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martes, 23 de febrero de 2010

EL CRITERIO DE VERDAD Y EL METODO EN DESCARTES














Por Carlos Valdés Martín

1) La duda metódica y la verdad.
La duda metódica de “Renatus Descartes” aporta un camino más firme y seguro para alcanzar a la verdad, quizá no debamos considerarlo como el único camino, mas debemos enaltecerlo por su posición en el pensamiento humano. Pero también implica un cambio importante sobre lo considerado previamente como la verdad, porque nos ofrece, espléndidamente un nuevo criterio de verdad. Antes de esta duda metódica ya había existido el cuestionamiento, básicamente nos remontamos a la antigua Grecia, donde Sócrates hacía cuestionamientos incesantes, que sembraba dudas en los interlocutores para luego arribar a conclusiones. Pero la de Sócrates no es una duda tan profunda, no nos sumerge en un abismo de duda universal, sino que opera como un juego de esgrima intelectual, que pregunta y responde. Ese juego entrega el inicio de la dialéctica, que significa textualmente diálogo. Otro antecedente debe encontrarse entre los pensadores contrarios a Sócrates, algunos sofistas de tendencia escéptica que afirmaban imposible encontrar certezas finales, entonces suspendían el juicio o estimaban que un juicio resultaba tan bueno como otro, por lo que se podía saltar de una opinión a otra sin encontrar respuestas finales.
La duda metódica plantea viajar más lejos que todos sus antecesores juntos. Si la duda es suspensión del juicio, cuestionamiento e interrogación de lo recibido, aquí Descartes buscará ir hasta el final, hasta la última frontera de la duda. Este enfoque novedoso inicia con una duda cualquiera, para no detenerse jamás, para cuestionar todo lo cuestionable y dudar de todo lo dudable. Por ese camino se duda de lo previo, del saber recibido, del conocimiento adquirido, de las convicciones anteriores, de los sentidos humanos, de las percepciones propias, de las imaginaciones personales, de los argumentos que tenemos, de los razonamientos armados. Esta duda radical parece un precipicio negro, done hundimos nuestras convicciones, y nuestro saber previo parece definitivamente hundido y nulificado. Este precipicio de duda debe mostrarse tan abismal que ni el eco de nuestro lamento responde, tan tenebroso que su negrura no regresa ni un reflejo. Al final, tras tan maratónica duda, pareciera que no queda nada, pero al menos Descartes descubre un último refugio. Entre la desolación de una duda oscura y abismal, el filósofo encuentra una salida, una escapatoria. Ese último refugio es la existencia del pensamiento que duda, que al dudar se le revela como un tipo de existencia . Ahí aparece la frase cógito ergo sum (pienso luego existo) como la última frontera, el terreno más allá de cualquier duda. Mientras se duda se piensa, así emerge una roca entre el abismo y nos podemos sostener. Y alcanzar límite nos reconforta, esa suspensión del juicio mediante la duda absoluta, y ahora la duda aplica a temas particulares, descansa de su función nihilista total. A partir de ahí emerge una notable capacidad de la razón que sobrevivió al abismo negro: construir los caminos y puentes hacia el mundo exterior, hacia los pensamientos elaborados creadores de la verdad.

