hilo de Ariadna, pero debemos entender ese feliz descubrimiento, pues
el descifrar la pieza clave de la
comunicación es atrapar un lado del hilo y jalonar desde este extremo a quien
ignora esa tirantez del hilo. Chingada y madre… son algunos términos con
candidatura para la palabra crucial de nuestra habla singular. Un sistema de comunicación
resulta tan amplio y complejo, que resultaría en una imposibilidad reducirlo a
una palabra clave. Por tanto este tema, de antemano linda en el reduccionismo,
que con esta aclaración procuro disculpar y hasta evitar. Algunas palabras adquieren
rasgos distintivos y colorean el ambiente de la comunicación, tomando papeles
muy destacados. Por ejemplo, Octavio Paz en su ensayo clásico sobre la
naturaleza de nuestra nación, buscó términos clave que definían el modo de
comunicarnos y lo descubrió en la zona de penumbra. Dice Paz: “Son las malas
palabras, único lenguaje vivo en un mundo de vocablos anémicos. La poesía al
alcance de todos (…) Cada país tiene la suya (…) Esa palabra es nuestro santo y
seña. Por ella y en ella nos reconocemos entre extraños y a ella acudimos cada
vez que aflora a nuestros labios la condición de nuestro ser. Conocerla,
usarla, arrojándola al aire como un juguete vistoso o haciéndola vibrar como un
arma afilada, es una manera de afirmar nuestra mexicanidad (…) Toda la
angustiosa tensión que nos habita se expresa en una frase que nos viene a la
boca cuando la cólera, la alegría o el entusiasmo nos llevan a exaltar nuestra
condición de mexicanos: ¡Viva México, hijos de la Chingada!(…) Es una voz
mágica. Basta un cambio de tono, una inflexión apenas, para que el sentido
varíe. Hay tantos matices como entonaciones: tantos significados como
sentimientos.”[35]
Como se observa, para Paz el término clave es chingada y sus variaciones. Cabe
ampliar que ese insulto atrapa la clave del insultado cuando insinúa a una
madre profanada, moviliza un temor inconsciente y un fantasma verdadero en el
ofendido; se ha lanzado dardo invisible y exige ser arrancado para regresar a
la calma.
Sin embargo, ningún lenguaje (por la bastedad y
complejidad que contienen) se reduce en una palabra clave; cuando mucho, sus
partes más significativas y reiterativas, deben resaltarse. Ni siquiera el
esfuerzo filosófico para concentrarse en el Ser como término supremo merece ser
coronado por el éxito, el experimento ontológico[36] de Parménides a Heidegger
no marca la cumbre en el curso de la filosofía, sino etapas y variaciones
recurrente. Dicho de otra manera el lenguaje no se reduce a una sustancia única
y menos a un vocablo operador. Justo como indica el ejemplo de la chingada,
conforme más se emplea una palabra, va adquiriendo más significados y perdiendo
su singularidad. Aquí buscamos la singularidad de un modo de hablar completo auxiliados
por palabras clave que lo distinguen.
En el análisis de Paz, el término madre se toma de
la mano con chingada, por establecer la contraparte pasiva del verbo agresor,
interpretación del sexo como agresión. Si se resalta el término madre y sus
infinitas variaciones lo debemos unir con los traumatismos de la existencia,
que se representan en la narrativa de la Conquista y la situación de los
vencidos. Bajo esa perspicacia la palabra chingada sirve para conectar a Hernán
Cortés con Mallintzin y tejer el mito de la nación mestiza.
Las transformaciones culturales del principio del
siglo XXI han facilitado la entrada del insulto en todos los ambientes y, de
inmediato, lo ha devaluado. De ese modo, el sentido especial de grosería
contenido en las variaciones de “chingada” ha ido perdiendo filo. La
“normalización” de la grosería dentro de los medios de comunicación le ha
restado fuerza expresiva a los insultos. Quizá Paz atinó en la clave, pero al
utilizarse tanto se desgastó. Bajo el repetido empleo los insultos se
convierten en signos neutrales, gestos cómicos o confusos signos de camaradería,
por ejemplo, algunos insultos se convirtieron en “tic-muletilla” del habla
juvenil como “güey”; y al ser muletilla del discurso, se vacían de
significación precisa. Cuando en un diálogo alguien dice—“Oye, güey, pinche,
güey, está cabrón, güey.” Este rosario de viejos improperios carece de
relevancia, al significar una trivialidad: “oye, tú, fíjate”. Los insultos repetidos
y devaluado devienen en simples muletillas del habla cotidiana[37].
Hacia un sonido distintivo:
“·ch”
De modo empírico se observa en México predilección
por las palabras que incluyen el sonido compartido de “ch” y “x”, una tendencia
derivada de la influencia indígena[38]. En el jugueteo de los
apodos mexicanos se destaca ese gusto por utilizar esos sonidos. En cuanto más
libre sea la situación, más evidente es la elección: el apodo revela más que el
nombre. Y los apelativos mexicanos seleccionan términos con ese fonema: Chepe,
Chito, Chino, Chon, Chole y un largo etcétera. Por si fuera poco, la palabra
“clave” del mexicanismo es una expresión donde el sonido “ch” es marcado y
relevante. El personaje masculino emblema del México rural se eligió con ese
sonido (en el siglo XIX el chinaco y en el XX el charro), y el género musical
que se identifica con el país lo incluye en el mariachi. Otras muchas de las
palabras favoritas y barbarismo (adquisiciones, invenciones o recuperación de
viejas voces con nuevo sentido) de México expresan casi fanatismo por ese
sonido: el niño es chamaco, el bebé es chilpayate, el pelo rizado es chino, el
religioso o conservador es mocho, el alcohólico es borracho o teporocho, lo que
gusta es chido, lo malo es chafa, el guapo es chulo, la macana es cachiporra,
la morcilla es chorizo, uno sucio está chorreado, el diarreico está
chorrillento, los miedosos son chillones, los policías son chotas, el picante
es chile, la coima es chayote, el trabajo es chamba, lo falso es cachirul, lo
gracioso es chusco, lo sabroso está de rechupete, los curiosos son chismosos,
los sumisos son agachones, el conductor es chofer o chafirete, la credencial de
influyente es charola, quien la ostenta charolea, si llueve poco entonces
chispea, cuando aceleras andas como chinampina, el diablo es chamuco, la plebe
es chusma, la oportunidad es chance, el negocito es changarro, el torpe es chambón,
etc. Con una sonrisa contenida repetimos palabras donde se duplica este sonido
así Jesús es Chucho, el viejo es chocho, el perro es chucho, la de busto grande
es chichona, el golpe es chichón, la chismosa es chachalaca, el ayudante de
baja categoría es achichincle, comemos chicharrón, el indio nómada era
chichimeca, el molesto es chinche, etc. Además, a veces la “ch” se esconde y
convierte en “x”[39] y
viceversa, cuando se pronuncia en palabras como Xola (suena a Chola con una
entonación ligeramente más suave) y Xólotl (suena a Chólotl).
Entonces, este fonema surge por muchos lados y hasta
se convierte en tema de algarabía musical, como en la canción saturada de
“ches” que comienza: “Ya chole chango chilango /que chafa chamba te chutas /no
checa andar de tacuche /y chale con la charola…” Y así sigue la letra
popularizada por el grupo Café Tacuba.
Al refrenar la escritura o la frase se sustituye la
palabra “chingada” completa con la
consonante “ch”, a modo de una contención o basta con la sílaba “chin”. Ampliando,
observamos que lo negativo no existe para la mente inconsciente, pues la
impresión mental positiva predomina, así el acto sexual y su energía está en el
fondo atractivo y reiterado de esa palabra. La obsesión mexicana que repite
“chingar” de tantas maneras implica: volver al sexo una y otra vez, con
distintas máscaras. Nos encontramos, de súbito, con la teoría psicoanalítica de
Freud: en el fondo la psique es deseo sexual metamorfoseado[40]. En ese sentido el fonema
de “ch” es un beso y un deseo, el inicio de cualquier cosa y su fondo de
anhelo.
Para redondear este viaje especulativo, recordemos
que para algunos cultivadores del pasado náhuatl el auténtico nombre de México corresponde más a un sonido suave de la
“ch”, una variante como “sh” o bien un “sc” de una letra ese larga —semejante a
cuando se manda a callar a alguien—, además de que no incluiría acento esdrújulo
por la pronunciación original.
