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martes, 1 de enero de 2013

TRES VARIACIONES FILOSÓFICAS SOBRE EL TEMA DE LA FELICIDAD




                                                Por Carlos Valdés Martín

Siendo motivo principal de la existencia la búsqueda de felicidad[1], debido al mal tino o al desconocimiento pasamos la vida buscando los fantasmas que más creemos ingenuamente le asemejan: diversiones, placeres, dinero... No ha de ser sencillo lograrla, ya que los pensadores nos ofrecen su auxilio para alcanzarla. Miremos algunas propuestas para rondar más próximos a la felicidad.

Primera variación: el hedonismo

Conviene recordar al Fausto de Goethe, con el personaje emblema de la alborada de la modernidad, para indicar que la entrega al hedonismo es ponerse en brazos de la tragedia, una especie de demonio que engendra el morir. El hedonismo busca a otro ser humano como su objeto de placer, de tal modo que sea su medio para el placer y ya[2]. El hedonismo trata del simple y puro carpe diem, disfrute del día, vivir el hoy sin mayores consideraciones. Si se recurre a otra persona es para exaltar el propio placer, que también es complacerse en la inmediatez (en cierto sentido, esto es obligación, digamos una “ley” por la cual necesitamos del prójimo). La persona objeto del placer debe permanecer porque el deleite quiere eternizarse. En esta afirmación existe una negación del prójimo a nivel de su alter-idad; pues el egoísta goza sin respetar al otro en su independencia, por alcanzar su goce[3]. Además, experimenta una decepción pues su goce queda sin trascendencia, requiere de una renovación perpetua; pero después del placer comprueba una dura ley de necesidad por la cual todo placer se agota. Ciertamente, el deleite de los sentidos resulta hasta psicológicamente indispensable[4], pero  se agota a final de cuentas, no importa las píldoras de juventud ingeridas. Después del placer esa individualidad egoísta, como tal se irá a pique por la ley de la necesidad (el terrible Cronos de la vejez y decadencia, también economía por una reducción marginal de la satisfacción[5]), luego viene la muerte[6].
La amargura de la experiencia hedonista es todavía mayor, porque el placer es un acto de sentimiento y no de pensamiento. El hedonismo es singularidad del individuo, como conciencia que percibe, por lo que esa conciencia no puede superarse por sí misma. La presencia del otro extremo, (aquí pensado también en el sentido de la existencia de la libertad de otra conciencia) lo experimenta “como contradicción o como aplastamiento de su singularidad”[7].
El hedonismo no es, estrictamente, un vicio particular sino una dimensión de la existencia, pero es la dimensión atada a los vicios. El hedonismo no es un placer particular, sino el placer convertido en la religión hacia las personas. En ese sentido, nuestra sociedad actual es hedonista. Y esta es una afirmación asaz triste, porque finalmente encontrará un callejón sin salida, incluso como consumo simbólico[8].
Si nuestra sociedad es hedonista, significa que predomina una visión de que la felicidad son los gustos del momento, gozando de cualquier confort, rodeado de los lujos y las bellezas posibles. En su momento, Fausto obtuvo todos los placeres a su alcance y el resultado fue que su vida quedaba vacía y lo amado se perdía sin remedio.
La “sociedad de consumo” promueve e idealiza esa situación de dilapidación sin mérito, venerando al rico ocioso como el peldaño supremo de la escala social. Una última mirada al hedonismo, revela que su clímax ideal es el fruto obtenido sin trabajo digno y sin siembra. Esto sería una situación de retribución mal habida que no resulta del esfuerzo y de la creatividad, como el sueño sin vigilia, por tanto, resulta frustrante en un nivel profundo[9]. Asimismo, el estudio detenido de los modelos de riqueza, belleza y placer nos indica que carecen de una llave para la felicidad, y más bien pareciera les estaba vedada, por ejemplo, revisemos las biografías de Howard Hugges y Marilyn Monroe.