2) Las ideas claras y distintas.
Pero si Descartes se lanza a un viaje tan arriesgado, por el “mar de las tormentosas dudas”, es porque ya, desde el inicio, traía escondida una guía muy confiable. Ya trae en su arsenal de ideas un guía que le parece infalible, para escapar del “mar de las tormentosas dudas”. Es como si ya trajera su brújula con la cual finalmente regresar a su puerto seguro, por eso avanza como un marinero arriesgado pero no un loco insensato. Esa brújula es una herramienta pequeña pero que siempre lo lleva hacia la misma dirección: hacia su verdad. Vaya que parece un invento muy ingenioso su brújula, herramienta forjada con un material muy sólido para no dañarse en el largo viaje al “mar de las tormentosas dudas”. Y por cierto que tenía listo su aparatito y lo sabía usar bien, ya antes de lanzarse en las aventuras, porque resultaría increíble descubrirlo justamente durante el momento más difícil de la travesía.
Esa brújula es una aportación al curso de la filosofía, pero también para el “pensamiento práctico”, y Descartes la designa como “ideas claras y distintas”. En efecto, el instrumento para no perderse dentro del “mar de las tormentosas dudas” es el aparato de las ideas claras y distintas. Y una primera definición implica una exclusión de duda: “lo presente en mi espíritu de manera tan clara y distinta que acerca de su naturaleza no pudiera caber la menor duda” . Mediante la exclusión completa de la duda, el pensamiento ha adquirido entera seguridad. Ahora veamos la definición positiva: “Claro es un conocimiento que está presente y patente al alma atenta, como se llama claro a lo que está presente al ojo contemplador y lo excita con fuerza suficiente” . Aquí, la claridad es la convicción del mismo espíritu y la comparación ya nos llama a la evidencia del sentido privilegiado, la vista que observa bajo la luz, por lo mismo, es ver con el espíritu, mirar con luz mental. Falta la definición de distinción: “Llamo, empero, distinto a un conocimiento que en su claridad se distingue y deslinda de todos los demás, y en el cual, además, las partes o elementos del objeto están diferenciados, como, por ejemplo, ocurre con los números.” De tal modo, que la distinción es la perfecta delimitación del conocimiento, respecto de sus límites externos, como con respecto a sus partes constitutivas. La claridad nos convence de su existencia y la distinción de su forma y contenido. La unidad de clara y distinta ya integra un conjunto que de suyo es convincente, por eso se convierte en el criterio de salvación y regreso desde el mar tormentoso de la duda absoluta. La idea clara y distinta, en este enfoque, ya es presentada como perfecta en sí misma, con elementos suficiente para sacar al pensador del mar tormentoso de la duda.
Además podemos redondear esta visión indicando que la presencia de las ideas claras y distintas ya se torna en evidencia para la conciencia, de tal modo que esta evidencia es elemento suficiente de juicio, como si esto lo lleváramos a los términos de abogados. Con la evidencia tenemos elemento de convicción para formular el juicio y estamos absolutamente convencidos para dar el veredicto. Esta evidencia ya resulta completa y no se presta a ulteriores objeciones.

3) La luz de la razón uniformemente repartida.
Recordemos que la obra de Descartes nace en un periodo donde las formas políticas democráticas eran una extraña excepción, por lo tanto su efecto político debe tomarse muy en cuenta. Antes, entre Griegos y Romanos, había lejanos antecedentes de democracias o repúblicas pero eran esclavistas, profundamente no igualitarias. Más cerca se tuvieron las repúblicas de las ciudades comerciales italianas, pero casi siempre eran formas mixtas (en parte aristocrático feudales) y no ofrecían la base para una visión de la igualdad básica humana. De forma aislada prosperaban los pequeños cantones suizos, algunas ciudades independientes en Alemania y los ricos flamencos. La religiosidad cristiana desde el feudalismo rechazaba el tema de la igualdad, ya que sobre la comunidad religiosa (una base homogénea) promovía una rígida jerarquía social, formada por estamentos desiguales y coronada por el monarca. En fin, no se aceptaba un concepto fundamental de igualdad entre las personas. Así, en el contexto de 1637 formular una potencia intelectual y práctica universal del ser humano resultaba un precepto revolucionario. Y con ese matiz Descartes formula la existencia de la razón. "El buen sentido es la cosa mejor repartida en el mundo (...) el poder de juzgar rectamente (...) o razón, es igual por naturaleza en todos los hombres" . Pero esto no implica un reparto igualitario menor, como lo implica poseer una sola boca o dos piernas. Este punto representa un reparto esencial. Este buen sentido para juzgar rectamente es la razón, que es la facultad de pensamiento, para comprender rectamente. Entre todas las cualidades naturales del hombre, esta es la que el filósofo juzga como la mayor, ya que proporciona una herramienta universal. Por lo tanto, se convertirá en la herramienta para sostener la formación de un nuevo orden político y social. De momento, cuando se publica el Discurso del Método no quedó clara la importancia política (una revolución) que traería este principio. Luego, el sistema político gobernado por monarcas y obispos se alarmó, y la censura irrumpió a los pocos años. Esto ocurrió, afortunadamente, después de la muerte del autor, así, hacia 1663 ya el Index de las obras prohibidas por la Iglesia incluyó todas y cada una de las obras de René Descartes.
La razón es la facultad natural por la cual se pueden captar las ideas claras y distintas, es la facultad del pensamiento por el cual se alcanzamos la verdad. Y este arribar a la verdad es logrado por una razón que ya existe naturalmente en todos los hombres. El filósofo piensa que si los hombres no llegan a la verdad es porque les ha faltado un camino más fácil y correcto para acceder al conocimiento. Ese camino directo al saber es el método.

