Por Carlos Valdés Martín
“¡Evohé!, gritaron los heraldos en las cuatro
esquinas del templo…”
Eduard Shuré, Los
grandes iniciados.
Orígenes
El gran Orfeo fue una divinidad
de segunda generación, es decir, no aparece en Hesíodo ni Homero que son las
fuentes más antiguas de Grecia, por lo mismo, Shuré y otros lo relacionan con
una importación desde Tracia[1]. También se atribuye su
estirpe a un rey (Egaro de Tracia o hasta al dios Apolo) y una sacerdotisa[2]. Con Orfeo resulta razonable
sostener su naturaleza de semidiós con condición mortal, para comprender la
narración del descenso al Hades.
Algunos hacen
énfasis en el papel de Orfeo como vínculo con la iniciación de Samotracia o de Egipto. Se cree que Orfeo recuperó esos misterios religiosos para el pueblo de Tracia, a partir de lo cual regeneró el
sacerdocio. Siendo lo anterior implícito,
abundaré en otras facetas del personaje.
Dionisos y Apolo
El atributo
principal de Orfeo fue la música mediante la lira[3] y la cítara, por lo que está
ligado al dios solar y cultural Apolo. Su aspecto festivo quedó vinculado a
Dionisos (también llamado Baco), divinidad del vino y la exaltación, pero
dividido en dos bajo la perspectiva de Shuré.[4] Por tanto, Orfeo es el
semidiós que une al culto Apolo y al festivo Dionisos en la armonía, juntando
la razón musical con el sentimiento inconsciente y natural.
Tres breves relatos de Orfeo
El viaje de
los Argonautas tras el vellocino de oro, lleva de acompañante a Orfeo pues su música
es un arma para conjurar peligros. En una versión alternativa a la clásica de
Odiseo[5], es Orfeo quien neutraliza
el “canto de las sirenas”, y domina otras bestias, para facilitar la captura
del codiciado vellocino.
El descenso al
Hades para rescatar a su amada Eurídice se interpreta también en el sentido de
la iniciación antigua. El arte musical y la elocuencia de Orfeo le permiten
traspasar la aduana de Cerbero y convencer a los reyes del inframundo para
regresar a su amada. A Orfeo se le permite redimirla a condición de jamás voltear
atrás (semejante al escape de Lot y Edith desde Sodoma) para mirar a su amada
durante la travesía. El semidiós resiste, pero en el último tramo voltea los
ojos cuando Eurídice mantiene un pie todavía en el Averno, por lo que ella se
disuelve entre las sombras. Subrayemos que el error recae en el héroe que voltea
un instante antes de lo pactado, mientras que el relato bíblico, señala a Edith
volteando hacia la ciudad destruida.
Un relato posterior,
según otras explicaciones, indica que Orfeo fue destrozado por las Bacantes,[6] por un motivo sobre el
cual no hay consenso. Las interpretaciones varían: en una renegó del culto a
Dionisos y favoreció a Apolo; en otra, las desairó repetidamente; o bien, enloqueció
de amor por Eurídice y profanó sus misterios báquicos.
Por la mujer y contra ella
Una
característica repetida en la figura de Orfeo señala el conflicto frente a la
mujer. En las versiones más extremas sobre su final, la furia de féminas
desenfrenadas es la causa de su destrucción. También en algunos relatos las
bacantes destrozan y decapitan a Orfeo, en clara alusión a la castración psicológica por la derrota
ante el sexo opuesto. En el relato con las sirenas, su triunfo indica cómo el
varón supera la sensualidad implícita y espontánea del elemento femenino-acuático.
En la narración clave del descenso al Hades, la amada resulta el motor
exclusivo y radical del varón, al mismo tiempo, que se declara inalcanzable. En
este punto, anoto que la mitología grecolatina escaseó en romances, y en ese
sentido esta narración es notable, anticipando la devoción del amor monógamo
que proliferaría siglos después.
Sueño, embriaguez y muerte: las fronteras
Los relatos de
Orfeo revelan importantes lecciones sobre los límites significativos de la
existencia y ante los cuales ocurre un enfrentamiento crucial. El sueño es la
frontera natural, entre la vigilia y lo onírico, que se traspasa casi sin
notarlo y de modo benéfico al dormir. Sin embargo, hay una fuerte
contraposición entre la vida despierta y el sueño, pues, a veces, el individuo ¿No
se convierte en soñador inútil? ¿Qué es el visionario sino el soñador con
voluntad que modifica lo etéreo en nueva realidad?
La embriaguez
no siempre fue un vicio para los grecolatinos, más bien detonaba una dualidad:
capaz de despertar el “entusiasmo” (el deus
interno) o caer en el precipicio de la borrachera. De ahí su culto cauteloso,
respecto del cual semeja la actitud tradicionalista náhuatl de respeto hacia
hierbas y hongos psico-estimulantes.
La muerte levanta
el imposible definitivo, pero la lección de Eurídice también argumenta sobre el
recuerdo y el tiempo irrecuperable: de modo constante el universo pasa ante
nuestros ojos. Quien se descuida y “voltea la cara” queda atrapado por el
fantasma del recuerdo; pues quien añora el pasado habita en el país de los
muertos.
