Por
Carlos Valdés Martín
Sí, lo es. No deja de ser
violencia por provenir desde una institución que la monopoliza; ni por ser
originada en el pueblo inocente; ni por venir desde los jóvenes candorosos y que
recién ahora abren los ojos. Hoy la violencia nace, crece, transita y se mueve…
mientras no sea detenida.
¿Desde dónde se detiene y
se evita la violencia? Contra la desgarradora e irracional violencia se
levantan la claridad de la mente, la palabra con conciencia y los actos con
bondad de corazón: siendo esas las mejores “armas” para desarmar la agresión. Es
tiempo de bloquearla, ya es hora de atajarla.
El mediodía de Nochixtlán
Oaxaca se salpicó de sangre y cadáveres que son el resultado de una violencia
sin sentido; sí, “sin sentido” como suele caracterizarse la violencia casi sin
excepción. Ante ese evento desgarrador, todos los protagonistas niegan su paternidad: ni la policía ni
los dirigentes políticos del país ni los dirigentes magisteriales ni el
liderazgo local… Es una desgracia huérfana, sobre la que todos pretenden culpar
a alguien, porque se señalan las faltas comunes sobre las cabezas ajenas.
La polémica pública se
reduce a gestos vanos y un reparto de culpas. Del lado izquierdista
contra-sistémico, todo se resume en buscar la culpa en el gobierno represor y,
del lado gobiernista pro-sistémico todo se resume en disculpar a sus policías y
aclarar que los muertos no eran maestros. El acto de violencia contra población
civil es condenable, el provocar una situación para generarla sobre civiles y
uniformados es condenable… son las dos caras de la barbarie extendida.
En contraste, los
partidarios de Martin Luther King y Mahatma Gandhi organizaban con esmero sus
manifestaciones para nunca causar
violencia: vestían de blanco, jamás lanzaban piedras y jamás tiraban bombas
molotov o cohetones. Los líderes de la oposición magisterial, por el contrario,
mueven a la gente de modo irresponsable y agresivo, lanzando objetos
incendiarios, piedras y cohetones, empujando de modo incoherente a sus
seguidores para chocar contra los policías armados. El gobierno en lugar de
ganar legitimidad con acciones firmes y sin violencia, manda a desalojar
carreteras con una agrupación especializada en enfrentar criminales, que porta
armas de alta peligrosidad. Porque la Policía Federal Preventiva (PFP) no está destinada
ni capacitada para controlar multitudes; por si fuera poco, esos policías caen
en la provocación y, luego, disparan sus armas contra población desprevenida, aunque
esté mezclada con los pocos elementos agresivos que se la han pasado provocando
con los consabidos cohetones, piedras y bombas molotov. La argumentación para
disculparse de que hay policías que fueron agredidos —que sí hay datos de tales
agresiones— queda neutralizada por el evidente “uso desmedido de la fuerza letal”.
La policía argumenta que hubo disparos en su contra desde la multitud
que avanzaba contra ellos. A la espera de una investigación que se batirá en la
torpeza, la parte de la dirigencia magisterial no niega que sí utilizaron
cohetones y bombas molotov contra vehículos y policías. ¿Emplear cohetones en
una manifestación de choque? ¿No resulta evidente que son peligrosos en sí? Todo
mundo entiende que, en ese contexto, los cohetones sirven para imitar el
estruendo de balas o bombas. Cuando dos grupos están enardecidos por un
enfrentamiento a pedradas y macanazos ¿no es evidente que los cohetones pueden detonar una balacera? A eso se le llama provocación y no es un asunto menor
cuando empuja a personas inocentes al precipicio, porque los muertos suelen ser los más inocentes y
nunca son los que ordenan instalar barricadas incendiarias ni los que mandan a
las huestes de policía.
Uno de los peores
resultados es que hoy, lanzar a gente inocente en un movimiento de provocación
hacia la gendarmería armada parece ser redituable en términos de ventaja
política.
En fin, “violencia es
violencia” sin importar desde dónde provenga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario