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jueves, 12 de enero de 2012

ONCE FALSEDADES DEL NEOLIBERALISMO


Por Carlos Valdés Martín

Hasta el peor error cuando es repetido sin descanso se parece a la verdad y la fantasía cuando es reiterada sin tregua parece un hecho. Además un error ordinario repetido como si fuera verdad resulta más perjudicial que una mentira intencional. Eso sucede con el neoliberalismo que, por coincidir con los intereses económicos dominantes, recibe publicidad como si fuera un arcoiris de ideas triunfadoras, sin embargo, son teorías incorrectas. Los hechos muestran que son visiones incorrectas, pero sus temas son repetidos sin descanso hasta que se disfrazan de verdades. Por lo mismo, es tan importante desmontar las falsedades principales del neoliberalismo, pues al disipar la niebla mental se empieza a interpretar la realidad económica actual.

1) Es falso que el mercado sea el método perfecto de regulación económica. El mercado es simplemente un medio de distribución que une producción y consumo cuando estas actividades se separan entre productores privados, que se reúnen por medio de actos de compra y venta. El mercado es un modo antiguo de operación económica y mediante su funcionamiento se creó el dinero, pero no existe ninguna prueba concreta de “perfección” para esta actividad. Los economistas neoclásicos se han esforzado en demostrar que la acción del mercado se trata del modo más eficiente (posible) de asignación de recursos, donde se premia la eficiencia y se castiga a la ineficiencia; de tal modo que la naturaleza del mercado generaría el pleno empleo de recursos, asignándolos a las manos más eficientes y retirándolas de donde se desperdician. Pero el esfuerzo neoclásico por convertir una situación en una perfección resulta vano y lo quieren repetir los neoliberales.
El regreso de las crisis económicas indica que periódicamente los recursos no están asignados óptimamente, pues de un lado pueden estar ociosos los trabajadores y del otro los capitales, sin que esta falta de empleo la resuelva esa distribución mediante el mercado. Es decir, durante la crisis el mercado no asigna bien los recursos y no garantiza su empleo.
Los defensores de la perfección del mercado también afirman que genera equilibrio entre producción y consumo, llegando a afirmar que los productores crean a sus consumidores. Esta falacia también la desbarata la crisis. Sin embargo, sí acontece un equilibrio mercantil imperfecto, porque todo lo que se produce sin venderse se frustra y sale del mercado, y toda la necesidad que no se convierte en demanda efectiva se convierte en una cruz privada de su dueño, quien no se convierte en comprador. Y esto último nos recuerda una de las imperfecciones esenciales del mercado: cada necesidad (privada o social, pequeña o grande, urgente o irrelevante) que no se convierte en demanda efectiva y dotada de dinero está destinada a sufrir una “muerte silenciosa”. Esto es grave pues la necesidad de comer o sanar (y cualquier otra básica) no la resuelve en automático el mercado, y entonces debe intervenir el poder social (como Estado o grupos diversos), pero el neoliberalismo impide esa acción de corrección.
Debido a lo anterior el mercado tampoco regula la totalidad del proceso económico, dejando de lado (o abarcando de modo muy limitado): la reproducción de los trabajadores, la creación y regulación del dinero, la seguridad (física o legal), y una parte económica implicada en la legislación y la justicia .

2) Falso que la libre empresa sea tierra de oportunidades económicas para todos. Cuando domina una (falsa) apariencia de la igualdad se expande una desigualdad real. La situación idónea del mercado es cuando los oferentes y demandantes actúan por separado (sin coordinación, atomizados), de tal modo que ninguno (por su lado) influya decisivamente en las definiciones económicas claves, como establecer el nivel de precios. Sin embargo, en la situación real y ordinaria ya existen grandes empresas, incluso con poder monopólico (o casi) por todo el planeta, de tal modo que la competencia mercantil raramente ocurre entre iguales.
Por lo anterior, las oportunidades de competencia entre empresas están muy limitadas, los casos en contrario son tan notables, que causan una noticia glamorosa, donde se alaba el genio individual de los empresarios que se convierten en millonarios casi a partir de la nada, como lo ocurrido con Bill Gates y su Microsoft.
Lo verdaderamente restringido es esa oportunidad para la gente común, pues los simples trabajadores no escapan de un mundo pequeño y rutinario. Ellos como grupo no escapan de su condición. La oportunidad individual, aunque ideológicamente sea exaltada, es tan rara, que se comenta como un evento de celebridades. El ideal es contar con un horizonte de oportunidades al alcance de la mano para las mayorías; la realidad ha marcado una escasa movilidad de ascenso y una enorme carga de frustraciones por un abismo entre el grupo privilegiado y las masas olvidadas.

3) Falso que el Estado siempre es económicamente ineficiente. Esta tesis típicamente neoliberal tiene dos matices de falsedad y dos fondos de obviedad. Si la empresa estatal se mide con las reglas (costo-beneficio) de la empresa privada entonces debe de ser siempre ineficiente, porque la medida de su lucro está frenada en una “camisa de fuerza estatal”. Por ejemplo, cuando se evalúa la medicina pública con el patrón de la utilidad reportada por paciente, esa medida desvirtúa la misma finalidad de la medicina pública. Es decir, un hospital privado debe usar mejor sus recursos económicos, gastando menos y ganando más por cada paciente atendido que un hospital público, pero eso no significa que con la existencia de solamente hospitales privados se atenderá a más pacientes y de mejor manera, porque la medicina privada es elitista y dejará de atender a la mayoría de los enfermos. El costo-beneficio será mejor para el hospital privado, y, más aún, el hospital público nunca debería reportar ganancias, sino obtener un resultado de más pacientes curados. Este ejemplo nos debe dejar muy claro que el objetivo de una intervención del Estado en la economía jamás busca la mejor relación costo-beneficio, sino un objetivo que sea importante para la sociedad; en este ejemplo, lograr una mayor cobertura de salud, donde el ideal es brindar salud a toda la población.
El fondo de obviedad es que muchas empresas e instituciones estatales no tienen eficiencia comercial, porque los fines del Estado se valoran bajo los resultados (definidos por leyes y políticas) que buscan y no con el funcionamiento comercial. Un banco para financiar a los campesinos pobres deberá obtener utilidades nulas (próxima a cero); aunque formalmente esa empresa estatal tenga una contabilidad financiera de sus operaciones. Históricamente, la épocas de mayor crecimiento de la economía capitalista han sido de mucha intervención estatal en la economía.
La otra obviedad son los dispendios y los fraudes de las empresas del Estado, generando situaciones tan notables y criticables. El remedio obvio es la fiscalización (pública y privada) y la transparencia de esas empresas estatales, pero los neoliberales han propuesto dar el salto hacia la privatización ¿No ha sido eso un paso hacía el abismo?

4) Es falso que la mejor solución para corregir el mal funcionamiento de las empresas estatales es privatizarlas. El primer problema a examinar es la finalidad de la empresa pública y el segundo es su origen. La finalidad de la empresa pública es la generación de un bien común, generando un resultado para el conjunto de la comunidad política, su finalidad no es "hacer negocios" o "ganar dinero". La intervención del Estado en medicina por medio del sistema de seguridad pública no es porque la medicina sea negocio (que también lo es), sino porque existe una importante necesidad social (imposible de atenderse mediante el mercado) que ha presionado para su atención estatal; de tal modo que se construyó un enorme conjunto de instituciones de medicina pública. Pero la medicina también es negocio y bajo esa óptica existen inversionistas que desean convertir ese servicio público en un negocio médico privado. Además lo dicho encierra un problema grave, porque las carencias públicas que dieron origen a empresas estatales resultarían desatendidas y desvirtuadas por el capital privado que tiene sus fines: se debe regir primero por la ganancia.
Se puede objetar que la falla estatal a que se refieren los neoliberales no es la falta de rentabilidad, sino a una ineficiencia técnica en el servicio prestado al consumidor, que siendo consumidor-comprador puede castigar la ineficiencia de la empresa privada por medio de cesar de comprar. El argumento mencionado se ha demostrado falso por la existencia de monopolios de áreas definidas, lo cual se comprueba perfectamente con el caso de Teléfonos de México, que luego de la privatización siguió siendo la empresa con mayor número de quejas ante la Procuraduría para la Defensa del Consumidor, y que su costo en el servicio siguió subiendo hasta el (muy lento) surgimiento de competidores. Los resultados modernizadores de la telefonía (fija y tradicional) en manos privadas no son espectaculares, sino que resultó más o menos lo mismo que con el monopolio telefónico en manos del Estado.
El segundo problema está en el origen de las empresas estatales, pues deberíamos de ser concientes que se han pagado íntegramente con los recursos de toda la nación. Si la empresa está en malas condiciones económicas eso no autoriza su venta, porque simplemente se trata de una mala gestión de su administrador temporal, que fue el gobernante en turno, pero que sobre esa mala gestión está la soberanía última del pueblo. Si el gobernante decide rematar las empresas estatales, el capital privado las adquiere bajo un supuesto endeble, porque el gobierno detenta temporalmente la decisión (nunca la soberanía), y un siguiente gobierno mandatado por el pueblo puede retomar las empresas privatizadas. El dinero del pueblo creó tales empresas, y especialmente, si son empresas con pérdidas económicas, entonces han sido subsidiadas por impuestos. La privatización está entregando las empresas a las manos de quienes no las crearon ni mantuvieron, por lo mismo se podría reclamar posteriormente la “des-privatización” de las empresas. Porque esa privatización no nace de un derecho, sino de un privilegio, pues su compra-venta no es una operación comercial normal, sino pacto anormal entre un detentador temporal y un agente privado.

5) Falso que mediante la elevación de la productividad de las empresas se elevará directamente el nivel de ingresos de los trabajadores. Esta es una de las falsedades más dolorosas del discurso neoliberal. Está documentado con hechos y probado estadísticamente que creció la productividad en el mundo, sin embargo, el salario aumentó en pocos países y en muchos bajó. Esta es una verdad dolorosa que no alcanzan a entender los creyentes del libre mercado, aunque la estén viviendo a diario, incluso en sus propios bolsillos.
La idea de las ofertas de acuerdos de productividad de las empresas se basa en que los patrones pueden premiar a los trabajadores si éstos cooperan aumentando su eficiencia. Esto podría suceder, porque si el pastel crece, el empresario puede repartir tajadas más grandes a los trabajadores.
Por desgracia una ciega ley económica opera en sentido contrario. El acelerado crecimiento de la productividad también se convierte en desempleo, y hablamos de un desempleo masivo (acelerado por las erróneas políticas económicas neoliberales) y permanente (hasta en las naciones más poderosas). Y ese desempleo es la fuerza que reduce el nivel de salarios.
Esto representa una falla estructural del mercado que debe ser paliada por la intervención concertada de los actores sociales (empresas, trabajadores, desempleados, sindicatos, sociedad civil, gobierno), pues la acción automática del mercado, puede (tristemente) trasladar las grandes empresas (en parte o todo) hacia zonas de salarios bajas. A eso se le debería llamar desplazamiento a “inframundos” maquiladores y debe ser evitado con políticas públicas y concertaciones internacionales .

6) Falso que la regulación económica del Estado únicamente entorpece el funcionamiento de la economía por lo que la única solución es desregular todo. Quien parte de la idea ingenua y falsa de que el mercado reparte eficientemente los recursos económicos en la sociedad puede imaginar que toda acción reguladora del Estado es perniciosa. Para el neoliberal lo mejor que hace el Estado es permitir que los agentes económicos privados actúen conforme a su racionalidad privada.
Ciertamente, una parte de la intervención estatal por medio de reglamentos y leyes contiene irracionalidad, abuso burocrático y control absurdo. Pero a los cantores de la desregulación les interesa específicamente el cumplimiento de sus demandas, que permiten ventajas a grupos específicos (grandes bancos, empresas proveedoras de servicios estatales y compradoras de empresas privatizadas) y actuaciones irresponsables del capitalismo. Plantean desregular el mercado de trabajo, tirando a los sindicatos como trastos viejos, retirando los reglamentos que impiden hacer y deshacer con el trabajador, limitan los despidos o la reducción de los salarios, impiden el trabajo de los niños y obligan a pagar vacaciones. Con lo anterior, la desregulación plena no genera un paraíso económico, sino un campo de batalla donde las grandes empresas son ganadoras, mientras los trabajadores y las pequeñas empresas son los perdedores.
La opción es una buena regulación y que sea delgada (en menor cantidad), de tal manera que sea aliada de los derechos de particulares y facilite la actividad económica. Regulación de calidad y en poca cantidad, pero no anulada.

