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viernes, 2 de abril de 2010

SIMBOLISMOS Y SENTIDOS DEL RELOJ DE ARENA


Por Carlos Valdés Martín

“Cuida tus pensamientos porque se volverán palabras. Cuida tus palabras porque se volverán hechos. Cuida tus hechos porque se volverán costumbres. Cuida tus costumbres porque forjaran tu carácter. Cuida tu carácter porque formará tu destino y tu destino será tu vida"
Gandhi

A causa de su diseño el reloj de arena posee un sentido que los otros relojes mecánicos y electrónicos no revelan. La figura de los dos conos convergentes destilando arena muestra otra imagen del tiempo, distinta a la expuesta con manecillas o números. Las manecillas de la relojería mecánica giran en redondo y así simulan un eterno retorno. Los números sucesivos del cronómetro electrónico se desplazan en un avance sin final. Pero adelante observaremos cómo el reloj de arena nos revela una seriedad especial, pues nos señala una terminación tajante cuando la arena cae hacia su fin.

Entropía
Esa arena cayendo nos revela una cualidad de la naturaleza, habla sobre la entropía, el fenómeno de la no reversibilidad de los eventos. Si la línea del tiempo está avanzando presurosa ese evento no regresa, los actos no se repiten estrictamente, y los ciclos dejan un remanente de cambio irreversible. Los ciclos naturales existen y bajo ellos debemos regirnos cuidadosamente, pues a un día le sigue otro, y parece una vuelta renovada del Sol, pero la observación cuidadosa revela que el astro rey varía ligeramente su posición a lo largo del año. Así, el día es un ciclo natural y se entrelaza con el año como otro período habitual. Y entre tantos ciclos se genera la apariencia de una simple repetición de las cosas grandes, como manteniéndose en la Eternidad. Pero para nosotros esos ciclos dejan un remanente de existencia abandonada, con cada día una fracción de nuestra existencia personal sobre este planeta se aleja, y con cada jornada el final último se acerca definitivamente. No hay caminos de regreso, no volvemos al mismo sitio como la aguja del reloj de manecillas, sino que el monto total de tiempo personal se precipita hacia un final como la arena cuesta abajo del vientre del arenero.

La caída misma de arena revela a la entropía como una ley natural de la energía dispersándose y la tendencia hacia la pérdida de organización de los sistemas físicos. Y bajo esa ley natural de la entropía está sometido nuestro cuerpo, condenado a alimentarse constantemente para reponer la energía perdida cotidianamente, y aún así la organización suprema irá cediendo bajo el signo del envejecimiento. Así, esa fina línea de arena nos recuerda que envejecemos a cada segundo.

Pasado, Presente y Futuro
Claro, tampoco implica un dramatismo absurdo mirar al reloj de arena, aunque ahora comprendemos mejor que ese tipo de cronómetro ha sido el compañero de las representaciones gráficas de una muerte huesuda y personalizada. Pero también debemos observar que ese flujo de arena casi es un canto de alegría, pues mientras el montón superior e inferior marcan una especie de molicie, toda la agitación está en la mitad, donde un crepitante movimiento nos sorprende. Los dos conos triangulares típicos de este aparatito también nos sirven para representar los dos universos en que se divide el tiempo, pues abajo en el montón receptor descubrimos lo que ya fue, así sirve como el emblema del pasado. La parte superior del cono indica aquella arena que todavía no llega a moverse, así revela la cualidad de un futuro, un porvenir que todavía no se materializa. Entonces ese pequeño reloj de arena nos muestra los tres tiempos existentes: la enormidad pasada, la enormidad venidera, y en la mitad lo delgado del único tiempo que poseemos, nos revela la finura del Presente. Por simple imaginación de conjuntos descubrimos que el Pasado posee el tamaño de una eternidad y el Futuro de otra, pero ninguno de los dos tiempos acaricia nuestra mano, son intocables. Ese concepto queda más claro cuando nos referimos al Pasado, porque es un tiempo fallecido y únicamente el templo de la memoria o sus huellas en los hechos nos lo revelan, pero ya nada lo cambia en tanto hecho sucedido. Del Futuro inmediato nos sentimos tan dueños, que lo recibimos como si ya lo poseyéramos, pero únicamente lo habitamos cuando se convierte en Presente. En fin, en esa parte delgada del reloj es donde habitamos, el resto del grueso cuerpo nos marca una frontera y una imposibilidad.

