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lunes, 14 de diciembre de 2009

LITERATURA CREANDO NACIONES. 5a Parte y Final



Nota aclaratoria: Esta es la 5a. y última parte del ensayo originalmente titulado COMO UNA PAMPA: LA LITERATURA PARA LAS NACIONES, pero como el tema argentino es escaso, preferí cambiar el título electrónico. Esta es la única parte que sí retoma la literatura gauchesca.

Por Carlos Valdés Martín

El proletariado irreal de La madre en la formación de la comunidad proletaria (la URSS: el espejo para el discurso del “deber ser” comunitario en la creación del modelo soviético, luego convertido en discurso de Estado)

El vínculo más estrecho imaginable, luego desemboca en esa pasmosa separación de la madre perdiendo a su hijo. La ruptura del vínculo más estrecho existente, del lazo de la sangre filial, sirve de pretexto para la anécdota donde Gorki ofrece su más agudo perfil como ideólogo comunista. ¿Existe un vínculo más estrecho y superior al maternal? ¿Se presenta de manera más aguda este vínculo cuando aparece la perdida, el arrancar desalmado del hijo por causa de la injusticia? Estas preguntas, y su continuación, me resultan directamente escalofriantes, quizá arrancarle a una madre su hijo resulta más cruel que desarraigarle la vida misma. Así, el vínculo entre las personas adquiere una nueva categoría, precisamente durante una época de disgregación de lazos sociales. Ciertamente, el comunismo como tendencia emotiva implica combatir egoísmo y desunión propugnados por el capitalismo y el mercantilismo, el comunismo se plantea como la opción ideológica más radical para restaurar el milenio de la fraternidad humana, el arribo a una estrecha comunidad de convivencia armónica. Así visto el comunismo parce encarnar la resistencia feroz a la separación de los humanos, combate decidido al aislamiento materialistas del frío capitalismo económico. La nación, ya ofrece un cobijo para reunir a una comunidad, proporciona un marco para la reconciliación y el encuentro, pero el comunismo (más radicalmente, pero también otros matices de ideologías socialistas, anarquistas e incluso hasta los fascistas) ofrece rescatar la unidad social a un nivel más profundo y primordial. Superar el individualismo explica el grito (el emocional, pues el coro político no se reduce a este único lema) de batalla del comunismo. Entonces resulta una fortuna circunstancial que la sensibilidad de Gorki descubra la situación fundamental para animar y alimentar la emoción comunista. El comunismo, busca recuperar la madre-sociedad, bajo las metamorfosis polivalentes de la madre-masa, la madre-patria, la madre-internacional, la madre-camaradería, etc. La novela de La madre pone el personaje adecuado para esa emoción, y ofrece un engranaje simple, pero suficiente: ante la injusticia de la captura por la policía, entonces la causa de la rebelión se engrandece y se justifica. Y en mitad de esta situación de encarcelamiento del hijo y denuncia de la madre, entonces desaparece el egoísmo, emerge una solidaridad esencial como el resorte contagioso. El hijo militante no actúa para su beneficio, sino para el bien de sus prójimos, la madre defendiendo al hijo no pretende su interés, sino rescatar al hijo y a la masa proletaria, la masa proletaria no pretende un ideal egoísta, sino una redención de justicia y