7) Falso que el único causante de la inflación sea el financiamiento con déficit público. El caballo de Troya del neoliberalismo ha sido la lucha en contra de la inflación, ofreciendo así un objetivo noble, con el cual coinciden las diferentes teorías económicas. Aunque cualquier economista estará de acuerdo con evitar la inflación, éste es un objetivo bastante neutral, porque se refiere al dinero circulante y al nivel de precios, que son los indicadores técnicos de una economía.
El neoliberalismo ha reducido la complejidad de las causas de la inflación a una única condición: emisión excesiva de dinero causada por el déficit público. Es verdad que la hiper-inflación exclusivamente proviene de la acción desmedida del Estado, ante la cual la teoría económica debe mantenerse en guardia. Sin embargo, la acción del Estado no es el único factor en la inflación, pues los algunos desequilibrios espontáneos de los mercados y el funcionamiento “normal” del sector financiero también generan inflación . El neoliberalismo señala una causa real de la inflación, pero de esta premisa saca una conclusión falsa, que es la exigencia del presupuesto del Estado sin ningún déficit, al que llaman “equilibrado”. El keynesianismo descubrió que un déficit público controlado reactiva la economía y permite salir de una crisis.

8) Falso que la inversión extrajera sólo favorece el desarrollo del país porque trae recursos financieros y tecnológicos. En primer lugar, la inversión privada trae a los países, precisamente, la inversión de capitales, pero la intención es conocida: ganar más que en otras latitudes. El objetivo no es que se generen beneficios en los países que reciben las inversiones, sino hacer mejores negocios.
A pesar de las intenciones, los neoliberales creen que existe un resultado neto de beneficios (incluso sin pagar), porque, sea como sea, llegan al país recursos frescos. Por el lado financiero, se integran con el circuito económico, y en primera instancia tenemos una demanda adicional, que contribuye a un efecto multiplicador de la economía. Al mismo tiempo, las nuevas inversiones y tecnologías desplazan empresas y actividades establecidas, la cuales se deterioran o desaparecen. Se suma en un lado y en el otro se resta, pero el efecto neto y la consecuencia global es la unión de efectos contradictorios, un balance realista es la unión de todos los efectos. Ya han pasado dos siglos de capitalismo, y el resultado para las regiones “en desarrollo” ni siquiera es mediocre.
La transferencia de tecnología por inversión extranjera encierra inconvenientes, porque existe un diseño donde las empresas sistemáticamente importan mercancías con alto componente de investigación tecnológica, mientras que el desarrollo tecnológico local se corta desde su raíz. Esto es un sistema y no una casualidad, la inversión extranjera más moderna requiere de importar su base tecnológica, el país huésped no recibe un aliento tecnológico importante, si lo recibe es de manera marginal o hasta casual. Esto crea una dependencia tecnológica de empresas subsidiarias que obligan a que el país receptor de inversiones se mantenga como comprador de tecnología extrajera, lo cual dificulta la modernización de un país atrasado.
Por el lado de los recursos financieros los efectos resultan peores, porque una inversión sensata es siempre la que obtiene mayores ingresos líquidos para el inversionista. Si el inversionista radica en el extranjero, esto debe cobrarse en divisas internacionales. Por si fuera poco, además muchas empresas extrajeras se convierten en importadoras “compulsivas” o excesivas que colocan su producto final en un mercado interno, y así contribuyen al desequilibrio en la balanza comercial. Cuando inicialmente se creyó que la inversión extranjera era una solución a la balanza de pagos, debido a las aportaciones de capitales extranjeros, también puede convertirse en una cadena del déficit permanente, que luego presiona para desplomar el tipo de cambio.

9) Falso que el desempleo del país se soluciona con un incremento en las inversiones y, en especial, de las extranjeras. Cuando se proponen las grandes inversiones (en especial las extrajeras) como una panacea para los problemas económicos, se genera un pensamiento parcial, que mira las situaciones estáticamente, sin considerar los efectos globales. Por ejemplo, cuando se instala una gran empresa genera una cantidad interesante de empleos directos y hasta indirectos; sin embargo, su actividad puede arruinar competidores nacionales y destruir directa e indirectamente empleos. Entonces queda abierta la pregunta de la cantidad de empleos directos e indirectos que destruirá esta nueva empresa, y así como el caso, también debemos considerar el concierto de las empresas trasnacionales.
Por un lado, las inversiones generan empleo y, por el otro, desempleo. Queda la tarea de hacer un balance, pero el pensamiento neoliberal evita el balance objetivo y sólo canta los beneficios del gran capital.
Sin entrar a detalles, es evidente que el efecto multiplicador de capitales extranjeros en un país receptor siempre será menor a la implantación de empresas naciones con cadenas de compras integradas. En ese sentido, la promoción indiscriminada de la inversión extranjera resulta ser una promoción ingenua del desempleo.

10) Falso que el libre comercio internacional es por completo benéfico y la única salida al atraso económico. La adoración por el comercio internacional es otra cara de las ideas ingenuas y equivocadas sobre la perfección del mercado. El neoliberalismo cree que la única salida para los problemas económicos es arrasar las aduanas y entonces cancelar definitivamente el antiguo derecho a defender el mercado interno. Se basa en la hipótesis que con puertas abiertas al comercio mundial la eficiencia será premiada, de tal modo que las regiones atrasadas poco a poco se irán especializando de acuerdo a sus condiciones naturales, hasta volverse eficientes.
El neoliberalismo ignora las pruebas de la historia, por la cual está escrito de manera contundente, que las grandes potencias económicas se han levantado sobre los hombros del proteccionismo, y que después de fortalecer sus capitales y burguesías a un primer plano mundial han pasado a promover el librecambismo para sus vecinos. Inglaterra levantó su poderío sobre un proteccionismo industrial bastante extremista, hasta que se convirtió en el principal taller de mundo empezó a difundir teorías partidarias del levantamiento de los aranceles. Desde su Independencia los Estados Unidos se mantuvo proteccionista, especialmente frente a sus competidores europeos, y hasta dos siglos después modifica sus lineamientos, pero solamente con quienes considera que aventaja, porque frente a Japón y Europa mantiene diversos y variados aranceles.
El crecimiento del comercio internacional no narra la feliz historia de que todos están cada vez mejor, en el mejor de los mundos posibles como sermoneaba el personaje Pangloss, filósofo del optimismo pueril hasta cuando lo torturaban en el “potro” . Otra vez la historia ha demostrado que depender del mercado mundial es ingenuo y, a final de cuentas, hasta peligroso. En el pasado muchas naciones o regiones le apostaron todo al mercado mundial y perdieron. Por ejemplo, durante los siglos XIX y XX extensas regiones se especializaron en proveer al mercado mundial mediante plantaciones de azúcar, café o cacao. La apuesta de las economías de plantaciones ha sido un “neoliberalismo primitivo”, devoto de los precios internacionales. Como resultado de la dependencia hacia el mercado mundial (en el enfoque paleo-neo-liberal si se permite la ironía) las naciones de África y Latinoamérica se hundieron en la miseria y el atraso. Desde el final del siglo XX, Latinoamérica ha sufrido sus “décadas perdidas”, es decir, largos periodos sin crecimiento ni reparto de riqueza, durante los periodos en que se ha aplicado las recetas neoliberales. Ahora, las crisis financieras mundiales del siglo XXI afectando a la metrópoli norteamericana y la zona del euro, vuelven a demostrar los riesgos del mercado capitalista des-regulado y sin “paracaídas” ante sus desequilibrios “naturales”.