Puntualizando la
singularidad de la lengua y habla mexicanas
Concluimos que proviene
de dos sistemas de lenguas-sustanciales originales (el sistema indígena y
español[41]), dos choques históricos de gran fuerza (la
Conquista y la norteamericanización con su Globalización), y cuatro procesos de
integración intensos (formación del mercado nacional capitalista; retroalimentación
del Estado nacional; educación básica universal y medios masivos de
comunicación). Si consideramos que existen varias raíces de la forja nacional,
entonces para una de las raíces nacionales (su lengua) existe la integración
compleja y multifactorial que hemos descrito.
Existen abundantes evidencias empíricas de la
singularidad del habla mexicana y su conjunto es una lengua en potencia, porque
la diferencia esencial entre uso-habla y
lengua-estructura no es empírica sino de potencial para comunidad nacional[42].
Ya muchos autores han anotado peculiaridades en usos y estilos, ya sea por
cortesía, doblez, enmascaramiento, albur, broma, etc. Como sea, existe una vasta
colección del sentido mexicano de las palabras y una gran aportación de vocablos
locales que se han difundido. Siguiendo a Paz destaca el término chingar en calidad de palabra clave del
estilo nacional, aunque se ha desgastado con su uso y proliferación de
variaciones. Además existe un sonido amado por nuestro pueblo que corresponde a
la “ch” y sus variaciones, mostrado en la irrupción de apodos, palabras
inventadas y demás aplicaciones creativas.
La fuerza de esa singularidad en esta lengua
nacional mexicana queda y permanece disimulada,
porque está regulada por un sistema internacional, que rige al idioma español.
Dada la fase de globalización del siglo XXI resulta inimaginable que el
surgimiento de una tendencia mexicanista radical separase la regulación de nuestro idioma del sistema actual, ya que
el idioma español con uso internacional (donde nuestra lengua marca una
diferencia disimulada) resulta conveniente para mantenerse en el marco de
flujos mundiales[43].
¿Una diferencia de lenguas disimulada es débil o menor? Para las estrategias de
poder una posición disimulada (parapetada o con camuflaje) siempre es
doblemente fuerte, aunque sea menor su protagonismo[44]. El idioma es una dimensión
del sistema-nación, sí éste es fuerte y ascendente también será impetuoso su
sistema lingüístico, aunque quede disimulado.
Conclusión: el mexicanismo
en la visión del lenguaje formador de naciones y continentes a la deriva
Para algunos teóricos las lenguas refinadas
(literarias, educadas, estatizadas…) forman naciones; para otros, son las
naciones modernas las que forman lenguas[45]. De cualquier manera la
ecuación de Estado nacional igual a lengua nacional es eficaz, pero no
universal, en este ejemplo, varias naciones no se han separado de sus
“lenguas-madre”. De hecho México acumula la mayor masa mundial de
hispanohablantes, así, por fuertes o diversas que sean las naciones el idioma
no basta. Sin que este espacio pretenda actualizar la teoría del vínculo entre
nación y lengua, lo que se deduce del caso mexicano (semejante al de otras
grandes naciones latinoamericanas) implica que la nación tiende a fraguar un lenguaje singular dentro de un idioma
general, no un simple uso o habla. El lenguaje del mexicanismo se ha desarrollado dentro del idioma español y éste ha
asimilado vocablos y usos mexicanos. En este caso, la robustez nacional de
México produce ese lenguaje singular y sus estilos. Para el resto de los
hispanohablantes resulta fácil distinguir (separar, distanciar… alejar de su
territorio mental) ese estilo mexicano con sus usos y costumbres que se han
difundido hacia todas las latitudes. Ese estilo nacional funciona adentro como
precisión en el medio de comunicación, hacia afuera opera como un sello
distintivo (un estilo).
En cuanto previsión inmediata, no parece viable que la
dinámica e influjo propios de la nación mexicana provoquen —en el sentido activo de provocar— una diferenciación tan
profunda que rompa la unidad del idioma español. Este lenguaje singular de los
mexicanismo no ha tendido a separarse de modo tajante de sus vínculos externos
y se mantiene como variación de uso o reducido a estilo. Hace un siglo fue una herejía afirmar que los continentes
se estaban separando, hoy es evidencia de geología. Dado el nivel e intensidad
de las relaciones globales no parece viable que surja pronto un fenómeno de
autonomía lingüística desde las
comunidades de América, pues más bien la tendencia fluye en sentido opuesto.
