Por Carlos Valdés Martín
La Verdad al quedar aceptada ha
de ser obedecida[1] —de
donde el concepto de la Verdad desprende un hondo sentido de poder—, así, lo confirma
Carlyle y, en ese sentido, toda y cada Verdad clave doblega al curso entero de civilización
y los pueblos. Esta definición descarta al maquiavelismo, a la teatralidad (política
o comercial) y al lema de “el fin justifica los medios”.[2] Nicolás Maquiavelo
separa el concepto político de las consideraciones éticas con la que inaugura
la ciencia política moderna; la teatralidad afirma la eficacia de la apariencia
y la entroniza para obtener un poder ajeno a la moralidad. El lema llamado
jesuita de que “el fin justifica los medios” representa la incomprensión
absoluta del término “prudencia” por la exégesis católica, pues el origina
griego significó capacidad para descubrir las consecuencias de cada acto.[3] Por su
parte, este discurso sobre la obediencia a la Verdad, descarta el fondo del
“maquiavelismo” porque lo importante surge en la irrupción de una gran Verdad;
de tal modo, Carlyle sostiene que “El mundo ha de obedecer al que en el mundo
ve, piensa y oye (…) La verdad nueva, la más profunda revelación del secreto de
este universo, es (…) un mensaje de lo alto; necesariamente, por eso, debe ser
obedecida.”[4]
Esta explicación redondea la tesis de que los héroes son quienes trayendo la Verdad
al mundo, guían la historia y cambian el curso de la vida política y social[5]. Ahora
bien, para exponer el pleno sentido de esta tesis, entonces tal veritas ha de estallar contundente y sin
la molicie del “pensamiento débil”[6], al
discurso abúlico que erróneamente se denomina relativismo; ya que esta
revelación de la Verdad no es un acomodarse a la conveniencia de la opinión,
sino la roca firme tras la cual se atan las voluntades y arrastran con fuerza
en dirección del nuevo tiempo. El lema de que “la Verdad es relativa” se
malinterpreta como si ésta no existiera simple y llanamente; pero la
relatividad comprendida con claridad implica la contextualización y no la
desaparición cual acto de prestidigitador; con la teoría de la relatividad no
desaparecen el espacio y el tiempo sino se unifican revelando su relación correcta.
¿Ha desaparecido la obediencia en
el siglo XXI? Parcialmente miopes ante la Verdad, se multiplica el sometimiento
mental ante pequeños y grandes ídolos, como señalaba Francis Bacon en el Novum Organum. Los pequeños son los
ídolos de la publicidad y el capitalismo con su pequeña felicidad depositada en
las marcas y las vacaciones; los grandes son los ídolos del fanatismo (principalmente
religioso y político) y el nihilismo (un vacío que todo lo convierte en basura).
En los intersticios brotan millones de estrellas con luz propia, es el efecto
de una gran torrente de Verdades que nos iluminan desde el futuro, haciendo más
soportable cualquier noche de los tiempos.
El sano cuestionamiento y sus
dudas son la fábrica individual de la Verdad, según demostró Descartes, sin
embargo la hipertrofia enfermiza de
la duda decae en el gemelo del nihilismo (un débil Tezcatlipoca o espejo
humeante) que se denomina escepticismo.
El escéptico, sin asidero en su propia confianza, se termina dejando conducir
por dogmas a los que desprecia y hasta vitupera, sin embargo, lo arrastran.[7]
Quien no encuentra la Verdad
deambula por la existencia sin poder interior, convirtiéndose en un ser
impotente en el sentido hondo del término. Quien sí es capaz de descubrirla
queda obligado a compartirla. Y el poderío que brota del compartir una Verdad
sincera, deja indiferente al escéptico (precisamente ciego para observar la luz
de quien escapa de la Caverna), pero siempre conmueve la marcha de los siglos
venideros.
NOTAS:
[1]
CARLYLE, Thomas, Los héroes, “No hay
acto más moral entre los hombres que el de mandar y obedecer. ¡Ay, del que
reclama obediencia cuando no es debida! ¡Ay del que la rehúsa cuando lo es! En
eso está la ley de Dios”
[2]
León Trosky en Su moral y la nuestra
cuestiona la tesis de que “el fin justifica los medios”.
[3]
Aristóteles en su Ética nicomaquea
deja claro el significado de prudencia, la exégesis de Averroes lo confirma.
[4]
CARLYLE, Thomas, Los héroes, p. 207.
A su manera, la metáfora de Así habló
Zaratustra pretende que el mensaje funcione en ese mismo sentido: desde la
palabra iluminada del profeta filósofo hasta la acción dulce del superhombre,
pero no traspasa las metáforas hasta la realidad.
[5]
Esta visión, comparte la creencia marxista en la palanca de la verdad como virtud
de la clase proletaria emergente, bien retratado en la novela La madre de Gorki, donde insiste que la
verdad desnuda es el mensaje para el pueblo.
[6]
En opinión de Lyotard, la característica del pensamiento posmoderno se aleja de
la Verdad en el sentido fuerte, para regodearse en otras formas de consenso,
menos fuertes que permiten una agonística. Cf. La condición posmoderna.
[7]
Las palabras suelen vaciarse de contenido, de ahí la paradoja sobre el pasaje
bíblico “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” que se suele
interpretar como elogio al fanatismo mediante los textos religiosos. Nuevo testamento, Juan 8:31-32.
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