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sábado, 12 de enero de 2008

ALDOUS HUXLEY: EL MÍSTICO HIPPY



Por Carlos Valdes Martin

Las protesta mística
Alguien descubrió, como una revelación súbita, el poder de las flores, el advenimiento de nuevos tiempos. Incontenible y visiblemente emocionado indicó: "Continué en contemplación de las flores y, en su luz viva, creí advertir el equivalente cualitativo de la respiración, pero de una respiración sin retorno al punto de partida, sin reflujos recurrentes, con sólo un reiterado discurrir de una belleza a una belleza mayor, de un hondo significado a otro todavía más hondo. Mas vinieron al pensamiento palabras como Gracia y Transfiguración y esto era, desde luego, lo que las flores, entre otras cosas, sostenían." Son las palabras de Aldous Huxley para describir su experiencia con una potente droga, la mezcalina, palabras con las cuales abría el camino a la cultura hippy o jipi, la cual es una contra-cultura, una expresión de protesta defensiva ante las condiciones culturales imperantes. Encontramos, pues, a un profeta, precursor artístico, inventor del soñar despierto anunciando la cultura hippy y el "poder de las flores". Lo que para muchas personas permanece dentro de una experiencia ordinaria, una "alucinación" sin importancia, en la conciencia de este artista se convierte en el camino del absoluto, la comprobación del más allá brotando cerca, que basta escurrir un poco los sentidos, para ver los colores de lo inaccesible, donde nace el anuncio de lo infinito. Huxley ingiere mezcalina, pero su experiencia no ofrece una alabanza simple a las drogas, sino el invento de una metafísica personal o el redescubrimiento de todas las metafísicas; porque recupera los "estados alterados de conciencia" como vínculo entre la conciencia empírica espontáneamente materialista y las religiones de casi cualquier latitud.
Sin embargo, Huxley presenta una religión extraña, define un sincretismo que abraza en un solo golpe de vista y comprensión a los ermitaños medievales, a los monjes tibetanos y a los indígenas americanos, ese cosmopolitanismo metafísico es parte de otro cosmopolitanismo, el moderno: la universalidad de la sensibilidad y la apertura de horizontes para disfrutar las formas de expresión de todas las latitudes, la plena sensibilidad del arte universal. El sincretismo de Huxley es más místico que religioso. En cualquier religión institucional, cada iglesia está peleada contra las demás, cada cual se cree dotada de la revelación y combate a las mentiras de los demás; por eso el abrazo místico no es religioso, sino partidario de una unidad sincrética. Las creencias sincréticas de Huxley, a fuerzas de ser compartidas por muchos, se convierten en herejías popularizadas, en creación de la conciencia libre.

Percepción infinita
El interés por lo sagrado de Huxley se podría interpretar escépticamente como una tendencia particular de una mentalidad determinada en medio de una alucinación personal, pero ahí solamente se revela lo anecdótico o un deseo de esterilizar esa experiencia. Lo significativo de Las puertas de la percepción es que procura universalizar una experiencia no racional de la conciencia, ese territorio donde la vigilancia por la cohesión y la coherencia han cesado. Casi entero el esfuerzo educativo moderno se encamina a encajonar la conciencia dentro de dos esquemas (metamodelos): la racionalidad formal y el consumo pasivo (como bienes o espectáculos). Pero la totalidad del movimiento de la conciencia no se limita a esos ámbitos y también están contenidas otras posibilidades de la percepción, y en tanto posibilidades son de naturaleza infinita. El título del libro Las puertas de la percepción se debe a un aforismo de William Blake que es todo un programa: "Si las puertas de la percepción quedaran depuradas, todo se habría de mostrar al hombre tal cual es: infinito". Tema que adquirió notoriedad popular al inspirar a Jim Morrison y su grupo The doors. El infinito convertido en inmediatez desborda en misticismo, porque mientras se procura mantener erguidas las mediaciones entre cada persona y el infinito entonces estamos todavía en el terreno del intelecto o de la transformación material[1]. La visIón sagrada es afín con el arte, pues éste busca la conversión de un objeto único en inmediatamente universal (su valor específico), es patente con el misticismo como captación estática del máximo universal imaginable (la divinidad). Y en este caso de Huxley la frontera se convierte en más delgada, casi el filo de un vacío, porque aparece el misticismo presentado como sensación; como indicando que se relaciona estrechamente la experiencia interior mística (entre luces brillantes del más allá, iridiscencias del pozo inconsciente, brillos fulgurantes barrocos...) con el arte que es la expresión exterior (la pintura de los fulgures misteriosos, la poesía que describe el mundo de los ángeles y demonios...) de esa misma dimensión.
Por ejemplo, Huxley indica: "Yo miraba mis muebles no como el utilitario que ha de sentarse en sillas y escribir o trabajar en mesas, no como el operador cinematográfico o el observador científico, sino como el puro esteta que sólo se interesa en las formas y en sus relaciones con el campo de visión o el espacio del cuadro. Pero, mientras miraba, esta vista puramente estética de cubista fue reemplazada por lo que sólo puedo describir como la visión sacramental de la realidad. Estaba de regreso en donde había estado al mirar las flores, de regreso en un mundo donde todo brillaba con la Luz Interior y era infinito en su significado."[2] Lo anterior no acontece en todos los casos, pero así lo resulta completamente en la obra de arte místico, incluso cuando no lo es por intensión, sino por un contenido implicado, como en ciertos cuadros donde la presencia de ciertos colores brillantes, combinaciones de texturas barrocas y relucientes son como señales de un más allá místico, como la puerta a un estado alterado de conciencia, del cual solamente los elegidos conocen la llave, pero el lego lo siente, el lego percibe algo moverse muy abajo de su conciencia normal y hasta se puede convertir en "arte inductor de visiones" como el mencionado en Cielo e infierno, la continuación temática de su experiencia[3].
Ahora bien, independientemente de la respuesta, la expectativa sobre el más allá orienta el sentido de la vida, de hecho esa es una función clave de las religiones. Bajo ese rubro, según la respuesta sobre el tema del más allá, se codifica la moralidad y la interpretación global del destino humano, incluso cuando se seculariza la interpretación del mundo también se establece un código de trascendencia[4]. Y aquí nos encontramos en el corazón de una paradoja, vivida como un gran mito generacional hacia el eje de 1968: la integración del absoluto al mundo terrenal. La sicodelia no era una profanación, sino un enlace con el más allá, por medios condenados socialmente como fueron y lo son las drogas o por medio -difícil de condenar pero no falta quien lo haga- del arte. Sin embargo, esa tentativa, a diferencia de la ingenuidad interpretada como fe tradicional exigía una respuesta rápida, una solución a la carencia del alma individual y en ese sentido la sicodelia no resistía la prueba de los hechos, porque esta experiencia de absoluto no esperaba el cielo o la reencarnación para probar su verdad, sino esperaba cumplir su deseo inmediato de tocar el cielo abriendo las puertas de la percepción. Entonces, Huxley adivinaba o profetizaba sobre un anhelo generacional: alcanzar un cielo terrestre mediante las puertas de la percepción.

