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jueves, 7 de enero de 2010

LAS VERDADES DE LA MENTIRA


Por Carlos Valdés Martín

"Quien no sabe mentir no sabe qué es la verdad"
Nietzsche, Así hablaba Zaratustra

LA PARADOJA
"La fuerza de la verdad engendra a la mentira". Eso estaba escrito sobre una roca granítica en el interior oscuro de una caverna, quizá era la misma caverna de Platón. Me dijo el guía del viaje del conocimiento, que para mentir se necesita poseer una verdad, la mentira es una barrera para que otros no la descubran; ocultando se puede tener una ventaja, donde la ignorancia ajena se amplía por medio del engaño.
Epílogo: mentir es monopolizar una verdad y ese es el afán de muchos políticos de carrera.

MORALISMO
La censura moral contra la mentira es una invitación a terminar con la censura (informativa) de una verdad. Aquí la moral levanta la bandera de "dejar pasar" y la inmoralidad canta: "proteccionismo". El comportamiento recomendado por las tradiciones morales señala lo contrario a los mandamientos sobre el cuerpo donde la regla fue "no dejar pasar". Pero si tenemos claro que saber implica placer, entonces el fin de las mentiras señala la senda franca hacia la promiscuidad, el camino más divertido o, al menos, el más extraviado.

DESTINO
Existen los mentirosos con vocación y profesionalismo, quienes no dejarían pasar una oportunidad extraordinaria para lograr una falacia meritoria. ¿Qué sucedería si un mentiroso así descubriera los secretos últimos para remediar para siempre las crisis económicas o las epidemias de salud? El descubridor iría a la tumba con su tesoro sin herederos. Aunque suene extraño, desde hace tiempo sospecho que ya alguien descubrió la verdad de enormes misterios, secretos últimos del universo, pero jamás los sabremos debido a esa mala vocación de mentir.

DISCURSO POLITICO
Maquiavelo reveló que el mundo político moderno exige del engaño sistemático y que el gobernante de éxito (el príncipe) es un mentiroso hábil. Eso configura la demagogia: sazonar deliciosamente la mentira pública. Un nuevo problema llegó cuando creció la población de políticos, cuando en vez de un solitario príncipe nos gobernamos mediante la burocracia de diez mil cabezas. Con la burocracia cada dependencia atesora su secreto y a final de cuentas entre la clase política de cada país nadie sabe demasiado, aunque los Presidentes y Ministros pretendan lo contrario, para adornarse con la aureola o porque creen en el lema de “saber es poder”. Por lo mismo, los burócratas promedio no son buenos mentirosos: ninguno sabe demasiado pues cada cual solamente esconde una parte del rompecabezas. En adición a esto recordamos casos patéticos cuando se dedican a mentirosos, pretendiendo que la mano izquierda no sabe lo que se robó la derecha, ni lo sucedido en su familia.

RELATIVISMO CIENTIFICO Y PUBLICITARIO
Einstein demostró que la verdad es relativa porque corresponde a un marco de referencia, y al aproximarse una partícula hacia la velocidad límite, la velocidad de la luz, entonces se altera su tiempo y espacio. La publicidad entiende de otro modo la verdad relativa, donde una verdad asociada a una mentira integra la unidad indisoluble y básica del mensaje. La relatividad publicitaria indica que la felicidad existe y también el refresco existe, por tanto la felicidad humana radica en el refresco. A partir del relativismo publicitario toda mentira es superflua, porque sus verdades se minimizan hasta lo imposible para convertirse en anuncios.

ECONOMIA LIBIDINAL DE LA MENTIRA O EL GOZO ENGAÑOSO
Si la mentira es una especie de pecado menor (habitando fuera de los pecados mayores mientras no se pretenda mentir en el nombre de Dios) se debe a que mentir reporta un placer. Genera el gusto egoísta por una superioridad, retener una verdad para sí da ese deleite. El triunfo del discurso alevoso: resulta alguien engañado, un ingenuo en quien la falsedad debe vivir como verdad.

Mientras vive la mentira es el mentiroso quien está separado del engañado, el mentiroso se siente superior, elevado por un poder que permanece en sus manos. Puede ser una pequeña trampa, pero se crea una situación de superioridad. El mentiroso se puede complacer con una falsa unidad porque la revelación de la verdad lo separaría de su engañado; es un verdugo secreto pues el daño siempre permanece anestesiado. El engañador vive su placer sádico en secreto y hasta en estricta soledad, pues perder el secreto significa dejar escapar el placer.

El engañado debe permanecer como crédulo en estado virginal, ingenuo y sin doblez ante quien le miente. En principio, permanecer engañado ofrece un placer pasivo, pues la creencia ingenua posee la apariencia de una fe inconmovible. El dolor llega súbito cuando el engaño se descubre, por eso la mayoría prefiere vivir siempre bajo un engaño y tantas iglesias predican la fe del carbonero (otra modalidad del engaño) como suprema virtud.

