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viernes, 18 de enero de 2013

MORTANDAD DE EMPRESAS MEXICANAS




Por Carlos Valdés Martín

Una especie en peligro de extinción: la nueva empresa mexicana
El altísimo nivel de muerte de empresas nuevas en México implica un fracaso del ambiente económico nacional. Un ambiente donde en dos años muere más del 80% de las empresas generadas o nuevas, implica una situación de hostilidad extrema de tipo anti-empresarial. En el marco de los esfuerzos para recuperar la economía y dinamizarla en un sentido modernizador, encontramos estas revelaciones de una mortalidad empresarial anormal y muy por encima de los promedios mundiales

Lo que muere no es la informalidad, la cual sobrevive junto a los semáforos vendiendo chicles y cacahuates, pues esas “empresas” de la marginación siguen reproduciéndose sin parar. Y tampoco está en peligro de extinción el llamado “torero”, que pone su mísera mercancía ilegal en un metro cuadrado de acera (incluso causando una competencia anómala contra el comerciante establecido). Tampoco está agonizando esa especie de empresa gris que llamamos sindicato, que corre a instalar un letrero en cada nueva construcción, bajo el chantaje de fabricar una huelga fantasma.  Ni está amenazada por ningún desafío la mega-empresa monopólica, siempre que sea trasnacional.

La especie en peligro de extinción es la empresa pequeña mexicana formal, que emplea trabajadores mexicanos y arriesga capital de muy pequeños y medianos empresarios, integrando recursos nacionales, procurando pagar sus impuestos de forma regular o como puede. Esa empresa que recibe pesadas cargas fiscales (las grandes cargas directas Federales como IVA, IETU e ISR y las de seguridad social como Infonavit, SAR, IMSS; además de las cargas fiscales locales como Predial, a Nóminas, Usos de Suelo, Parquímetros, contribuciones a Basura, Seguridad; y además de otras cargas fiscales ocultas pero reales como los altos costos de Electricidad, Gasolina, Agua, Parquímetros, Carreteras concesionadas, etc.). Y, por si faltara algo, también soporta esta mini empresa créditos extremadamente caros cuando los comparamos con el costo del crédito en los países de la matriz (EUA, España, etc.) de los grandes Bancos asentados en México. A esto todavía debemos agregar los elevados costos surgidos de distorsiones monopólicas como los ya famosos costos de la Telefonía fija y celular.

Los incrédulos en la mortandad empresarial
Un colega especialista reveló en un estudio comparativo que el índice de sobrevivencia y mortandad de empresas nuevas durante los dos primeros años en Irlanda se acercaba a 9 de cada 10, en Israel 7 de cada 10, en EUA eran 5 de cada 10, mientras que en México nos llevamos un récord negativo de menos de 2 de cada 10 empresas sobreviviendo al final del periodo.
A reserva de contrastar estos datos mediante un estudio alternativo, convendría preguntarnos por el fondo de la cuestión. ¿En qué se diferencia el ambiente económico de México con el de Irlanda, Israel o Estados Unidos de Norteamérica? Y no intentemos indagar en todas las diferencias del ambiente económico, sino únicamente en los aspectos que matan a las empresas. Al menos, la retrasada y bucólica Irlanda (ese rincón de los conflictos religiosos de la Europa tradicional) no parece marcar modelo para seguir ni un estándar para ambicionarse. ¿Por qué las empresas en el ambiente de Irlanda sobreviven y en el de México perecen? ¿Poseen los duendes y tréboles de cuatro hojas un hechizo para la sobrevivencia de las empresas irlandesas? Claro que no. Debemos buscar las diferencias en el ambiente institucional y de competitividad interna. Las diferencias radicales para la mortalidad o sobrevivencia de empresas entre México e Irlanda deben ubicarse en impuestos, marcos regulatorios alevosos y otros fenómenos peculiares de nuestro contexto (sindicatos defensores de sus privilegios y no de los derechos obreros, monopolios, etc.).

Pero sin conocer sobre esa excesiva y prematura mortalidad empresarial, los nuevos emprendedores se lanzan a una embravecida mar económica nacional y colocan sus flamantes empresas. Cada año surgen decenas de miles de empresas, pero hoy 9 de cada diez arriesgados marineros están destinados a terminar hundidos en el fracaso. Un nivel tan alto de muerte empresarial no resulta de una responsabilidad individual. El cierre de miles de empresas no es fría estadística, también se pierden en el vacío millares de días y noches de proyectos empresariales nuevos. Se arruinan por completo los patrimonios personales y familiares. Y con las empresas quebradas crece el desempleo.

