Por Carlos Valdés
Martín
Ahora sufrimos
un hambre curiosa, que no es del estómago, sino de la imaginación… la de
paladines verdaderos. Los tiempos antiguos estaban satisfechos con sus mitos,
que para ellos contaban hechos ciertos. La heroicidad de los griegos se saciaba
con las narraciones de Hércules y las guerras de Troya, ante Persia y las
conquistas de Alejandro Magno. La combinación de sus mitos con narraciones
históricas resultaba suficiente para saciar las ganas de heroísmo. Además los
oficios de la guerra eran accesibles o indispensables. Para la psicología una
función del relato heroico es la canalización positiva de tendencias violentas
latentes en la mente.[1]
Actualmente, los tiempos cambiaron y los mitos cayeron en descrédito, además
las guerras se alejan cual evento riesgoso y hasta pernicioso para el sistema
socio-económico mundial. Nunca regresarán los días cuando bastaba aportar escudo
y espada para integrarse a la falange romana.[2]
Y lo peor: además los soldados ya no regresan de las guerras cual alegres
campeones, sino como adoloridos testigos de destrucciones apocalípticas.
Por lo mismo, el
heroísmo parece encasillado dentro del reino de la fantasía, en los circuitos
comerciales del entretenimiento. No es casual que para entretener los
superhéroes de cómic se hayan apoderado del escenario. Los niños, jóvenes y
hasta adultos devoran las fantasías sobre superhéroes de ficción y también los
videojuegos engrosan el culto a variedades fantásticas de paladines. Asimismo,
el deporte fabricando campeones de un espectáculo masivo pareciera servir de
sustituto más cercano a la creación clásica de héroes míticos; sin embargo, a
fin de cuentas, el deporte solamente es un juego.
En nuestra sociedad
existe intensa demanda por una mercancía aparentemente agotada, el
héroe pleno y realmente existente pareciera esconderse, desaparecer
del escenario moderno. De nuevo, creo indispensable recurrir a una extensión de
los conceptos, y recuperar por un efecto de utilidad lo que ya olvidamos de Thomas
Carlyle,[3]
pues ahora dentro de la vida cotidiana brotan las chispas de heroísmo, y rescato
un rasgo típico del acto heroico que permaneció bajo la sombra. El heroísmo es
entrega desinteresada, esa hazaña cumplida posee el rasgo de un beneficio final
sobre el cual el ego no adquiere provecho y entonces la retribución final del
acto heroico implica beneficio desinteresado para el prójimo. Recordemos a
Prometeo, modelo del héroe mítico, quien entrega a la humanidad el fuego
bienhechor a cambio de nada; al contrario de cualquier gratificación, Prometeo
termina encadenado. Entonces existe ese otro heroísmo a ras de suelo, sobre el
cual alcanza cosecha abundante, y nos entrega generosidad convertida la
filantropía.
En efecto, a
nuestro alcance permanecen decenas de definiciones y palabras para el mismo
acto generoso e indispensable. La abundancia de estas palabras y sus
variaciones nos revela lo extendido de tales acciones generosas a lo largo de
siglos. Enlisto siguiendo el orden alfabético para invitar al lector para que
agregue alguna palabra iniciada con la misma letra, como son:
altruismo; amor;
abnegación; agradecimiento; amistad; aportación; ayuda; auxilio;
benefactor; beneficencia;
benevolencia; beatitud; bonhomía; bondad;
caridad; comedimiento;
consideración; compasión; comunitario; cooperativo; correspondencia;
cordialidad;
dádiva; donación;
devoción; deferencia; desprendimiento; donante;
entrega; equidad;
espléndido; empático;
filantropía; fraternidad;
generosidad;
gratitud;
hermandad; homenaje;
humanidad;
justo;
justiprecio;
legado;
liberalidad; lealtad;
magnánimo; miramiento;
mutualismo; merced;
noble;
ofrenda; óbolo;
otorgar;
prodigar;
proveer; providencial; piedad;
querer;
razonable;
recompensa; reconocimiento; responsabilidad; reparto;
sacrificio; santidad;
solidaridad; subsidios; solícito; socorro;
tributo;
útil (en el
sentido de serlo para otros);
virtud; voluntariado.
Resulta alentador
que nuestro lenguaje posea tantos términos señalando hacia esta misma esencia.
Así, el heroísmo todavía ofrece un camino cotidiano para acciones de beneficio
incuestionable, y además tal clase de heroísmo permanece al alcance de todas
las manos y hasta para esa multitud de pies descalzos.[4]
Quien ha sufrido
una larga privación de hambre puede caer en la avidez para devorar cual león
enfurecido. En este caso, tal hambre de héroes también facilita ese fanatismo
sustituto a través del deporte, la religión y la política. El fanatismo se
disfraza de heroísmo mal entendido que, en lugar de dar generosamente, busca
imponer al vecino las propias preferencias y hasta necedades. El fanatismo sin
duda es una mixtificación del acto heroico, que no saciará el hambre verdadera
de bienhechores.
Mucho
mejor surge la filantropía cuando sabe entregar y, por si fuera poco, posee el
buen tino para aliviar muchas vidas marcadas por la adversidad. En la sociedad
actual existen multitudes de gente generosa que entrega sin esperar el gran
aplauso, pero día a día ofrenda una porción de recursos y tiempo para el
beneficio concreto de los demás. Nuestra misma sociedad, un tanto aturdida por
sus propios problemas o por el ruido de malas noticias, sigue de largo y no se
ocupa en estimar a sus filántropos discretos. Y algunos son filántropos pero
discretos al extremo, como si la mirada pública fuera a entorpecer sus buenos
actos.
La
infancia es una edad hambrienta, por su apetito de modelos a los cuales seguir.
Cuando nuestros niños admiran a sus héroes de caricatura y a sus deportistas
¿no están a tiempo para admirar los actos voluntarios de la Cruz Roja, el Club
Rotario, el Hospital Shriners u otra agrupación semejante? A veces sin pensarlo,
accedemos para llevar a los niños a la feria, en cambio ¿les sugerimos alguna
visita a instalaciones de clubes filantrópicos?
Saciar
a nuestros niños con héroes de cómic ¿satisface su hambre legítima de modelos a
imitar con una comida chatarra para su mente? Como adultos, al parecer, hemos
crecido indiferentes antes quienes ponen su granito de arena para hacer de este
mundo un sitio mejor. No somos por entero indiferentes, casi todos ponemos una
moneda en ese bote de ayuda o destinamos una mínima porción para el bienestar
ajeno. Por eso olvidamos que la nueva generación se sentirá más satisfecha
acercándola más hacia la filantropía.
Post Data:
Este relato amenazó con llamarse “Vuelven los superhéroes”, “La segunda muerte
de Superman”, “Superman revive”, “Héroes intoxicados”, “La soledad del niño sin
su héroe favorito”, etc. Pero terminé considerando que el apetito es
importante, pero esa hambre interior que no se sacia con ningún alimento,
aunque la actualidad está saturada de sustitutos. Al final hubiera querido
titularlo como “Héroes de carne y hueso”, “Los héroes sí existen”, incluso
coquetee con el paradójico de “Salvando a los superhéroes”, pero lo dejamos
así.
[4] La conversión de la
clase social proletaria en una especia de héroe colectivo es el rasgo
psicológico que anota Marx en este tema, presente con claridad desde La ideología alemana.
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