Sin embargo, otra tendencia opuesta conduce hacia la misma encrucijada: preguntemos
si en el futuro más próximo se fusionarán naciones en unidades mayores,
mediante supra-naciones como anuncia la Unión Europea y la respuesta también
implicará el porvenir de los idiomas[46]. Dado ese proceso de integración
europea: ¿Por cuánto tiempo España seguirá siendo el epicentro del idioma
español? ¿Cuándo los vientos del europeísmo anularán ese epicentro y reconfigurará
los lazos idiomáticos? Recordemos el modelo de integración nacional fuerte que cumplieron hace dos siglos los principales
países europeos, y ese camino sigue esta ruta: mercado común o interior conduce
hacia una economía integrada > sistema estatal unido > sin fronteras
interiores > movilidad interior > reproducción en común > unificación
del sistema educativo > un solo lenguaje para el aparato de Estado >
dominio de una sola lengua en el espacio económico y cultural > lenguaje
unificado > leguaje oficial (nacional, en este caso supra-nacional). La
conclusión es que el español se reacomoda frente a los demás idiomas europeos no
oficiales, ante el europeísmo mengua y languidece en su aspecto
político-económico. Siendo esa la agenda lógica de la unificación europea,
entonces España abandonará su liderazgo en materia del idioma ante las antiguas
colonias. En tal eje crece la hipótesis de una separación idiomática entre España
y la pléyade hispanohablante, entonces el “mexicanismo” adquiere un sentido clave.
NOTAS:
[1] Ese tipo
de lengua “adamita” que pretendieron los filólogos renacentistas. Cf. FOUCAULT,
Michel, Las palabras y las cosas.
[2] Para el mexicano ese movimiento hacia sí mismo se dirige al Ombligo de
la Luna y hacia fuera de sí viaja con
destino a la estrella matutina, representación de Quetzalcóatl en el lejano
horizonte.
[3] “La
espiral, el caracol (emblema lunar), la mujer, el agua, el pez, pertenecen
constitutivamente a ese mismo simbolismo de la fecundidad, que aparece en todos
los planos cósmicos.”, p. 223. en ELIADE, Mircea, Tratado de historia de las religiones.
[4] La
evolución desde el castellano hacia el español y la validez de esos términos es
todo un tema. La actual región de Castilla es la matriz de ese idioma, la misma
tardanza para la integración nacional de España va de la mano con la narrativa
de ese paso desde el castellano hasta el español. El primer gran diccionario
RAE fue denominado de “castellano” con sobrada razón. Hasta el siglo XX la
discusión ha estabilizado la preferencia
por el término español para denominar a la lengua.
[5] De modo
incisivo, Ortega y Gasset señala que la vocación unificadora de España fue un
gran motor desde la reconquista interior que siguió el curso de gran imperio de
ultramar. Cf. ORTEGA Y GASSET, José, España
invertebrada.
[6] Aquí el habla posee la misma estructura de cualquier práctica con su
nivel inmediato de operación, cuando la herramienta permanece oculta pues es el
mismo lenguaje asimilado. De ahí la dificultad para descubrir al lenguaje y la
importancia de una “episteme” que lo explique según el primer Foucault de Las palabras y las cosas.
[7] En general, diccionarios son colecciones del uso pasado, por tanto
como indica un personaje de Cortázar en Rayuela es un “cementerio de palabras”.
[8] Estudios
importantes subdividen el habla mexicana en regiones marcadas por la influencia
de las distintas matrices indígenas como la maya y las regiones del norte
siguiendo a Juan Miguel Lope Blanch.
[10] Contamos con aproximaciones empíricas al enorme acervo de mexicanismo
mediante la colección de mexicanismos del DRAE, diccionarios de localismos, colecciones
de refranes mexicanos, etc. La interpretación empírica donde se aparea un
“espacio” de nación (el lugar México) con un evento de habla (su habla) no
resulta por completo satisfactorio para el análisis riguroso. El habla requiere
un quién (sujeto colectivo) o un qué (una estructura) que mantenga la identidad
de ese aparear el espacio con la comunicación. La pregunta de fondo es si el
habla (uso) posee la potencia de devenir lengua (estructura).
[11] Las Academias y diccionarios oficiales sirven de referencia
institucional para establecer una frontera para el idioma oficial. Las variaciones
locales del español poseen una “institucionalidad” menor frente al español de
la RAE y su diccionario.
[12] PAZ,
Octavio, El laberinto de la soledad. A
su vez, tributario del psicoanálisis, de lo contrario ¿para qué darle
centralidad al impulso del deseo reprimido como clave de la lengua nacional?
[13] CARBALLO,
Emanuel, Ya nada es igual, p. 92-93.
En ese sentido, la importancia del chingar sería una reacción gigantesca a la
educación católica masiva, efectuando una catarsis del idioma.
[16] RIDING,
Alan, Vecinos distantes, p. 22. Esta
idea de una autodefensa excesiva encaja con la visión del sentimiento de
inferioridad del Samuel Ramos y en las máscaras de Paz.
[18] Para el primer Foucault el separarse las palabras de las cosas, viene
de la ruptura del periodo que él llama clásico, inaugurado con El Quijote en la literatura y dominado
por el cartesianismo en la filosofía. Estima que hasta el Renacimiento el
lenguaje es una cosa entre otras cosas (una objetividad no separada en la
episteme) y en el siguiente periodo llamado clásico el lenguaje es el discurso
que fluye en una unidad propia para ordenar el reino de las cosas. Las
palabras y las cosas.
[19] PAZ, Octavio, El laberinto de la
soledad, p. 10. Aunque con Paz, la “máscara” adquiere la dimensión de una
explicación sistemática para el fenómeno nacional.
[21] El discurso
del Estado se levanta sobre una aporía kantiana, pues el Poder debe ocupar todo
el espacio (gestión total del territorio) y todo el tiempo (gestión de la
soberanía permanente), pero está impedido para violar cualquier legalidad
propia (atacar su propio Ser de Poder legal), entonces inventa un discurso que
abarca todo sin tocar mucho, de ahí el estilo pastoso (vacío) y hasta
incomprensible de gran parte del discurso estatal. Sobre la aporía de totalidad
Cf. KANT, Emmanuel, Crítica de la razón
pura.
[23] En la estructura del Estado enajenado (el único que conocemos) circula
un ingrediente de incomprensión y la orden —siempre supuesta como superior—
posee un componente de opacidad y objetivo manipulado. Anoto que la crítica a
la praxis burocratizada por una marxista talentoso como Sánchez Vázquez se
queda en la superficie casi naif. Dice: “La praxis se burocratiza dondequiera
que el formalismo o el formulismo domina, o, más exactamente, cuando lo formal
se convierte en su propio contenido”. Filosofía
de la praxis, p. 213.
[24] Para
México moderno parece una reflexión irrelevante, pues contamos con dos siglos
de integración nacional relativamente exitosa, pero muchos Estados
plurinacionales fracasaron entre dificultades de ese tipo: funcionarios que no
comprendían la lengua local y viceversa, gravitando en el fracaso del modelo.
Cf. Hobsbawm, Erick, Naciones y
nacionalismo desde 1780.
[25] La lucha
oficial contra el cantinflismo y la picaresca populares parece haber cesado,
mientras que contra su propio cantinflismo del discurso estatal se metamorfosea
en el discurso sobre la “transparencia”, como objetivo de políticas públicas.
¿El Poder logará ser transparente algún día?
[26] Existe un
flujo económico en el sistema colonial, que no alcanza a metabolizar a toda la
población, se parece a un sistema de enclaves, con circuitos de
plata-mercaderías de lujo, mientras la mayor parte del país se define en
circuitos autárquicos regionales, sin una fuerte integración nacional de
mercados.
[27] Para un marxismo economicista, la fórmula debería igualar el mercado
con el lenguaje usual, sin embargo, ese signo de equivalencia no ocurrió de
modo general. BAUER, Otto, La cuestión de
las nacionalidades y la socialdemocracia.
[28] Podría corresponder
a “azares” del estado de la técnica (alcance de las emisiones) o a la
configuración de los grupos empresariales que dominan estos medios. Los grupos
de medios de comunicación se concentraron en la capital de la república desde
donde adquirieron el aire de nación entera, aunque contribuyeron a asimilar y
“nacionalizar” el estilo de algunas regiones, como el mariachi del Jalisco y el
Bajío hasta identificarlo con lo mexicano puro.