11) Falso que el neoliberalismo responde a los retos de la modernidad mejor que otros modelos. El neoliberalismo no responde a los retos de la modernidad, para empezar, porque su base es una noción elemental creada en la alborada del sistema capitalista. El fundador de la economía política, Adam Smith creía en la superioridad del mercado por una sana convicción, porque era un descubrimiento y una alternativa contra siglos anteriores de un sistema dominado por reyes, reinos, caballería, castillos y oscurantismo.
La modernidad significa la constante alteración de las condiciones técnicas que sustentan la vida humana. El neoliberalismo se congratula del avance científico técnico, pero él mismo emplea una ideología sustentada sobre bases antiguas, con cimientos sometidos a la ley de la obsolescencia.
El neoliberalismo acepta (deja pasar) fuerzas desencadenadas de la época, que están llevando la pauta de la innovación técnica. Sin embargo, él mismo encarna una ideología anticuada, cuyos orígenes ya resultan casi legendarios. En efecto, los individuos y las empresas generan innovaciones sin pedir permiso y modifican al sistema. El capitalismo maduro se hincha en la “sociedad de consumo”, pero anuncia el advenimiento de una “sociedad del conocimiento” , incomprensible en términos de puro mercado, pues lo que está cambiando es la condición humana y sus medios.
Pero el reto para una teoría económica no es “dejar pasar” a la nueva modernidad, sino comprenderla y expresarla. Y comprender es también aceptar que la economía empieza y termina en los grandes problemas humanos y sociales que encontramos, hoy día, sin redención. En ese terreno, vemos que el neoliberalismo padece una severa miopía, y además su posición intransigente anuncia su caducidad. Ante el estallido de crisis escandalosas desde 2008, han demostrado en lo hechos, las falsas teorías de la perfección de los mercados. La crisis y su complejidad, nos invita a superar esa ideología neoliberal como arcaica, y entrar en una teoría económica más compleja y realista, capaz de lidiar con las contradicciones de las personas en un mundo cambiante.


Post Data y síntesis conceptual
La esencia del problema es que el neoliberalismo más crudo dejó de ser una teoría económica que entiende el mercado, para convertirse en una “religión de mercado”. Resulta curioso que con ello resulte una polaridad, entre una “religión del Estado” (versión monárquica, tiránica o hasta comunista), y su contrario con una religión del mercado con el neoliberalismo burdo. Los extremos del pensamiento se convierten en absurdos, así pretender que todo se cure con mercado o, al contrario, con exclusiva con el Estados. Lo que sabe la ciencia médica, que la dosis lo es todo, lo pretende ignorar la tesis socio-económico-política. Ni todo lo remedia el mercado ni todo lo alcanza el Estado, incluso los regímenes mediocres utilizan mezclas de ambos principios contradictorios. Intentar desaparecer al mercado o al Estado son fantasías pueriles.

NOTAS:
1 De ordinario, la reflexión deja de lado el aspecto legal y de “justicia” de la actividad económica, pero cada contrato económico no se limita a una “espontánea” voluntad de partes, pues contiene una trama legal. Lo mismo sucede, con la controversia de justicia y la exigencia de un poder que arregle los desacuerdos entre partes.
2 En ese sentido, apuntan las denuncias de la OIT y de sindicatos en países desarrollados sobre el desplazamiento de las plantas hacia zonas de explotación salvaje de mano de obra.
3 Cf. Galbraith, John Kenneth, El dinero.
4 Anécdota satírica en la novela Cándido de Voltaire.
5 El término de “sociedad de conocimiento” se ha popularizado en los medios para expresar el complejo cambio que trae aparejado la presente oleada de revoluciones tecno-científicas y su aplicación en la vida cotidiana. La “sociedad del conocimiento” representa la profundización de la “tercera ola” del siglo XXI. Cf. TOFFLER, Alvin y Heidi, El cambio del poder.

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