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miércoles, 1 de diciembre de 2021

PERCIVAL O LA LEYENDA DEL ÚLTIMO


 


Por Carlos Valdés Martín

La narración de Percival implica la consigna de que los últimos serán los primeros, al atribuir la redención al más pequeño de los caballeros de la mesa redonda de Arturo.[1] En especial, esta narración de Percival (Percebal, a veces sustituido por Galahad o Gawain, el hijo de Lanzarote o Lancelot) es importante porque se reconvirtió en la noción del proletario emancipado o del esclavo manumiso.[2] Este relato posee la misma estructura de la física del resorte, cuando la máxima compresión (por la caída o el rebajamiento) se trasmuta en la máxima crecida (por explosión o ventura). Como sea son relatos de logro y redención a partir del elemento más débil que supera su condición. Lo más lógico es que sea un personaje que viene desde lo bajo, ya sea por juventud o por condición social humilde (extranjería, debilidad extrema).

Las leyendas de Arturo son narraciones de búsqueda, las cuales persiguen un bien supremo, en particular, interesa alcanzar el Santo Grial que salve a la tierra y el personaje agonizante. La supremacía del rey Arturo (o la de su mago Merlín) y su grupo de caballeros no resulta suficiente y debe relevarlo un personaje emergente. En un tramo de la narrativa fallan las capacidades de las fuerzas del bien para salvar al reino y se requiere de un relevo, una fuerza emergente, que sea más inocente, juvenil e inicialmente desvalida.

El relato del rey Arturo marca un ciclo, desde la inocencia al encumbramiento, luego de un clímax transitorio que no se sostiene, resbala a una decadencia y resurge una posterior salvación desde el elemento inesperado o externo. En esta visión la idea del ciclo natural es diáfana y está reforzada por el ciclo mágico, como dos lados indisolubles del relato, donde desde lo naciente se pasa a lo potente, a lo dominante, a lo decadente, incluso la muerte y vuelve a comenzar el ciclo desde lo naciente.

Para que este ciclo opere mejor, la fuerza emergente comienza desde la posición más humilde. ¿Qué tanto? No existe una posición definida al comenzar desde un sitial bajo (inferior),[3] puede ser que haya un hijo de rey extraviado (Moisés, Edipo) o que simplemente sea joven e inexperto (Arturo y Percival) o que esté marcado por algún tipo de debilidad temporal (Odiseo extraviado). La debilidad al carecer de ”cuna noble” sirve para que el protagonista emergente sea mejor identificado por los espectadores y sea motivo de más simpatía; en ese sentido, conviene que Percival sea plebeyo o comience siendo un simple escudero.

En algunos relatos hay más que individuos, hay grupos; en este relato están agrupados los caballeros (son la manada, la tribu, el grupo) de tal manera que los protagónicos adquieren mayor relevancia. Esa agrupación sirve de contraste a la individualidad auténtica, mientras el grupo sirve de referente fungiendo como familia genérica.

Arquetipo y proletariado

La figura del débil que crece y se levanta hasta convertirse en un redentor pertenece a los grandes modelos psíquicos de la humanidad, forma un arquetipo del comportamiento, según los términos de Jung. Entonces el personaje débil también se convierte en un símbolo y un elemento clave de las grandes religiones, por eso hay un “Niño Dios” y un Niño Vishnú que son venerados en sendas religiones. Que exista un modelo psicológico de conversión desde la debilidad hasta la redención no resulta extraño pues la trayectoria normal de la vida comienza en la infancia desvalida para terminar en una vida de adulto sano, capaz de resolver su propio problema vital.

El concepto de las clases sociales es falso que lo haya inventado Marx como modelo científico,[4] siendo que ya era parte del “vox populi” europeo desde el siglo anterior (el s. XVIII). Resultaba funcional que, al perderse los estamentos feudales dentro de una sociedad más abierta y mercantil, la clasificación espontánea fuera mediante las fortunas y actividades productivas. Esto se comprueba en lecturas dieciochesca que reflejan ese ambiente, como en Carlyle.[5] Entonces la fusión de la visión entre el arquetipo del oprimido ascendente con la clase proletaria era un “fantasma” que recorría Europa cuando el inquieto autor del Manifiesto Comunista, lo plasmó en sus teorizaciones políticas. El atribuir demasiadas cualidades potenciales al grupo productivo, por su propio exceso, señala una emanación que desborda la teoría rigurosa y desprende un aura de ideología. El error de convertir la economía en una ideología era evidente desde que se fusiona la teoría con la ideología que busca efectuar la crítica de “toda ideología”, es decir, la auto ascensión.[6] Sin embargo, es con los herederos ideológicos radicales cuando se observan los excesivos requerimientos que adornan al proletariado como clase revolucionaria, lo cual derivó en la entrega del poder al Estado, que manda en lugar del proletariado; es decir, se corona una sustitución absoluta y se abre el espacio al experimento social fracasado.[7] Cierto, que una redención del proletariado y de cualquier grupo subordinado y/o explotado requiere de satisfacerse, sin embargo, esto no implica inventar un utopía radical o un experimento sin fundamentos, según las pretensiones de supuestos herederos “ortodoxos” del marxismo. La atención a necesidades satisfechas, demandas sociales y miserias extendidas requiere de abordajes de solución, lo cual no implica una hipótesis fantasiosa por anticipado, que arruine lo propio que se busca. La “acción directa” y la ausencia de parámetros de éxito establece una neblina ideológica para los engaños y los fracasos.[8]