¿Hay algún milagro
capaz de desenredar esa triple frontera de sueño-embriaguez-muerte? El heroico
Orfeo sugiere una vía de escape. El
sueño como velo de fantasía; la embriaguez como sometimiento a los sentidos y
la muerte cual secreto revelado sobre la inmortalidad. ¿Qué héroe real lo
traspasa?
Eurídice
El relato
apunta que ella se había comprometido en matrimonio con Orfeo, pero que un
pretendiente enardecido la persiguió para impedir su boda, y durante la huida,
ella fue mordida accidentalmente por una víbora, que le provocó la muerte. Ante
la tragedia el novio inconsolable termina obteniendo el acceso al inframundo,
convenciendo a los guardianes como Caronte y Cerbero entre sus ruegos, música y
elocuencia.
En el confín
de lo deseado, Eurídice representa el amor más puro,[7] y en pos de su rescate Orfeo lo
arriesga todo, bajando al inframundo. El Hades que
también es el Caos, representa plásticamente la destrucción y la nada
irremediable, mientras el desvanecimiento de Eurídice nos alerta sobre el paso
del tiempo y lo irremediable del cronómetro. La búsqueda de Orfeo
en el Averno nos recuerda, más allá de la imposibilidad, la tarea clave de
recuperar la vida ante su derrumbe definitivo, en fin, manejar el secreto de la
trascendencia. Esa pureza que merece un amor más allá de lo humano,
representada por Eurídice (un modelo de pasión para recuperarse a partir del
movimiento romántico) es el imán que arrastra a Orfeo a traspasar las fronteras
y sublimar su esfuerzo. ¿Cuáles son las armas del encantador Orfeo? Son
elocuencia y música, los atributos para embellecer cualquier atmósfera, de tal
modo que destraba las fatalidades con la armonía unida de la naturaleza (el
sonido en sí) y el pensamiento (su palabra elocuente).
La culpa de Orfeo y su propia catástrofe
En la leyenda,
el semidiós sufre una segunda pérdida y ésta resulta la más dramática, pues falla
al punto de alcanzar su milagro de rescatar a Eurídice del reino de los
muertos. En esa falla de la mirada hacia atrás acontece el nudo del relato.
Mientras Hércules cumple con 12 trabajos, el infeliz Orfeo falla en el único
rescate importante. Él es el caballero fallido, el canto del fracaso de la
alegría de vivir ante la fatalidad misma. Y el suponer, bajo hipótesis realistas,
que su tarea de antemano resultaba imposible, el mismo relato la convierte en
viable, por tanto fracaso es tan lamentable. La causa del fracaso es un simple
gesto prohibido, una obligación de “no mirar atrás”, que incumple el paladín
acicateado por un simple descuido.
Perder dos
veces a la amada Eurídice es motivo suficiente para hundirse en la tristeza y
que el representante de los cantos dulces, el encantador de fieras, quede
hundido. Su castigo resulta irrelevante, pues él lo debería suplicar, ya que
ser muerto por las bacantes es más el remedio para regresar al Hades que una
condena.
La tensión y la armonía del desenlace
Ya señalé que Eurídice
vale cualquier proeza, sin embargo, buscando un aspecto unificador de la figura
mítica de Orfeo se destaca la tensión (lucha entre géneros y entre divinidades siendo
opuestos) y el uso de la armonía que supera esa tragedia,[8] aunque no siempre en desenlaces
felices, al menos, anuncia a la solución mediante tal armonía sublime.
En
tal sentido, la armonía musical representa la esencia del espíritu que soluciona la trágica lucha de contrarios,[9]
sin embargo, siempre sometido a las rigurosas leyes del tiempo y la muerte
natural.
NOTAS:
[2] En otras referencias
también se atribuye a la musa Calíope patrona de la poesía o Clío musa de la
historia.
[3] “¿Sabes lo que es la Lira de Orfeo? Es el sonido de los templos inspirados.
Ellos tienen por cuerdas a Dios. A su música, Grecia se armonizará como una
lira, y el mármol mismo cantará en brillantes cadencias, en celestes armonías.” SHURÉ, Edouard, Los grandes
iniciados.
[5] HOMERO, Odisea. En ese relato, el famoso
marinero se amarra al mástil y tapa las orejas con cera para esquivar el
encantamiento mortal de las sirenas, así controla sus sentidos con astucia.
[6] A las seguidoras de
Dionisio se les llamaba “bacantes”, se consideraban sacerdotisas irregulares,
que hacían reuniones en sitios alejados, porque se exaltaban de ánimos hasta
los furores, que podían atacar a quien se atravesara en su ruta. Leyenda que se
refleja en la tragicomedia de Eurípides Las
bacantes.
[7] Esta ninfa, Eurídice,
fallecida antes de consumar su pasión es un modelo de la virgen inaccesible,
que tanto atraía al romántico; dibuja a la perfección al objeto del deseo
frustrado por la adversidad. En la religión pagana, ella no está prohibida por
el pecado sino por la fatalidad natural, que no permite el retorno.
[8] La referencia a la lira
como el instrumento musical también conecta con el pitagorismo por el
descubrimiento de la escala musical, la cual se logró a establecer la relación
geométrica y matemática de las notas musicales.
[9] Con este tipo de
planteamientos se anticipa a la religión del arte que proclama el romanticismo,
como en Schelling.
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