verdad. Parece un círculo de desintereses, que intenta conmover y tambalear al egoísmo cotidiano del lector. Entonces en el círculo del desinterés mutuo se desvanece (éticamente, pero no dramáticamente) la figura individual para crear un nosotros de renovados bríos. A través del círculo del desinterés se ofrece un nuevo protagonista mediante el nosotros social, encarnado por la masa desheredada de las grandes ciudades. Entonces, mediante el drama individual del dúo (madre-hijo) trasciende hacia el nosotros social, a diferencia del drama de parejas, donde el círculo termina en los individuos, el terreno del juego se desplaza hacia el nosotros, hacia la entidad social ascendente de los marginados. Ahora bien, este “nosotros” comunitario ocupa una posición completamente paralela (incluso idéntica) al nosotros nacional, ya que integra el conjunto efectivo de los individuos actuando, pero ofrece la diferencia de tinte ideológico de una trascendencia hacia un nosotros mundial, una humanidad de marginados en proceso de sublevación. Entonces, este drama del dúo catapulta la dimensión social, para otorgarle una densidad insospechada.
Esta obra ofrece un modelo ético de acción redentora, en sí ya inmersa en una realidad política y social candente. Esta obra literaria muestra la situación de una creación desde dentro, completamente inmersa. En efecto, descubrimos el contexto preciso de Máximo Gorki en 1907, fecha de publicación de La madre, para entonces la revolución desde 1905 ha cimbrado a Rusia, y un episodio revolucionario más importante espera por venir en 1917. En ese sentido, la literatura ofrece el espejo de una realidad social, expresa la crisis de la sociedad zarista, y la llegada de una nueva sensibilidad, la cual propone el potencial revolucionario del proletariado.
Ahora bien, por regla general el curso de los acontecimiento no genera un colectivo “nosotros” internacional, entonces lo que prevalece es la aparición de un nosotros nacional, y de esa manera sucede la historia de la URSS, donde una gruesa capa de ideología internacionalista, recubrió una absoluta práctica de nacionalismo[1]. Esto significa que el internacionalismo ideológico se convirtió en máscara para un nacionalismo práctico durante las décadas del comunismo en la URSS. En ese país (y luego se ha repetido el esquema) el matiz internacionalista de la ideología devino en máscara ideológica para cubrir una práctica estatal crudamente nacionalista; tal como lo justificó en su momento la línea de acción de “construcción del socialismo en un solo país” o la defensa de la “patria socialista” identificada exclusivamente como la misma URSS.
Si en un primer instante pareciera que Gorki propone una literatura colocada más allá de matriz nacional, se revela como autor de una forja nacional, una red de palabras integrando un nuevo proyecto de nación, bajo un matiz novedoso. Una consecuencia lógica de este fenómeno de nacionalismo recubierto ideológicamente de internacionalismo, es que el proletariado como sujeto social trascendente queda suspendido, y su integración como comunidad, permanece irreal. Así, el proletariado propuesto literariamente por Gorki permanece en un terreno de irrealidad, sin embargo emerge otra comunidad menos sutil y menos trascendente, pero apegada a un nosotros cotidiano, una variedad de nacionalismo “socialista”

El Martín Fierro y el gauchismo en la forja Argentina

La creación de jardines edénicos, espacios cerrados subsistentes en su propia utopía confiadamente imposible, es una de las funciones de la literatura nacional y nacionalizadora. Esta paradoja de establecer un espacio de atracción e identificación de la comunidad, al mismo tiempo que constituye un espacio imposible de transitar, es la creación de un trasmundo, funcionando tanto para identificar como para alejar. El gaucho y su pampa, en la forja de la Argentina, ofrece tanto el referente como el imposible, y conforme se consagra el ideal campirano del gaucho nómada también ya desapareció su modelo carnal, pues la relevancia práctica del gaucho va feneciendo. Cuando se consolida el canto del gaucho independiente está prácticamente desaparecido de la realidad social agraria argentina; sin embargo, un gaucho independiente (el vaquero vagabundo de la pampa) resulta revitalizado y glorificado por los poemas del Martín Fierro, hasta un nivel apoteótico. Esta revitalización del gaucho propuesta por José Hernández impera en el imaginario, mas no en la vida social, donde el gaucho asalariado sustituye al gaucho nómada; claro que en el poema, la situación se dramatiza por la “leva” forzosa, donde el gaucho libre queda temporalmente convertido en recluta contra su voluntad y encerrado en una disciplina que dramatiza la pérdida de la inocencia y del aire libre, así, la pampa ya aparece como un paraíso perdido. La derrota de los movimientos sociales denominados “montoneros” de la argentina del siglo XIX está relacionada con la declinación definitiva del gaucho independiente, dando paso al predominio de los hacendados territoriales y a la nueva existencia del gaucho asalariado[2].
A contrapelo de los acontecimientos sociales, el gaucho nómada ofrece una potencia inusitada de evocación, de expandir el sentimiento, y expandir la imaginación sobre llanuras inmensas, donde la existencia no encuentra limitaciones. La pampa se convierte en la metáfora de lo ilimitado, la aspiración humana profunda, y el vagar del gaucho ofrece el movimiento continuo de la imaginación que avanza sin rumbo, arropada por horizontes sin freno. La pampa de la literatura gauchesca ofrece un mundo sin fronteras, basta el cobijo del cielo y el sostén de la tierra para que los jinetes gauchos avancen sin detenerse. Representa tanto un canto de individualismo como oferta de comunión, entre el ser humano y el paisaje, la naturaleza plena, ideales de libertad que buscan reconquistarse.
La extensión de la pampa ofrece un ideal de nación, con extensión y generosidad, ofreciendo una libertad natural para sus hijos. Estas cualidades literarias de la pampa sirven de fundamento para integrar la imaginación de una república generosa, con una generosidad hasta los límites de lo inimaginable. En esta literatura queda establecido un par, entre el individuo libérrimo (el nómada rural) y la tierra extensísima. El superlativo del individualismo libre corresponde con el superlativo de las planicies sobre las que se mueve. El movimiento físico establece una metáfora material para la libertad anhelada. Las planicies superlativas que permiten moverse ofrecen una metáfora de la nación fructífera permitiendo la existencia libre de sus ciudadanos, la plataforma de una comunidad idealizada, e idílicamente rural.
Ahora bien, el lenguaje popular deslumbra al convertirse en poesía, y ahí radica el talento desplegado en Martín Fierro (caso ejemplar, pero no solitario sino acompañado de una pléyade de obras). El “territorio” expandido es el habla popular elevándose a lenguaje literario, y precisamente sobre este tipo de hazaña se sustenta (a este nivel que no es el único) la construcción de las naciones modernas[3], porque el habla popular (cotidiana) estableciéndose como lengua literaria, amplía su potencial de vínculo, construyendo un puente más firme entre los pobladores. Esto significa que el idioma “español” se argentiniza mediante la poesía gauchesca, y esta habla levanta un gran territorio, plataforma esencial para la convivencia nacional, ya que la comunicación estructura un puente esencial para la coincidencia. El lenguaje gauchesco rescatado y desarrollado por Martín Fierro ofrece un extenso territorio de significados, crea una verdadera pampa para la lengua (unida al pensar y la hacer), que permite la forja independiente de la nación argentina, la cual descubre una pampa sobre la cual moverse, diferenciándose del resto de los territorios con idioma español oficial. Esta independencia del habla gauchesca no se convierte en un rompimiento completo, pues los lectores de las demás regiones hispanohablantes lo entienden y disfrutan, más no lo comprenden a la perfección, entonces el sentido completo se reserva para los argentinos y los amantes del habla gauchesca, quienes descubren un tesoro de sentidos dentro de palabras y oraciones. Aparece una dialéctica compleja entre el habla popular espontánea, la recreación literaria en la novela, la reapropiación en la lectura, y su efecto hacia el conjunto nacional. El género literario de recreación de una lengua local, no siempre se vale de personajes populares y de “hablar popular”, y en este caso sí coincide, por lo que el género implica “costumbrismo” (nacionalismo) también en el contenido de la trama. En este contenido es donde el autor ofrece una materia de ocaso, el gaucho independiente que está en trance de desaparecer como categoría social. No por el hecho de que el gaucho independiente esté desapareciendo resulta menos efectiva su prédica, ahora se mantiene como un emblema que los argentinos urbanos recrean en su imaginación, ayudándolos a fortalecer el vínculo nacional. El habla del país entero se nutre con los modismos locales del campo argentino, el habla gauchesca convertida en la sangre corriendo por las venas del entero cuerpo del lenguaje nacional. Entonces la contribución de una figura de ocaso (un poema de enorme lamento de las glorias perdidas) resulta colosal para la consolidación de una plataforma nacional del idioma; así como los exploradores ganaban nuevas tierras a las agrestes selvas, el escritor gana el habla gauchesca para integrarla al territorio de la comunicación nacional.

