Por
Carlos Valdés Martín
La
leyenda de una cabeza descubierta durante la construcción aparece en la
narración romana, cuando el rey Tarquino excavó para levantar las edificaciones
nuevas de la Colina Capitolina, hacia siglo VI a. de C.[1] El evento se consideró un
presagio de que el sitio (la ciudad de Roma) se convertiría en capital del
mundo, por la identidad biológica evidente entre la cabeza y el don de mando
según las tradiciones de ese pueblo, tal como denota la palabra capital. Esta Colina Capitolina resulta
ser la de menor extensión entre las 7 colinas originales de la Roma antigua y
su nombre se atribuye al prodigio de su leyenda.
El
presagio que encontró Tarquino resultaba muy afín a los actos de autoridad, que
se consideran fundacionales para gobiernos y dinastías.[2] De igual manera un acontecimiento
de inusitada violencia colectiva, como una guerra o revolución, se estima
momento propicio para fundar un nuevo poder,[3] también los gestos de
violencia se tomaron en ese sentido para los romanos. El fundador de la ciudad,
Rómulo mató a su hermano Remo por violar el ritual de edificación en la Colina
Palatina;[4] gesto que concuerda con
esa definición del Poder político que monopoliza la violencia legítima. Entre los antiguos, el acto de fundación se
cumplía con un ritual solemne y recordemos que los romanos fueron especialistas
para definir el sitio de grandes urbes, que diseminaron en Europa siguiendo el
ejemplo de la propia Roma.
Con
el tiempo la palabra “capitolio” adquirió su propia dinámica, después de separarse
del sitio de la famosa colina romana se empleó para la designación de otros
edificios que albergaran los poderes ejecutivo o legislativo de una ciudad o
nación.
Un
enorme proyecto de construcción le dio mayor fama a la palabra “capitolio”: la
sede de los poderes en Washington D.C. Las inspiraciones arquitectónicas
romanas, renacentistas y neoclásicas se conjuntan para el majestuoso diseño del
Capitolio norteamericano. Igual que la historia del nacimiento de la
Norteamérica libre, esta edificación está marcada por evocaciones masónicas.
Recordemos desde el conocido diseño de la ciudad de Washington[5] hasta la perfección
arquitectónica de sus edificios como un homenaje a las generaciones fundadoras
y a la búsqueda para convertir el espacio en el sitio perfecto a cada propósito.[6]
Después
de la construcción que alberga al legislativo norteamericano, la figura
arquitectónica capitolina reforzó sus rasgos típicos y, desde entonces, en
varios edificios de otros estados de la Unión Americana hay un estilo semejante
al de Washington DC. Incluso hasta otros
países como Cuba y República Dominicana plasmaron un estilo de capitolio próximo
al norteamericano.
Además,
para concluir interesa la relación entre la cabeza física y el vértice
colectivo del poder político. La cabeza indica una evidencia biológica, que el
poder político no posee, pues su código corresponde a la existencia colectiva. Al
dios Término los romanos lo representaban sin cuerpo físico, pura cabeza con la
cualidad de aferrarse misteriosamente a un espacio, de tal manera que resultara
inamovible,[7]
con lo cual se expone una aspiración del poder máximo: la estabilidad fija
indicada también por la palabra “Estado”.
NOTAS:
[2] La “cabeza”
solitaria también está relacionada con las leyendas romanas alrededor del dios
Término, que servía de límite a las propiedades. Joaquín Bastús, Diccionario histórico enciclopédico,
Tomo IV, Ed. Imprenta de Roca, Barcelona, 1895.
[3] Walter Benjamin, Para una crítica de la violencia, señala
esa característica de la violencia fundacional; asimismo, Ferdinand Lasalle lo
ratifica en ¿Qué es una constitución? Lo
cual corresponde al ciclo de terminación de la violencia y la búsqueda de una
pacificación definitiva.
[4] Fue en tras el
trazado con arado que Rómulo advirtió pena de muerte a quien violara el diseño
de la futura ciudad, gesto que fue burlado por su hermano Remo. La respuesta
del fratricidio corresponde a la leyenda de Caín y Abel, desde una perspectiva
de la legitimación del matador, quien justifica su acto con el respeto a la
nueva ciudad, que figura la “madre colectiva” de los romanos.
[6] La sede de los
poderes norteamericanos posee una evidente similitud con la Basílica de San
Pedro vista desde el frente; además, complementada con el misterioso gusto por
un obelisco. La leyenda católica indica que un obelisco egipcio contempló el
martirio y muerte del mismísimo San Pedro, por eso se complementó en la plaza
donde el Papa hace sus presentaciones ante la multitud.
[7] La representación de
dicho dios Término fue una cabeza sin cuerpo aferrada a un pilar que se
enterraba para indicar un límite inamovible. Un relato indica que cuando se
remodeló un templo para “Júpiter Capitolino” todos los demás dioses se movieron
voluntariamente para dejar el espacio al principal, sin embargo, el dios
Término no se movió, por tanto permaneció junto a la deidad máxima dentro de su
templo. Joaquín Bastús, Diccionario
histórico enciclopédico, Tomo IV, Ed. Imprenta de Roca, Barcelona, 1895.
1 comentario:
Gracias!! Está información es muy interesante e importante para los que nos gusta indagar más sobre la historia
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