Montaña de cristal
No toda la juventud que adoptaba el jipismo aspiraba a ese misticismo (u otra variedad mística), pero produjo una vertiente importante, una "necesidad" expresa de nuevos tiempos, cuando religiones tradicionales perdían autoridad. Pero, además de la pérdida de autoridad del más allá heredado, también el mundo convencional estaba en crisis, en ese sentido el jipismo universalizaba la posición existente en muchos artistas modernos, quienes se consideraban parias sociales, marginados o malditos[5]. La contradicción entre la sensibilidad cultural y la existencia ordinaria, la adaptación a los roles sociales y a las exigencias ordinarias explotaba por el eslabón más débil: en la juventud. La especial ventaja del jipismo residió en su aceptación general, no exigía sensibilidades extraordinarias sino percepción de masas -y las ideas que arraigan en las masas se convierten en poder social- acentuada por una coyuntura muy especial: el rechazo de la guerra de Vietnam, esa insensata aventura imperial.

Un tema esencial de la expresión artística siempre ha sido la rebelión de la vida contra la muerte y esta comunicación, al final de los años sesentas, entre la juventud antimilitarista y la sensibilidad artística no era un secreto. Una multitud de jóvenes estaba ansiosa de rechazar un destino social manifiesto de población sobrante como carne de cañón, mientras se decoraban la cara y la ropa para decir solemnemente que ellos también compartían con el arte esa cualidad, detestando la guerra como la mayor profanación. Y en ese sentido el mundo sagrado de Huxley se liga con este lado vital de la protesta juvenil. Porque incluso su misticismo específico no queda aliado con el ascetismo que exige la muerte de este cuerpo como una liberación, sino la añoranza por la continuación de la vida más allá del destino biológico, en fin, se presenta este misticismo como deseo de la continuación de la vida con plenitud. Este vitalismo es protesta inherente contra la maquinaria militar; su divisa revela que la guerra profana la santidad de la vida, mientras que el sexo no mancha. La conquista anhelada de la nueva juventud ya no implicaba la colina del enemigo, para arrancar una bandera extranjera, sino que la nueva conquista deseada es alcanzar una montaña de cristal con luz propia, con multicolores intensidades, dentro de las cuales cada individuo redimido viva más allá del límite mundano.

NOTAS:

[1]Una visión filosófica de gran altura nos indica que esa es la función verdadera del pensamiento, alcanzar el infinito: "La elevación del pensamiento sobre lo sensible, su ascensión desde lo finito a lo infinito, el salto que damos rompiendo la serie de los sensible hasta lo suprasensible; todo esto es lo que constituye el pensamiento" HEGEL, G.W.F., Enciclopedia de las ciencias filosóficas, p. 33.
[2]HUXLEY, Aldous, Las puertas de la percepción, p. 27
[3]HUXLEY, Aldous, Cielo e infierno.
[4]Quedaría por aceptar que la estructura general del ser humano es la trascendencia como estructura básica de la libertad, de acuerdo a El ser y la nada de Sartre.
[5]El arte que se considera específicamente moderno, recurrentemente, desde el siglo XIX, se ha enfrentado de diversas manera con el sistema social y, en lucha desesperada (aunque también en paradojas de complicidad singular también) el artista de vanguardia, reiteradamente, es un marginado de la sociedad, de ahí que muchos se asumieran como malditos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno,
luego el Hippy es una cultura ¿o se puede despreciar?
No es mi idea
Saludos
Atomix