4) Las cuatro reglas del método: evidencia, análisis, síntesis y comprobación.
Ahora bien el mejor camino para el saber es el método, y este es una relativamente breve fórmula para guiar correctamente a la razón humana. En su forma más breve el método se presenta con cuatro partes constituyentes, que las podemos denominar: evidencia, análisis, síntesis y comprobación.
Evidencia: La evidencia se inicia con la duda como su cara negadora. Lo primero es suspender el juicio sobre cualquier elemento no evidente, colocándolo dentro de la duda. Podríamos indicar que la duda arraiga hondamente en este primer precepto del método. En sus propias palabras el filósofo lo describe: “El primero de estos preceptos, consistía en no recibir como verdadero lo que con toda evidencia no reconociese como tal, evitando cuidadosamente la precipitación y los prejuicios, y no aceptando como cierto sino lo presente a mi espíritu de manera tan clara y distinta que acerca de su certeza no pudiera caber la menor duda.” Como se observa en este primer principio ya está contenido mucho de lo comentado. Ante la falta de claridad y distinción se coloca la duda y se evita el prejuicio, suspendemos el juicio y cuestionamos lo recibido. La verdad debe lograrse con la absoluta certeza, dejando fuera hasta la mínima duda, pues mientras persista “una sombra de duda” todavía no emerge la plena evidencia. Y la certeza solamente se logra cuando las ideas son claras y distintas. La certeza emanada de las ideas claras y distintas es el criterio único de la verdad, así la certeza crea evidencia.
Análisis: En principio, aunque tengamos el propósito de desechar todas las dudas y abandonar cualquier idea que no sea clara y distinta, puede irrumpir un cuadro un tanto caótico, integrado por ciertos conjuntos inaccesibles a nuestro comprender. Desgraciadamente, hacia la evidencia no se avanza con tanta facilidad, pues aunque nos despejemos de lo dudoso inicial, además tenemos que seguir una segunda operación de la inteligencia, usando otro procedimiento que facilita el estudio. A esto se refiere el análisis, palabra que significa la separación. Dice: “El segundo (precepto), era la división de cada una de las dificultades con las que tropieza la inteligencia al investigar la verdad, en tantas partes como fuera necesario para resolverlas.” Un conjunto es complicado para comprender, entonces empezamos por separar las partes. No podemos comprender inmediatamente cómo funciona el cuerpo humano, y entonces nos enfocamos en una parte, digamos en una extremidad completa. Y tampoco comprendemos cómo funciona una pierna completa, y entonces nos enfocamos en una parte, digamos en un dedo. Y así seguimos aislando para empezar a entender una parte más pequeña, quizá un simple tejido del cuerpo. Aquí usamos un “empequeñecimiento” en sentido físico, enfocándonos en segmentos menores de la realidad, pero también se hace un análisis conceptual mediante otras divisiones, es decir, además de dividir espacio físico también se dividen conceptos y abstracciones en sus partes menores. De cualquier manera, llegamos a un nivel de enfoque suficientemente pequeño para que la razón lo pueda captar, ahora sí con claridad y distinción suficientes, percibiendo su evidencia y convenciéndose de su verdad.
Síntesis: Después de simplificar el proceso por vía del análisis, teniendo partes donde antes había un conjunto poco claro, viene el proceso de integración, llamado proceso de síntesis. Por la síntesis vamos a reunir las partes dispersas para generar un conocimiento integrado. Se parte del dominio intelectual de lo simple para lograr el dominio intelectual de lo complejo, conservando esa claridad y distinción de lo simple. En su propias palabras: “El tercero, ordenar los conocimientos, empezando siempre por los más sencillos, elevándose por grados hasta llegar a los más compuestos, y suponiendo un orden en aquéllos que no lo tenían por naturaleza.” . Así, durante la síntesis se crea un orden y un enlazamiento de las partes sencillas y las no tan sencillas, los compuestos, hasta lograr captar con claridad y distinción lo estudiado. Los conocimientos sencillos los vamos ordenando y ese proceso es la síntesis, la integración de lo analizado. Este es el camino de regreso, pues en el análisis estuvimos separando y ahora en la síntesis estamos reuniendo, como en los juegos de rompecabezas. Aquí, el orden aparece en dos modalidades, primero conforme al objeto y segundo uno que instauramos nosotros, aunque no radique en la cosa misma este orden nace de nuestra razón. En cualquier caso, alcanzamos un orden, el cual mantiene la impresión de la claridad y distinción inicial.
Comprobación: Finalmente se revisa el proceso de análisis y síntesis para ver que no existen omisiones. De alguna forma, esto también permite formar un cuadro de conjunto, que en una de sus obras designa Descartes como una “tabla”. En sus palabras: “Y el último, consistía en hacer enumeraciones tan completas y generales, que me dieran la seguridad de no haber incurrido en ninguna omisión.” . Así, mediante esta comprobación más bien estamos en una revisión minuciosa y completa del proceso de conocimiento, y no tanto se refiere a su confrontación experimental, concepto que será más particularmente aplicable a las ciencias naturales.