La estrella de David y el giro periódico
La posición superior del cono desde donde viene la arena representando al futuro materializando el presente también implica una muy interesante representación de la idea de “materialización”. Mientras la parte superior se mantiene como futuro, pues todavía no existe en la línea del tiempo, y por una fuerza que precipita hacia abajo se materializa; entonces esa representación corresponde perfectamente con la visión de la llamada estrella de David, donde el triángulo señalando hacia abajo ha implicado que el mundo es un don celestial, y para el caso del reloj, la emanación superior condensa el tiempo. Y la caída final de la arena implica una materialización irreversible, pues un vez cruzada la línea del tiempo presente la dureza de los hechos resulta irreversible.

Claro, al cabo de un rato reloj de arena funciona mediante un giro periódico. La explicación desemboca en otro plano: recordemos que los antiguos mitos creían en un renacimiento del tiempo por obra de un dios supremo o de una asamblea demiurgos conjuntando sus facultades. De ahí, un efecto de eterno retorno, cuando el mundo estaba desgastándose y hasta el tiempo completo parecía moribundo, un prodigio divino podía revitalizarlo, cuando metafóricamente los dioses volteaban el reloj de arena universal.

El cuerpo exterior
Algunos relojes de arena colocan su doble cono sostenido entre dos columnitas y círculos planos en los extremos. Las columnitas pudieran ser simple adorno o también una indicación que entre las construcciones humanas discurre la magia del tiempo, donde la artificiosa construcción (incluso siendo perfecta) en su interior debe contener una magia que la trascienda. Y esto significaría la alianza del orden humano con la naturaleza última de las cosas, tanto naturales como sacras.

El círculo simple y sencillo entre el cual se coloca el doble cuerpo del reloj de arena cuando se observa directamente es una representación geométrica de la perfección, de acuerdo a los principios de los geómetras pitagóricos. Así, que el código simbólico de este artefacto también significa, de nuevo, que el tiempo se coloca entre el principio y final divinos.

Aprovechar este tiempo irreversible
Esta imagen de un reloj cerrado, que termina su tiempo al escurrirse su contenido, nos recuerda la finitud, lo que finaliza y se acaba definitivamente. Si el tiempo se acaba, más temprano que tarde, entonces atesora una sustancia escasa y valiosa. Con los días y las horas contadas, cada vida es preciosa.

Ese pequeño relojito nos recuerda una de las más importantes responsabilidades en la existencia: la correcta utilización del tiempo de nuestra biografía. Sin embargo, por inercia o indolencia tomamos nuestra vida con desperdicio y nos encanta perder cada día entre ociosidades y afanes insignificantes. Dedicamos más dinero y tiempo a nuestros ocios que a seguirnos preparando y superando. Esa oportunidad brindada desde la juventud casi todos la desperdician.

Epílogo cuando no aparece la metáfora del reloj de arena
El emotivo poema de Jaime Sabines empezando con "Mi corazón me recuerda que he de llorar..." nos muestra la dificultad metafórica cuando el reloj de manecillas hace olvidar al simbólico arenero. Claro, el talento artístico puede vencer cualquier dificultad y rescatar el sentido profundo de la muerte con cualquier figura de reloj.

“Mi corazón me recuerda que he de llorar
por el tiempo que se ha ido, por el que se va.
Agua del tiempo que corre, muerte abajo,
tumba abajo, no volverá.
Me muero todos los días
sin darme cuenta, y está
mi cuerpo girando
en la palma de la muerte
como un trompo de verdad.
Hilo de mi sangre, ¿quién te enrollará?
Agua soy que tiene cuerpo,
la tierra la beberá.
Fuego soy, aire compacto,
no he de durar .
El viento sobre la tierra
tumba muertos, sobre el mar,
los siembra en hoyos de arena,
les echa cal.
Yo soy el tiempo que pasa,
es mi muerte la que va
en los relojes andando hacia atrás.”

1 comentario:

josé javier dijo...

Creo que has logrado un texto equilibrado y armónico, Carlos. Se lee con mucho agrado. Y diría que no sobra ni una coma.