MENTIRAS PIADOSAS
A las piadosas solamente las diferenciamos de las mentiras alevosas por una intención bienhechora sobre el engañado. El lado activo se oficia simultáneamente como verdugo y doctor; resulta contradictorio desempeñar ambos papeles, pero así sucede frecuentemente, como lo demuestra el papel de los padres. Esos engañados píos evitan los dolores de la verdad y hasta podríamos afirmar que sin una buena dosis de mentiras piadosas mucha gente podría enloquecer o hasta suicidarse. Entonces ocurre una operación de piedad preventiva.

MENTIRAS INTERIORES
En estricto sentido, a una persona le resulta imposible mentirse, porque al mismo tiempo debería tener clara conciencia de algo y ocultarlo completamente inventando con intención una falacia. Dentro del individuo se presenta por regla sicológica un doblez, un silencio, un casi engaño, una justificación, una represión del recuerdo. En el sentido de la mala fe, la inconsciencia o la justificación creo que todos nos mentimos. Al interior, la justificación y el olvido son los primos cercanos de las mentiras… su sobrepoblación interna resulta alarmante.

UN BOSQUE DE MENTIRAS
Como organismo vivo, la mentira engendra a su progenie de mentiritas y pretextos, entonces su proceso de engendrar aparece también potencialmente exponencial. Podría afirmarse que presenciamos en la actualidad una explosión demográfica de las mentiras, a partir de dos ejes principales: la demagogia comercial y política. La mecánica resulta simple, una falsificación mentirosa de cierto aspecto, debe llevar a una segunda falsificación para borrar huellas en los hechos colaterales o debe de repetirse para garantizar que su efecto de narcótico contra la verdad no se ha apagado. Por ejemplo, la mentira de que la alegría depende de un azucarado refresco se debe repetir, pues la observación empírica de que la dependencia de los líquidos semi-estimulantes azucarados no lleva hacia un puerto de felicidad, significaría una catástrofe comercial de proporciones semejantes a la quiebra de Wallstreet. Así, la mentira de que el azucarado refresco trae felicidad se debe repetir muchas veces al día, en millones de medios publicitarios en el mundo entero. El mensaje se repite millones de veces desde hace décadas, y la irrupción del silencio sería peligrosa, por eso sigue ese repetir, repetir, repetir... perdón, imité las obsesiones mercadotécnicas.

Por esta proliferación de mentiras existen países donde el discurso político insiste diario a los ciudadanos que habitan dentro de un país modelo en donde todos están descontentos con el régimen. Por la proliferación de las mentiras publicitarias se acepta que la felicidad humana depende de la compra nuestra de cada día.

Esta explosión de mentiras, que el gran globo inflado de falacias de tiempo en tiempo se desinfla y entonces la verdad resurge como una mercancía valiosa. El dicho de que "cae más pronto un hablador que un cojo", en sentido estricto, recuerda una burla en contra de los mentirosos, sin embargo, en la actualidad una persona mentirosa no es la causante directa de la mentira, sino el vehículo inocente de una explosión demográfica de las mentiras.

UN REFUGIO PARA LA MENTIRA
El Tao-te-king, libro de la sabiduría oriental, recomienda el camino medio, la justeza. La falsedad y la mentira son engendros complementarios de la verdad y el acierto. La verdad desnuda no existe en condiciones para aplastar a golpes de revelaciones y librazos a las mentiras. Bajo esa óptica, la explosión demográfica de la mentira no desaparece del horizonte moderno, por lo que requiere encontrar el cauce propio de este fenómeno. La sugerencia de Gombrowicz me parece adecuada, en la literatura se vale una dosis de mentira, porque la forma literaria para su mejor transmisión, exige un grado de deformación de la percepción de la realidad. La verdad resulta perfecta para la ciencia; la sinceridad inflama el romance; pero a la literatura no le favorece el saber desnudo sino la beneficia más la forma estética. . Por lo mismo, debemos demandar con exigencia que la mentira salga de la esfera del discurso político y comercial para refugiarse entre las aguas serenas de la literatura y sus géneros afines del teatro, el cine... Y si la “explosión demográfica” de la mentira no puede contenerse dentro de esos territorios, entonces favorecer que la mentira también habite dentro del chisme, últimamente considerado como una de las bellas artes menores.

2 comentarios:

dulce dijo...

Verdades y mentiras: subjetividades de almas tibias.

Gracias nuevamente por este sitio donde reflexionar y aprender.

Anónimo dijo...

Este artículo me recuerda la canción de Monocordio "La verdad es una mentira en los ojos de quien la mira"