Regeneración vegetal, animal y la otra

Algunas plantas mueren y dan fruto, sin que la misma planta regrese, otras llegan a secarse y languidecen en otoño para reverdecer iguales. Ese volver al follaje y el verdor es la primera noción de regeneración. En los animales resulta mucho más raro ese repararse por completo, aunque los osos hibernan y hay casos más sorprendentes, como los ajolotes que son capaces perder una extremidad por entero y regenerarla por completo. Este extraño caso de los ajolotes marca la noción de regeneración del “reino animal”. Los procesos iniciáticos rituales de algunos pueblos han evocado esa facultad de regeneración completa. En otro nivel, en el ámbito ético o personal también se perciben casos de regeneración completa, cuando una persona ha estado por completo abatida, revolcándose en el fango de su desgracia o flotando en su abyección, también visualizamos casos de regeneración o de redención. Para el cristianismo San Agustín es el ejemplo del disoluto que recibe una inspiración y se encarrila por una vida purificada y con grandes luces intelectuales, ejemplo de una regeneración de la vida.

Dejemos de lado la caída y la decadencia, para centrarnos en el caso del desarrollo sano y de crecimiento. La presencia de esta leyenda de Percival como un anhelo no invita a pensar que cada nueva generación sigue ese mismo ciclo, que comienza desde la debilidad de la niñez para alcanzar la pujanza de la vida adulta. Vale utilizar la palabra regeneración para esa vitalización que abarca diversos planos, inyectándole juventud a lo que está fofo y carcomido por su depredación (orgánica o artificial), que gusta en llamarse corrupción. Ahora bien, recordemos durante que las etapas imperiales se señala la corrupción como su mal intrínseco, la cual requiere de los brotes nuevos, como en los árboles que ha sufrido del rayo o las plagas.

Los dioses jóvenes y/o vegetales traen el impulso de la regeneración, como Dionisos o Baco, en su faceta de joven alegre. Las personas y los grupos no se mantienen inmutables, sino testigos del tiempo y la corrosión que los afligió. Sin embargo, hay pocas garantías de que un impulso vivificante obtenga los resultados apetecidos por la imaginación, la ruta de la regeneración suele encontrar escollos, cuando el ánimo permea en una actitud fodonga, que no sigue la ruta esforzada y áspera hasta las estrellas (lema latín: Ad astra per aspera). El tsunami juvenil suele estrellarse contra las costas y farallones de la indiferencia. El propio Dionisos advierte de su fragilidad y fracaso, cuando se convierte en una divinidad traicionera, que ni las bacantes controlan y menos sus devotos ocasionales. Colocar se al último de la fila no garantiza resultados, el dicho de que “los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”[9] indica un absoluto, una paradoja y una posibilidad, mas no una garantía para el camino de las transformaciones.

El triunfo o el Grial

Comenzar desde muy abajo para transitar durante mucho tiempo y por muchas dificultades, requerir mucho esfuerzo más allá del límite ordinario (o empleando fuerzas sobrehumanas) le da más valor al objetivo. Mediante el anhelo, el tiempo de espera, los sacrificios empleados y el esfuerzo aplicado son los ingredientes que valorizan al objetivo, que al empaparse de tal viaje se convierte en algo sublimemente valioso. Con tal ruta de esfuerzos y dificultades el objetivo se convierte en un triunfo extraordinario; implica el tránsito del estado ordinario al excepcional, incluso uno divinizado.

Para no alargar este comentario, simplemente recalco que comenzar desde muy abajo y con mucha debilidad son factores que dan importancia al logro. Cuando el logro se ha potenciado entonces alcanza un nivel superior, el cual llamamos triunfo. Los antiguos al triunfo lo presentaban mediante símbolos sencillos como las ramas entrelazas de laurel y olivo, que luego se convirtieron en coronas. El símbolo del Grial (el santo, el único) representa el triunfo con un matiz de santidad, ya que es la emanación del redentor en la religión cristiana.

 

NOTAS

[1] Hay varios relatos de la leyenda de Arturo y sus secuelas, como La muerte de Arturo, etc. donde varían los personajes, por lo que retomo una estructura, siguiendo la idea de Campbell sobre el héroe, en El héroe de las mil máscaras.

[2] Que el simple trabajo manual posea un carácter espiritual lo interpreta Hegel en Fenomenología del espíritu.

[3] La posición indefinida es lo propio del viajero, del elemento “salvaje” que va a recorrer una jerarquía. Véase Deleuze, Lógica del sentido.

[4] Hay teóricos sociales que creyeron que las “clases sociales” son un concepto científico, aunque siendo rigurosos las “clases sociales” forman un concepto empírico. Véase, Isván Mészáros La teoría de la enajenación de Marx y Sobre Historia y consciencia de clase.

[5] Thomas Carlyle, Los héroes, ya refleja la visión de clases como una dinámica usual.

[6] Véase de Marx y Engels, La sagrada familia y La ideología alemana.

[7] Trotski en La revolución permanente todavía esperaba hacer una siguiente “revolución en la revolución”, con la cual se compensase la entera dinámica de fracaso social y ético que se desencadenó tras la Revolución de 1917.

[8] Véase los argumentos de Ortega y Gasset en varios de sus estudios sobre temas relativos como España invertebrada y El tema de nuestro tiempo.

[9] Biblia, Mateo 20, 1-16. En el absoluto, más allá del tiempo, el cronómetro deja de importar; en la paradoja, resulta un círculo entre lo poco y mucho; en la hipótesis, resulta imposible de adivinar el resultado con pingües oportunidades.

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