Como su puede observar, se trata de cuatro reglas de método bastante sencillas, proporcionando una utilidad muy universal. Ciertamente, considerando la evolución de las ciencias y las especializaciones reconocemos ahora que los diferentes campos de conocimiento tienen sus propias reglas, más precisas y adecuadas a la naturaleza del objeto de estudio. Sin embargo, este método ofrecido por Descartes aporta el primer esquema universal reconocido de un método de investigación racionalista. Sorprende lo breve y conciso de su planteamiento. También sorprende que en los siglos previos no se hubiera producido una obra de alcances tan enormes con planteamientos tan breves en la historia de la filosofía.

5) Dios y las ideas innatas.
Un tema tradicional de la epistemología ha sido si las ideas son innatas o adquiridas por el humano. Se pueden tener muchas opiniones al respecto, pero estimo que de los principios metódicos no se puede extraer un juicio directo sobre el innatismo o no de las ideas. Sin embargo, en su perspectiva filosófica, del tema de la duda metódica salta hasta su visión teológica sobre la existencia de Dios. En el contexto histórico este procedimiento emergía válido por completo, pero visto a la distancia no resultaría lógicamente indispensable. Desde el cógito ergo sum Descartes salta inmediatamente a Dios, desde el tormentoso mar de las dudas arriba al primer puerto amable y ese es Dios curiosamente no es el más próximo sino el enteramente lejano, el más allá trascendente). Así, es su idea de Dios la mediadora entre el yo aislado (sitiado entre la nada de la duda absoluta) y el mundo circundante.
Además, esta idea de Dios adquiere aquí la modalidad de una prueba especial de la existencia de Dios, novedosa y diferente a la que se aceptaba entonces. En la tradición medioeval, el contexto social previo, bastaban las Escrituras sagradas para prueba de la existencia de Dios y eso lo refiere en la Carta a manera de prólogo de las Meditaciones metafísicas. Sin embargo, los tiempos habían cambiado y ya no bastaba remitirse a la Biblia como prueba de la existencia de Dios, sino que él propone una respuesta específicamente filosófica; así, es el filósofo quien va a contribuir a la convicción sobre Dios, en vez del sacerdote, porque “las cuestiones relativas a Dios y al alma, son de las que exigen una demostración más bien filosófica que teológica” . Discretamente, insinúa que al sacerdote lo sustituirá el filósofo como guía teológico, tema discretamente oculto hasta la Revolución Francesa.
Claro, esta demostración de la existencia de Dios resulta especial, ya que se enlaza con el terreno de la duda metódica. Primero el filósofo se ha colocado en la mitad del mar tormentoso de las incertidumbres y desde ahí debe retornar a sus puertos seguros. Lo que encuentra es el primer principio del cógito ergo sum. Pero el pienso luego reina aislado, todavía en la mitad de la duda y así las orillas del mundo real permanecen en la lejanía. De forma inmediata Descartes afirma un alma radicalmente diferente del cuerpo, porque durante el “cógito” va a encontrar aislado su acto de pensar y éste lo identifica como su alma, identificada al pensamiento en tanto “substancia que no necesita ningún lugar para ser ni depende de ninguna cosa material” . Ubicando a su ser interior alma pensante separada de la materialidad y la espacialidad.
Habrá que tomar el camino de regreso para recuperar el mundo, pero el camino se convierte en un enorme salto, porque desde la exclusiva convicción en la existencia del yo se salta hasta la existencia de Dios. En principio, Descartes solamente está convencido del “yo existo” (idéntico al alma pensante), para saltar a convencerse de que Dios existe, como saltando en vertical directa hasta lo más alto del cielo. Para realizar esa demostración apela a la idea de perfección, una idea superior al sujeto pensante, a ese yo rescatado. Estima que si yo poseeo una idea de perfección, siendo una idea superior a lo que yo soy, debe haber sido colocada en mi por el Ser Perfecto, atributo de Dios. Esa idea de perfección no ha nacido del mundo, ni puede facturarse por obra mía, porque nacería de un ente imperfecto. La idea de un supremo ser perfecto, muy superior a mi imperfección, no podía provenir “de la nada, de la imperfección de mi naturaleza, era imposible” . Entonces la idea del Ser Perfecto no proviene de mí (o de mi experiencia), ni de la nada (o de una ilusión, sinónimo de lo mismo), entonces la debo encontrar hecha en mí, ya recibida completa. Así, el filósofo afirma que solamente existe una solución: “La única solución posible era que aquella idea (del Ser Perfecto) hubiera sido puesta en mi pensamiento por una esencia más perfecta que yo y que encerrara en sí todas las perfecciones de que yo tenía conocimiento” . Ahora bien, si no salió de la experiencia ni de mí, entonces me ha sido implantada esa idea, por lo tanto yacería ahí colocada, desde el nacimiento, por consiguiente recibe el nombre de idea innata.
Además de este pasaje fundamental, existen para Descartes algunas otras ideas que también evaluó como innatas, entre las que se ha considerado, en diversos escritos, a: la sustancia, la causa, la extensión, el número y principios lógicos. El tema del innatismo de las ideas tomó un nuevo revuelo un siglo después con la especulación kantiana a cerca de los esquemas de espacio y tiempo para la definición de la cosa en sí y para sí. El tema ha mantenido interés bajo nuevos ángulos ligado a amplios documentos de los estudios psicológicos, por ejemplo de Piaget, quien muestra la formación de ciertos esquemas fundamentales de pensamiento en la maduración de la infancia, que se relacionan con la práctica, pero emergiendo como esquemas que se forman completos en la mente del niño.