A manera de conclusión: las apropiaciones-creaciones nacionales desde la letra perpetuada

Develamos una serie de apropiaciones ofrecida por la literatura en sus vertientes diversas. Esta literatura se remonta hasta los periodos heroicos donde solamente los poemas de los bardos se cantaban de boca a oído, para sobrevivir a los naufragios de la memoria y alcanzar el puerto de la palabra escrita. Antes de la escritura literaria ya la palabra poética ofreció una narración gloriosa y/o gozosa para recordarse por comunidades enteras, atravesando las distancias de embravecidos mares, y crear una plataforma para las mentes que se coaligaban. Las palabras entretejieron versos para vencer al olvido, y ofrecer a los griegos un universo imaginario en el cual reflejarse. Ahí, los griegos sintieron agrado por rasgos propios con los cuales se regocijaron o avergonzaron, cierta astucia recurriendo al engaño salva a los héroes y gana las batallas. Ese mosaico de pueblos separados por montañas y mares peligrosísimos ¿se reuniría lo suficiente para identificarse como una unidad sin sus fenómenos literarios? Seguramente, la intención del poeta homérico no fue “crear patria”, sin embargo, colaboró intensamente para realizar la forja de los metales separados, integrando un único pueblo. El mismo, escritor al hacer sus balances se preguntó ¿hasta dónde alcanza este pueblo y sigue siendo el mismo? Herodoto discrimina a los escitas (los rústicos griegos del norte), pero no adivinaba el advenimiento de Alejandro Magno (un griego del norte). En efecto, el literato y el investigador se equivocan a menudo, pero ofrecen una plataforma de unión de cada población. En el caso griego me enfoqué a un rasgo de carácter aparentemente anecdótico, pero ¿la misma literatura no es también una astucia, un engaño tejido sobre la apariencia, un recurso para convocar a la belleza elusiva?
La apropiación del tiempo simultáneo, por la simple solidaridad de existir como contemporáneos resulta trascendente para integrar naciones. En ese caso, no se cuestiona la belleza del mensaje, basta la convicción de que viajamos montados sobre el barco de un presente común. De ahí la importancia de la institución del periódico. Ahora bien, si de tiempo se trata, las naciones poseen un hambre de inmortalidad, pues no desean perecer. Entonces las profecías escritas donde se establece la sobrevivencia de las comunidades nacionales resultan un elemento básico de unificación. Los Libros Sibilinos posible garantía de una Roma eterna se perdieron, sin embargo la Biblia ha servido como elemento de convicción para conservar la identidad de otro pueblo. Pocos pueblos presumen que un texto les marca un derecho divino, conservado para la eternidad.
La escritura apela a los extremos de la razón o la pasión. La Enciclopedia, apela a la razón y crea una plataforma para una comunidad que rebasa particularismos, pero su primera premisa igualitaria ofrece la mejor oportunidad para imaginar una república. De hecho el enciclopedismo define un fundamento del republicanismo. El otro extremo aparece en la pasión, que existe en estado espontáneo, pero también se logra educar. La literatura ha ofrecido una enorme labor de sensibilización y modificación de las emociones, como lo demuestra la reacción social ante la miseria social nacida durante la Revolución Industrial. Este fenómeno de modificación de sensibilidades también aparece en el movimiento socialista, donde una nueva ideología propone un proletariado ideal para desplazar a la comunidad nacional previa, colocando a una comunidad proletaria.
Por último, la literatura artística puede crear al país mismo, como espacio imaginario, y además integrar una lengua nacional, mediante la fusión del habla popular con el idioma recibido. Este último procedimiento ha sido trascendente para la creación de las lenguas nacionales, donde descubrimos uno de los indicadores más certeros para la emergencia de nuevas naciones. De tal manera la literatura permite una reapropiación de fenómeno nacional, extendiendo sus fronteras interiores, y ofreciendo una especie de radicalización del fenómeno nacional, convirtiendo en más densa la comunicación y la identidad dentro de cada comunidad nacional, tal como lo realizó la poseía gauchesca con la Argentina.

NOTAS:
[1] Para la mirada superficial, las declaraciones de internacionalismo soviético resultaban suficientes, pero la crítica desde la izquierda reveló, casi desde el inicio, que la práctica nacionalista del gobierno soviético se cubría de discurso internacionalista. Cf. TROTSKY, León, La revolución traicionada.
[2] GALEANO, Eduardo, Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI editores.
[3] Coinciden, cada cual en su propio marco conceptual, en la importancia del lenguaje como sustento de las naciones: Kautsky (esquema lengua-nación), Engels (la lengua literaria), Benedict Anderson, Chabod (La idea de nación) y Deutch (Las naciones en crisis).

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