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jueves, 8 de junio de 2017

HAMBRE DE HÉROES AL ALZA





Por Carlos Valdés Martín


Ahora sufrimos un hambre curiosa, que no es del estómago, sino de la imaginación… la de paladines verdaderos. Los tiempos antiguos estaban satisfechos con sus mitos, que para ellos contaban hechos ciertos. La heroicidad de los griegos se saciaba con las narraciones de Hércules y las guerras de Troya, ante Persia y las conquistas de Alejandro Magno. La combinación de sus mitos con narraciones históricas resultaba suficiente para saciar las ganas de heroísmo. Además los oficios de la guerra eran accesibles o indispensables. Para la psicología una función del relato heroico es la canalización positiva de tendencias violentas latentes en la mente.[1] Actualmente, los tiempos cambiaron y los mitos cayeron en descrédito, además las guerras se alejan cual evento riesgoso y hasta pernicioso para el sistema socio-económico mundial. Nunca regresarán los días cuando bastaba aportar escudo y espada para integrarse a la falange romana.[2] Y lo peor: además los soldados ya no regresan de las guerras cual alegres campeones, sino como adoloridos testigos de destrucciones apocalípticas.

Por lo mismo, el heroísmo parece encasillado dentro del reino de la fantasía, en los circuitos comerciales del entretenimiento. No es casual que para entretener los superhéroes de cómic se hayan apoderado del escenario. Los niños, jóvenes y hasta adultos devoran las fantasías sobre superhéroes de ficción y también los videojuegos engrosan el culto a variedades fantásticas de paladines. Asimismo, el deporte fabricando campeones de un espectáculo masivo pareciera servir de sustituto más cercano a la creación clásica de héroes míticos; sin embargo, a fin de cuentas, el deporte solamente es un juego.

En nuestra sociedad existe intensa demanda por una mercancía aparentemente agotada, el héroe pleno y realmente existente pareciera esconderse, desaparecer del escenario moderno. De nuevo, creo indispensable recurrir a una extensión de los conceptos, y recuperar por un efecto de utilidad lo que ya olvidamos de Thomas Carlyle,[3] pues ahora dentro de la vida cotidiana brotan las chispas de heroísmo, y rescato un rasgo típico del acto heroico que permaneció bajo la sombra. El heroísmo es entrega desinteresada, esa hazaña cumplida posee el rasgo de un beneficio final sobre el cual el ego no adquiere provecho y entonces la retribución final del acto heroico implica beneficio desinteresado para el prójimo. Recordemos a Prometeo, modelo del héroe mítico, quien entrega a la humanidad el fuego bienhechor a cambio de nada; al contrario de cualquier gratificación, Prometeo termina encadenado. Entonces existe ese otro heroísmo a ras de suelo, sobre el cual alcanza cosecha abundante, y nos entrega generosidad convertida la filantropía.

En efecto, a nuestro alcance permanecen decenas de definiciones y palabras para el mismo acto generoso e indispensable. La abundancia de estas palabras y sus variaciones nos revela lo extendido de tales acciones generosas a lo largo de siglos. Enlisto siguiendo el orden alfabético para invitar al lector para que agregue alguna palabra iniciada con la misma letra, como son:


altruismo; amor; abnegación; agradecimiento; amistad; aportación; ayuda; auxilio;
benefactor; beneficencia; benevolencia; beatitud; bonhomía; bondad;
caridad; comedimiento; consideración; compasión; comunitario; cooperativo; correspondencia; cordialidad;
dádiva; donación; devoción; deferencia; desprendimiento; donante;
entrega; equidad; espléndido; empático;
filantropía; fraternidad;
generosidad; gratitud;
hermandad; homenaje; humanidad;
justo; justiprecio;
legado; liberalidad; lealtad;  
magnánimo; miramiento; mutualismo; merced;
noble;
ofrenda; óbolo; otorgar;
prodigar; proveer; providencial; piedad;
querer;
razonable; recompensa; reconocimiento; responsabilidad; reparto;
sacrificio; santidad; solidaridad; subsidios; solícito; socorro;
tributo;
útil (en el sentido de serlo para otros);
virtud; voluntariado.



 



Resulta alentador que nuestro lenguaje posea tantos términos señalando hacia esta misma esencia. Así, el heroísmo todavía ofrece un camino cotidiano para acciones de beneficio incuestionable, y además tal clase de heroísmo permanece al alcance de todas las manos y hasta para esa multitud de pies descalzos.[4]

Quien ha sufrido una larga privación de hambre puede caer en la avidez para devorar cual león enfurecido. En este caso, tal hambre de héroes también facilita ese fanatismo sustituto a través del deporte, la religión y la política. El fanatismo se disfraza de heroísmo mal entendido que, en lugar de dar generosamente, busca imponer al vecino las propias preferencias y hasta necedades. El fanatismo sin duda es una mixtificación del acto heroico, que no saciará el hambre verdadera de bienhechores.

Mucho mejor surge la filantropía cuando sabe entregar y, por si fuera poco, posee el buen tino para aliviar muchas vidas marcadas por la adversidad. En la sociedad actual existen multitudes de gente generosa que entrega sin esperar el gran aplauso, pero día a día ofrenda una porción de recursos y tiempo para el beneficio concreto de los demás. Nuestra misma sociedad, un tanto aturdida por sus propios problemas o por el ruido de malas noticias, sigue de largo y no se ocupa en estimar a sus filántropos discretos. Y algunos son filántropos pero discretos al extremo, como si la mirada pública fuera a entorpecer sus buenos actos.
La infancia es una edad hambrienta, por su apetito de modelos a los cuales seguir. Cuando nuestros niños admiran a sus héroes de caricatura y a sus deportistas ¿no están a tiempo para admirar los actos voluntarios de la Cruz Roja, el Club Rotario, el Hospital Shriners u otra agrupación semejante? A veces sin pensarlo, accedemos para llevar a los niños a la feria, en cambio ¿les sugerimos alguna visita a instalaciones de clubes filantrópicos?
Saciar a nuestros niños con héroes de cómic ¿satisface su hambre legítima de modelos a imitar con una comida chatarra para su mente? Como adultos, al parecer, hemos crecido indiferentes antes quienes ponen su granito de arena para hacer de este mundo un sitio mejor. No somos por entero indiferentes, casi todos ponemos una moneda en ese bote de ayuda o destinamos una mínima porción para el bienestar ajeno. Por eso olvidamos que la nueva generación se sentirá más satisfecha acercándola más hacia la filantropía. 
Post Data: Este relato amenazó con llamarse “Vuelven los superhéroes”, “La segunda muerte de Superman”, “Superman revive”, “Héroes intoxicados”, “La soledad del niño sin su héroe favorito”, etc. Pero terminé considerando que el apetito es importante, pero esa hambre interior que no se sacia con ningún alimento, aunque la actualidad está saturada de sustitutos. Al final hubiera querido titularlo como “Héroes de carne y hueso”, “Los héroes sí existen”, incluso coquetee con el paradójico de “Salvando a los superhéroes”, pero lo dejamos así.


[1] Carl Gustav Jung, explicó la adhesión hacia un arquetipo positivo.
[2] Nicolás Maquiavelo, Discursos sobre la primera década de Tito Livio.
[3] Thomas Carlyle, Los héroes.
[4] La conversión de la clase social proletaria en una especia de héroe colectivo es el rasgo psicológico que anota Marx en este tema, presente con claridad desde La ideología alemana.

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