6) El elemento de juicio de los sentidos.
Si bien Descartes inicia con la duda y en muchos pasajes cuestiona la capacidad de los sentidos físicos para proporcionar una fuente de certidumbre esto no se convierte en una refutación absoluta del mundo sensible. El empirismo de variedad solipsista con el obispo Berkeley disparó más lejos su argumento, porque no se interesaba en la práctica, y afirmaba que el mundo sensible no contenía ninguna certeza. Pero Descartes se interesó por mantener aplicable su filosofía, por lo mismo los sentidos son cuestionados transitoriamente y para avanzar, pero un sentido, la vista iluminada es la medida correspondiente con las ideas claras y distintas. En ese aspecto, el sentido de la vista constituye el modelo sobre el que se forja el criterio de verdad. La claridad y distinción son las notas distintivas de la vista perfecta, la filosofía cartesiana procura repetir mentalmente la hazaña que realiza espontáneamente la visión. Por un lado, se cuestiona la eficacia de los sentidos en el momento de la duda, y por el otro, se utiliza el modelo de la vista como la forma de operar de la razón y su meta de evidencia. La evidencia es colocar a los objetos ante la razón como se acerca un objeto ante el ojo observador. Tras la “noche” de la duda, emerge el “día” de la visión clara y distinta, el ojo espiritual confirma la certeza inmediata que ofrece el ojo físico; el espíritu esclarecido duplica triunfante la visión espontánea. Así, la visión como el principal sentido sostiene la confianza del pensamiento para duplicar la vista material dentro de la vista intelectual. Y esta vista intelectual, es eficaz y refinada como lo muestran las coordenadas cartesianas, contribución permanente donde Descartes unió la geometría con las matemáticas. En las coordenadas cartesianas la mente mira en un espacio continuo y controlado lo mismo que los ojos recorren espontáneamente. Este triunfo de la unidad entre matemáticas, espacio y visión está contenido en procedimientos sencillos, que se reproducen y están al alcance de cualquier inteligencia, denominado geometría analítica o cartesiana.

7) La verdad única, clara e inseparable.
A resultas de la interpretación cartesiana la verdad adquiere una dimensión única, porque es una sola, clara y distinta. Y resulta muy importante la afirmación de la unidad de la verdad, porque también ha existido otra interpretación posible de las verdades relativas, las cuales son plurales y dependen del punto de vista variable del sujeto que establece su verdad. Aquí, contrariamente a la verdad relativa se afirma la verdad absoluta, que una vez conquistada lo es permanentemente, y además ganará consenso entre todos los practicantes del método quienes tienen la facultad de la luz natural. El carácter de la objetividad es que "siendo una y sólo una la verdad de cada cosa, el que la encuentra sabe todo lo que puede saber" . Con lo cual la verdad queda bien delimitada y su relación con sus objetos permanece única, digamos en paridad de un objeto de conocimiento con una verdad. Siendo la verdad única y solamente una, entonces lo que sorprende es la variedad de opiniones. Siguiendo los mismos pasos correctos alcanzaríamos siempre a las mismas verdades. Y para ratificar esto Descartes pone el ejemplo de un niño con la aritmética, pues “Si un niño hace una suma según las reglas de la aritmética, ese niño, por lo que a la suma se refiere, ha encontrado todo lo que el espíritu humano puede encontrar” . Como se infiere por la metáfora sin afirmar tan directamente, una vez conquistado el método, siempre se llegará hasta la verdad como si se tratara de un “juego de niños”.

Por eso mismo, la diversidad de opiniones prevaleciente sobre lo verdadero debe proceder de una equivocación del camino, pues "la diversidad que nuestras opiniones se observa (...) depende de los diversos caminos que sigue la inteligencia" . A la existencia de una Verdad con mayúsculas, muy clara, bien definida y única, corresponde que la senda de conocimiento debe ser única, bautizada con el nombre de método. Las opiniones sobre lo verdadero acabarían por unificarse siguiendo el mismo método, porque al final de la jornada obtendríamos la verdad como resultado. Además, esto supone escondida dentro de todos los seres humanos la misma potencia para acceder a la verdad, y esa potencia es la luz natural de la razón. Mediante la luz natural de la razón abrevamos la capacidad para llegar a la verdad y su realización efectiva depende de seguir el camino correcto, que establece el método.