Segunda variación: el romanticismo
A un nivel propio de los sentimientos el romanticismo es una emanación sincera, brota desde lo más profundo del corazón. Debemos afirmar que es una superación del hedonismo, pero sólo parcial. El romántico actúa conforme a la ley de su corazón, en base a honestidad de sentimientos, y percibe que en estas claves existe universalidad[10]. En la acción de una conciencia romántica que pretende moverse acorde a esta ley del corazón llegará, por fuerza, el enfrentamiento con el mundo, entendido como orden absurdo que contradice esa ley. El actuar romántico entra en contradicción con el entorno y los demás hombres, en su percepción el statu quo es prosaico y los demás hombres, vulgares; además, siente un fin elevado para el “logro del bien de la Humanidad”, por lo que es una forma de conciencia noble, desprendida de su egoísmo.
Este romanticismo es la identificación inmediata de la singularidad (individuo romántico actuando acorde a la ley del corazón) con la universalidad (idea de que el mundo debe ser armonioso, según esta misma ley espontánea del corazón). Las repetidas rebeliones juveniles poseen este mismo sello de la singularidad siguiendo ese impulso[11].
Sin embargo, el romántico casi por regla falla en sus apreciaciones y es como un niño que carece de medios para alcanzar sus objetivos[12]. El caso más notable lo tenemos en el campo propiamente amoroso, donde la “teoría del príncipe azul” de las doncellas es la fatídica guía para el fracaso en la relación amorosa[13].
Ahora bien, el romanticismo cree en la posibilidad de la felicidad, un tanto más elevada que el hedonista por cuanto tiene fe en la actuación en base a su corazón y sus corazonadas. Sin embargo, más allá de estos sentimientos, habrá falta de percepción y deberá caerse en un destino nefasto. Es común encontrar héroes románticos, que han perseguido causas nobles con precipitación y decisión, siendo mártires inoportunos de periodos negros. Tomemos como ejemplo a Lord Byron, quien muere en una incursión por la causa de la liberación de Grecia, careciendo de medios y recursos para alcanzar su cometido. De hecho, este romanticismo impulsivo conviene llamarlo quijotismo, por su mirada demasiado alta y porque se insufla de un aparente virtuosismo[14]. Por lo mismo, el alma romántica requiere de someterse a un esclarecimiento, para que sus aspiraciones no queden en vagas intenciones.


Tercera variación: Superación de la conciencia infeliz
El filósofo Hegel indica que la infeliz, por fuerza es aquélla que mira su fundamento como separado de ella misma, observando su esencia como lejana de su existencia, el ser presente[15]. Por ejemplo, para la conciencia religiosa infeliz la tragedia es que no puede encontrar a su Dios, pues su divinidad la abandona y no da respuesta a sus ruegos. Dios sería la esencia íntima y el fundamento de la conciencia religiosa, pero si ignora la esencia de su comunión con la divinidad, siempre la verá como ajena a sí misma. Sin embargo, en un sentido fenomenológico la conciencia infeliz es la que puso la imagen de Dios como su esencia interior y plenitud de su alma, por tanto la conciencia lo remediará[16].
Siguiendo esta línea de razonamiento, en todo momento el sufrimiento también es un estado de conciencia de separación, una situación de enajenación parcial o general[17] del sujeto respecto de su fundamento y consecuencia. Por lo mismo, el concepto de “conciencia infeliz”, al nivel de generalidad ofrecido por Hegel, ofrece las claves para la superación ideológica de la caída en la infelicidad y la aptitud para el sufrimiento.
Mientras el sufrimiento corporal (dolor físico, enfermedad, vejez, invalidez, etc.) depende de circunstancias particulares (alimento, medicina, analgésicos, recursos, etc.[18]); el nivel consciente y humano del sufrimiento depende de la interpretación que se ofrece a la vida. Esta clave para superar el sufrimiento humano es “recuperar el fundamento de la conciencia”, aunque existen muchos componentes de esta afirmación. Al recuperar el fundamento de las conciencia se inicia la clarificación de los mayores enigmas de la vida. El primer fundamento es que la conciencia resulta esencial al mundo y que el pensamiento vital es perpetuo; en otras palabras, el primer fundamento emerge con la continuidad de la conciencia, en la continuidad del pensamiento[19]. El pensamiento continuo rebasa las barreras, supera sus límites y adquiere una perspectiva infinita, una visión que resulta tan difícil de lograr y es base para superar la conciencia de la muerte definitiva[20]. Es decir, el pensamiento continuo establece una potente perspectiva de vida infinita, marco adecuado para comprender la felicidad[21].


Conclusión
Para no alargar la exposición evitaré un final simple: una fórmula para alcanzar la felicidad en base a la filosofía[22]. Espero que las siguientes pistas sean de utilidad. El hedonismo ilumina al placer, el romanticismo enaltece el sentimiento y la conciencia de sí esclarece el pensamiento; entonces en un proceso de superación y conservación —como debe ser el camino dialéctico—, la salida hacia la felicidad es la superación-conservando de estas tres “leyes”: placer, sentimiento y pensamiento. Es decir, la filosofía indica que la felicidad se preña de estos tres frutos: placer, sentimiento y pensamiento[23]… que en otros términos indicará el sentido del amor maduro, más allá del simple capricho del corazón o la fantasía pseudo-religiosa[24]. Madurez en el amor, esa es la base para la felicidad.

NOTAS: 


[1] Para algunos la felicidad sería el único motivo, para otros un horizonte deseable, sometido a otras consideraciones éticas. Estimo define un meta-estado que trasciende los eventos particulares, por tanto es una meta-meta (si se capta la ironía), algo más allá de la meta particular. Cf. ARISTÓTELES, Ética nicomaquea.
[2] HEGEL, G.W.F. Fenomenología del Espíritu.
[3] Eso sin considerar la complejidad de las diferencias de perspectiva entre géneros, como señalan los manuales; por ejemplo, Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus.
[4] De ahí el psicoanálisis declarando que el libido resulta indispensable de satisfacer, bajo modalidades aceptables. Cf. FREUD, Sigmund, Más allá del principio del placer.
[5] La observación empírica de la reducción de la satisfacción con la repetición del acto, retomada por la economía neoclásica. ROLL, Eric, Historia de las doctrinas económicas.
[6] Como sea sobreviene esa separación, y su herida terrible debe conjurarse. Cf. CARUSO, Igor, La separación de los amantes.
[7]VALS-PLANA, Ramón, Del yo al nosotros, p. 182.
[8] Para Baudrillard, el consumo deja de ser objetivo para crearse como capa simbólica que ha devorado a la sociedad, inaugurando la sociedad de consumo. Cf. Economía política del signo, El sistema de los objetos, y El espejo de la producción.
[9] Por ejemplo, FROMM, Erich, El corazón del hombre.
[10] El romanticismo puede rebasar el simple sentimiento para ofrecer versiones complejas, uniendo la estética, como lo presente Höldelin en Hiperión.
[11] ORTEGA Y GASSET, José, La idea de las generaciones modernas y El tema de nuestro tiempo. ZERMEÑO, Sergio, México: una democracia utópica. El movimiento estudiantil del 68.
[12] Perfecto ejemplo de ese enfoque romántico es Van Gogh con su incapacidad para relacionarse con el entorno, Cf. STONE, Irving, Anhelo de vivir.
[13] ALBERONI, Francesco, Enamoramiento y amor.
[14] Véase el artículo “Oscilación entre quijotismo y oportunismo” también basado en Hegel y la teoría política.
[15] HEGEL, G.W.F. Fenomenología del Espíritu.
[16] El ateísmo quita el absoluto de Dios, pero no le da esta continuidad a la conciencia, por tanto Nietzsche sigue a la espera de algo más: el súper hombre que tampoco está aquí. Cf. LEFEVRE, Henri, Hegel, Marx y Nietzsche.
[17] De modo interesante Marx estableció una visión general de la enajenación. Cf. MARX, Karl, Manuscritos económico-filosoficos de 1844. Donde se anota que la enajenación ocurre, de ahí su conciencia.
[18] Por tanto, también es un tema material económico. Cf. MESZAROS, Iztván, La teoría de la enajenación en Marx.
[19] Esta escalera de superaciones sobre el tema de la infelicidad-felicidad, muestra de modo en extremo sintético la perspectiva del joven Hegel, con la evolución dialéctica del espíritu y su inmortalidad. Cf. SERAU, René, Hegel y el hegelianismo.
[20] De acuerdo a Unamuno por eso quedamos presos del sentimiento trágico de la vida, incapaces de pensarnos de modo infinito. Cf. El sentimiento trágico de la vida.
[21] Por eso el misticismo verdadero es alegre, comprende que su cielo está en la mente presente. Cf. HUXLEY, Aldous, Cielo e infierno.
[22] Una aproximación está en Descartes Las pasiones del alma, de la cual pueden encontrar su comentario en mi blog.
[23] En otros términos, esta integración también solicita la contraparte externa: nivel económico material, una forma social armónica y un nivel intelectual-cultural aceptable en el entorno. Es claro, que la contradicción entre individuo y sociedad marca el curso preciso de estos cauces. Cf. SARTRE, Jean Paul, La crítica de la razón dialéctica.
[24] FROMM, Erich, El arte de amar.

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