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sábado, 30 de julio de 2016

VIOLENCIA ES VIOLENCIA Y VENGA DE DONDE VENGA






Por Carlos Valdés Martín


Sí, lo es. No deja de ser violencia por provenir desde una institución que la monopoliza; ni por ser originada en el pueblo inocente; ni por venir desde los jóvenes candorosos y que recién ahora abren los ojos. Hoy la violencia nace, crece, transita y se mueve… mientras no sea detenida.
¿Desde dónde se detiene y se evita la violencia? Contra la desgarradora e irracional violencia se levantan la claridad de la mente, la palabra con conciencia y los actos con bondad de corazón: siendo esas las mejores “armas” para desarmar la agresión. Es tiempo de bloquearla, ya es hora de atajarla.
El mediodía de Nochixtlán Oaxaca se salpicó de sangre y cadáveres que son el resultado de una violencia sin sentido; sí, “sin sentido” como suele caracterizarse la violencia casi sin excepción. Ante ese evento desgarrador, todos los protagonistas niegan su paternidad: ni la policía ni los dirigentes políticos del país ni los dirigentes magisteriales ni el liderazgo local… Es una desgracia huérfana, sobre la que todos pretenden culpar a alguien, porque se señalan las faltas comunes sobre las cabezas ajenas.
La polémica pública se reduce a gestos vanos y un reparto de culpas. Del lado izquierdista contra-sistémico, todo se resume en buscar la culpa en el gobierno represor y, del lado gobiernista pro-sistémico todo se resume en disculpar a sus policías y aclarar que los muertos no eran maestros. El acto de violencia contra población civil es condenable, el provocar una situación para generarla sobre civiles y uniformados es condenable… son las dos caras de la barbarie extendida.
En contraste, los partidarios de Martin Luther King y Mahatma Gandhi organizaban con esmero sus manifestaciones para nunca causar violencia: vestían de blanco, jamás lanzaban piedras y jamás tiraban bombas molotov o cohetones. Los líderes de la oposición magisterial, por el contrario, mueven a la gente de modo irresponsable y agresivo, lanzando objetos incendiarios, piedras y cohetones, empujando de modo incoherente a sus seguidores para chocar contra los policías armados. El gobierno en lugar de ganar legitimidad con acciones firmes y sin violencia, manda a desalojar carreteras con una agrupación especializada en enfrentar criminales, que porta armas de alta peligrosidad. Porque la Policía Federal Preventiva (PFP) no está destinada ni capacitada para controlar multitudes; por si fuera poco, esos policías caen en la provocación y, luego, disparan sus armas contra población desprevenida, aunque esté mezclada con los pocos elementos agresivos que se la han pasado provocando con los consabidos cohetones, piedras y bombas molotov. La argumentación para disculparse de que hay policías que fueron agredidos —que sí hay datos de tales agresiones— queda neutralizada por el evidente “uso desmedido de la fuerza letal”.  La policía argumenta que hubo disparos en su contra desde la multitud que avanzaba contra ellos. A la espera de una investigación que se batirá en la torpeza, la parte de la dirigencia magisterial no niega que sí utilizaron cohetones y bombas molotov contra vehículos y policías. ¿Emplear cohetones en una manifestación de choque? ¿No resulta evidente que son peligrosos en sí? Todo mundo entiende que, en ese contexto, los cohetones sirven para imitar el estruendo de balas o bombas. Cuando dos grupos están enardecidos por un enfrentamiento a pedradas y macanazos ¿no es evidente que los cohetones pueden detonar una balacera? A eso se le llama provocación y no es un asunto menor cuando empuja a personas inocentes al precipicio, porque los muertos suelen ser los más inocentes y nunca son los que ordenan instalar barricadas incendiarias ni los que mandan a las huestes de policía.
Uno de los peores resultados es que hoy, lanzar a gente inocente en un movimiento de provocación hacia la gendarmería armada parece ser redituable en términos de ventaja política.
En fin, “violencia es violencia” sin importar desde dónde provenga.

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