Ya que la verdad resulta conocible, y el ser humano posee los recursos completos para alcanzarla, bastará utilizar correctamente los medios. El objetivo de la Verdad nos conduce a buscar el camino o método, que, como indica el título de otro de los textos, son: "Reglas para la dirección del espíritu". Será suficiente aclararle al espíritu las reglas de operación básicas, que permitirán desplazarse hasta el término feliz, a esa Verdad única y precisa emanada desde las ideas claras y distintas. Las ideas claras y distintas son enteramente verdaderas y corresponden perfectamente a la concordancia de la razón humana con el mundo objetivo y subjetivo.


8) El papel de Dios en la claridad y distinción para la Verdad.
Después del largo trecho del mar tormentoso de las dudas el filósofo había logrado el terreno firme del cógito ergo sum, pero tenía todavía que emprender el camino de regreso. Si bien la filosofía posterior ha retomado este legado como un punto de apoyo para la gran palanca del pensamiento, sin embargo, la reconstrucción intelectual del mundo ha sido muy discutida. El problema de la duda tan extrema de las sensaciones y los criterios, puede seguir causando estragos en el armado intelectual. Por lo mismo, Descartes recurre rápidamente a Dios para reafirmar su reconstrucción del mundo. Las “ideas claras y distintas” casi son una evidencia inmediata de la verdad, pero no son inmunes ante una duda tan radical, ese ácido corrosivo que el mismo filósofo destiló. A mi espíritu le puede parece muy claro y distinto que uno más uno es dos, pero una duda extrema puede relativizar esta operación, por ejemplo argumentando que la sucesión temporal supuesta en esta operación matemática no está garantizada, y también se pone en duda. Por lo mismo, el filósofo indica que “la regla general que afirma la verdad de las cosas que concebimos muy clara y distintamente, se funda en que Dios existe, en que es un Ser perfecto y en que todo lo que hay en nosotros procede de Él; de donde se sigue que nuestras ideas y nociones, puesto que se refieren a cosas reales y proceden de Dios en lo que tienen de claras y distintas, no pueden menos de ser verdaderas (...) Si no supiéramos que lo que existe en nosotros de real y verdadero, se deriva de un ser perfecto e infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas, ninguna razón tendríamos que nos asegurara de que esas ideas poseen la perfección de ser verdaderas” Como se observa en este largo argumento, la claridad y distinción pueden darnos una intuición de verdad, pero para el filósofo no dan una garantía de verdad, sino que la garantía de verdad proviene del principio absoluto. La Verdad estaría agregando un grado de “perfección” al pensamiento, un nivel superior a lo claro y distinto, pero siempre que Descartes se refiere a perfección está en el territorio de Dios. De otra manera esto mismo, ya que la Verdad agrega un nivel absoluto al pensamiento, la conquista de una objetividad ilimitada, entonces debe provenir del Ser absoluto, que para el filósofo solamente es Dios. En cambio, desde un punto de vista más materialista o realista, la prueba de verdad contenida en las ideas claras y distintas se podría sostener como una evidencia inmediata. Para el materialismo o realismo sería suficiente tener clara y distinta la operación de uno más uno es dos para afirmar su verdad, ya que la verdad correspondiendo al objeto no requeriría de un plano superior para su afirmación. En este caso materialista o realista, la verdad quedaría con minúsculas y estaría en el mismo plano el pensamiento y el objeto, siendo la claridad y distinción en punto mediador de la justeza de la razón; entonces la verdad para pasar a el nivel superior (más sólido, universal) requerirá de su comprobación de hecho, dando paso al criterio de la práctica (fenomenismo, marxismo, realismo) y a la experimentación (cientificismo, positivismo). En Descartes, finalmente, estamos colocando el tema de la verdad en dos planos separados, por un lado, el mundo de la razón, sostenida por Dios, que posee en la claridad y distinción su criterio de verdad, y por el otro el mundo material que es descifrado, mediante su colocación en la lupa de claridad y distinción. El mundo de la razón tiene una comunicación de uno a uno con el mundo material y por eso puede encontrar una verdad firme y bien establecida; pero esta relación de paridad para Descartes está sostenida por un plano superior, ya que solamente Dios garantiza la existencia de la Verdad (grado de perfección) dentro de las ideas claras y distintas del ser humano. Claro, el racionalismo podría deshacerse de ese argumento y quedar como un racionalismo deísta radical o ateo.

2 comentarios:

Rodolfo Plata dijo...

CRÍTICA AL PROFETISMO JUDÍO DEL ANTIGUO TESTAMENTO: La relación entre la fe y la razón expuesta parabolicamente por Cristo al ciego de nacimiento (Juan IX, 39), nos enseña la utilidad del raciocinio para hacer juicio justo de nuestras creencias, a fin de disolver las falsas certezas de la fe que nos hacen ciegos a la verdad mediante el discernimiento de los textos bíblicos. Nos exige criticar el profetismo judío o revelación. Enmarcado la crítica de los textos bíblicos en el fenómeno de la trasformación humana, abordado por la doctrina y la teoría de la trascendencia humana conceptualizada por la sabiduría védica, instruida por Buda e ilustrada por Cristo; la cual concuerda con los planteamientos de la filosofía clásica y moderna, y las respuestas que la ciencia ha dado a los planteamientos trascendentales: (psicología, psicoterapia, logoterápia, desarrollo humano, etc.), y utilizando los principios universales del saber filosófico y espiritual como tabla rasa a fin de deslindar y hacer objetivo que “es o no” es del mundo del espíritu. Método o criterio que nos ayuda a discernir objetivamente la verdad o el error en los textos bíblicos analizando los diferentes aspectos y características que integran la triada preteológica: (la fenomenología, la explicación y la aplicación, del encuentro cercano escritos en los textos bíblicos). Vg: la conducta de los profetas mayores (Abraham y Moisés), no es la conducta de los místicos; la directriz del pensamiento de Abraham, es el deseo intenso de llegar a tener: una descendencia numerosísima y un país rico como el de Ur, deseo intenso y obsesivo que es opuesto al despego por las cosas materiales que orienta a los místicos; la respuestas del dios de Abraham a los deseos del patriarca, no tienen nada que ver con el mundo del espíritu. La directriz del pensamiento de Moisés es la existencia de Israel entre la naciones a fin de llegar a ser la principal de las naciones, es opuesta a la directriz de vida eterna o existencia después de la vida que orienta el pensamiento místico (Vg: la moradas celestiales abordadas por Cristo); el encuentro cercano descrito por Moisés en la zarza ardiente describe el fuego fatuo, el pie del rayo que pasa por el altar erigido por Moisés en el Monte Orbe, describe un fenómeno meteorológico, el pacto del Sinaí o mito fundacional de Israel como nación entre las naciones a fin de gobernar y unir los doce tribus en una sola nación y hacer de Israel la principal de las naciones por voluntad divina, descripciones que no corresponden al encuentro cercano expresado por Cristo al experimentar la común unión, la cual coincide con descrita por los místicos iluminados: “El Padre y Yo, somos una misma cosa”. Las leyes de la guerra dictadas por Moisés en el Deuteronomio y el despojo y exterminio de las doce tribus cananeas, hace objetivo que el profetismo judío esconde una ideología racista, criminal y genocida serial. Discernimiento que nos aporta las pruebas o elementos de juicio que nos dan la certeza que el profetismo judío o revelación bíblica es un mito perverso que nada tienen que ver con el mundo del espíritu. http://www.scribd.com/doc/33094675/BREVE-JUICIO-SUMARIO-AL-JUDEO-CRISTIANISMO-EN-DEFENSA-DEL-ESTADO-LA-IGLESIA-Y-LA-SOCIEDAD

darck tranquiliti dijo...

Muchas gracias muy buena informacion y muy completo