Desde el punto de vista de la biología de las especies mercantiles casi toda nueva empresa mexicana nace como un pequeño pececillo, nacido para quedar devorado por los tiburones del mercado. Esta situación de tan marcada indefensión debe llamarnos a la reflexión. En particular, deberá reflexionar la autoridad con seriedad cada vez que lanza nuevos mecanismos regulatorios. Por ejemplo, cuando las autoridades de la Ciudad de México insisten en imponer una revisión del Uso de Suelo cada dos años ¿se han dado cuenta de que esto crea más incertidumbre en muchas empresas y que favorecen la mortalidad empresarial?

Efecto macro
Una década perdida para el desarrollo económico en 1980, otra década perdida en 1990 y ahora cumplimos una tercera década perdida en desarrollo económico a partir del 2000. Si bien algunos analistas culpan al factor externo y a las grandes pautas macroeconómicas como factores de crisis, pocos se han dado cuenta que la destrucción de las empresas y su muerte masiva (en exceso tremendo y más allá de una medida correspondiente a su ciclo de vida propio) es la causa de la parálisis económica. El gobierno y los analistas se alarman cuando el resultado global del PIB aparece en ceros o con números negativos, pero no se inquietan cuando miran al pasar por la calle que la oficina de su vecino cerró hoy y que la tienda de la avenida próxima está clausurada. La suma masiva de pequeños y medianos negocios marca una pauta de fracaso. El cierre masivo de pequeñas tiendas y oficinas que colapsan en silencio, cuando se acumulan resulta un PIB paralítico o en caída. En fin, la suma de esa elevadísima y anormal mortalidad de las pequeñas y medianas empresas es la sustancia de la crisis casi permanente en que se ha sumido la economía mexicana.

Buscamos por una sobrevivencia, al menos, normal y no una sobrevida artificial o de campeonato mundial para la nueva empresa. Cuando en México se recomponga un ambiente económico favorable a una sobrevivencia normal tendremos un resultado automático: desaparecerá el estancamiento y la crisis como resultado directo. Si cada pequeño agente económico resulta capaz de salir adelante y prosperar, el resultado será un efecto emergente, la economía volverá a los tiempos del Milagro Mexicano; con nostalgia recordemos con optimismo ese ciclo virtuoso de crecimientos económicos promedio hasta arriba del 7% cada año. Y ya no serán necesarias las importaciones de grandes capitales extranjeros ni las intervenciones heroicas del Estado para reactivar la economía, porque la economía tendrá un flujo constante de riqueza fundamentada desde su producción diaria: millones de empresas trabajando y generando una sana cadena de producción-consumo.

Los responsables de la mortandad empresarial
Si usted conoce la muerte de una pequeña o mediana empresa hágale la autopsia. Pregúntele con sinceridad y los oídos abiertos al conocido que la dirigió sin éxito qué o quién mató a su empresa. ¿Quedó la empresa paralizada de muerte por una nueva regulación de gobierno que le impidió seguir operando? ¿Se fue desangrando paulatina pero rápidamente por un crédito impagable por las altas tasas de interés? ¿Una obra vial mal planeada bloqueó su entrada del negocio durante dos años y tuvo que cerrar? ¿El último incremento de impuestos o una auditoría fiscal desalentó al empresario quien decidió rematar todo? ¿La inseguridad pública lo abrumó?
Cada empresario que ha sufrido en carne propia el fracaso puede contar una historia diferente. Descubriremos un ambiente multifactorial (con muchas causas) que destruye la empresa, la cual que no cuenta con recursos propios suficientes, ni créditos accesibles, ni incentivos fiscales, etc.

Una muerte masiva de las nuevas empresas ya no es obra de la casualidad y tiene sus responsables principales. Cada pequeño empresario sólo es responsable directo de su propia negociación. El marco regulatorio y del ambiente económico depende de diversos actores, pero la autoridad federal y local es responsable de muchos factores que son modificables. El problema radica en que la “gran discusión” sobre las reformas del país, ha dejado de lado los temas que ocupan y preocupan a los pequeños actores de la economía doméstica.


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