[29] Este
proceso histórico es crucial para la conformación de la cultura nacional y la
integración efectiva de la población, no es simple proceso de “estilo” en el
sentido estético. Cf. VALDÉS MARTÍN, Carlos, “La forja de la nación en la
historia”, en Las aguas reflejantes, el
espejo de la nación.
[30] Conforme
el inglés se ha convertido más en una especie de “lengua franca” planetaria del
comercio e Internet, se pierde el antagonismo de orgullo nacionalista contra
esa lengua, y la población acepta el aprendizaje del inglés como deseable.
[31] Existe un
interesante intento en el tercer capítulo de Visión de Anáhuac, cuando se
evalúa el estilo y efecto de un canto nahua cuajado de flores. Véase REYES,
Alfonso, Visión de Anáhuac.
[32] A partir
de la Visión de los vencidos, una fuerte corriente de antropología siguió con
la tarea de mirar a los aztecas sin las gafas de los conquistadores. Cf.
LEÓN-PORTILLA, Miguel, Visión de los
vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista.
[34] Así, Sor
Juana es cotidianamente recordada con un poema de reclamo a los “hombres
necios” que al repetirse suena y resuena a un feminismo colocado fuera de
época.
[35] PAZ, Octavio, El laberinto de la
soledad.
[36] La
ontología es la “ciencia del ser”, que surge en diferentes contextos de la
investigación filosófica. Cf. FERRATER MORA, José, Diccionario de filosofía abreviado.
[37] Pareciera
que se reinventan nuevas palabras insultantes y groserías, quizá mediante el
reproceso de la “discriminación” en temas de racismo, género y orientación
sexual.
[38] Tendencia
que también es compartida por otras regiones con influencia indígena, como la
Andina, y expandida a las demás áreas de América.
[39] Es famosa
la explicación de Fray Servando Teresa de Mier, donde además conecta el uso de
la “x” como vinculación con Cristo, dando un giro místico al argumento.
[41] Aquí no nos referimos a que la lengua indígena precolombina fuese una,
sino a que del mosaico se genera un efecto de conjunto hacia el sistema de
habla siguiente, rescatando fragmentos de todos los grupos, según su peso
social y poblacional, donde obviamente predominaban dos.
[42] Los
partidarios de una visión demasiado etérea de la nación como “comunidad
imaginaria” se impresionan por procesos de implantación de una lengua nacional
en espacios de idiomas diversos, de modo muy rápido, como en Indonesia. Debe
existir el potencial de integración nacional para que se integre el lenguaje.
En otros casos, el Estado contiene la diferenciación y ese es el caso del
español en América. Cf. ANDERSON, Benedict, Comunidades
imaginadas.
[43] Una lengua
separada de un país, formada como lengua nacional independiente no resulta un
obstáculo radical, dada la amplitud de los sistemas de traducción y
equivalencias, combinados con potentes sistemas de comunicación La existencia
de un idioma único en Japón o Mongolia no excluye a los países de la
competencia mundial, aunque represente algún grado de dificultad, que Japón
logró resolver de modo brillante. Aquí la pregunta es si dada la situación mexicana
existe una tendencia centrífuga y autónoma del idioma, y la respuesta indica
que no existe tal tendencia.
[44] Incluso lo
“menor” no siempre es signo de debilidad, ni ésta de intrascendencia. El
disimulo con el cual crece una tendencia diferente podría ser condición de su
fortaleza. Cfr. DELEUZE, Gilles, Franz
Kafka por una literatura menor.
[45] Hobsbawm
acepta que sí ha sucedido un camino clásico de lenguas literarias contribuyendo
a la formación nacional, pero duda que siga sucediendo así: “En modo alguno (tampoco)
está claro que continúe o pueda continuar la pauta clásica de nacionalismo
lingüístico, la de transformar un idioma étnico en una nueva lengua literaria,
«nacional», estándar, para todo uso”, p. 170, en HOBSBAWM, Eric, Naciones y nacionalismo desde 1780.
[46] La obra de
Karl Deutsch Las naciones en crisis,
presenta un contrapunto al ser una serie de estudios concretos sobre la
formación de las naciones después de la Segunda Guerra Mundial, cuando ahora
nos enfrentamos con nuevas tendencias. En su revisión empírica queda muy claro
que el crecimiento de lenguas nacionales en Europa fue de la mano con la
formación de naciones independientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario