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domingo, 3 de enero de 2016

PATRIA EXPUESTA EN LIBROS DE PRIMARIA






Por Carlos Valdés Martín

Mirada altiva y pecho desafiante; piel casta y brazo potente enarbolando un abandera; colocados atrás, cual fantasmas, los animales patrióticos; flanqueada por una cascada con trazos de arquitectura y alimentos… La obra surgió de un muralista de la llamada “segunda generación”, Jorge González Camarena. La pincelada final fue en el año 1962 y adoptada como imagen preferida en libros de texto; sí, los millones gratuitos que repartía el Gobierno Federal en los rincones del país.
Ajustado el tamaño a la portada del texto, brillaba una mujer indígena a escala, vestida de blanco, enarbolando la bandera mexicana, atrás los animales emblemáticos con color casi fantasmal y al costado derecho (respecto de la efigie) una pequeña cascada con elementos arquitectónicos y comestibles. La austera elección y la belleza nativa de la mujer merecieron elogios[1], por lo que esa imagen se mantuvo décadas sin competencia: era la mejor representación de la Patria.
Esos libros los sostuve entre mis manos y los compañeros sonreían ante la donosura de esa mujer, con mirada seria y pechos prominentes, aunque toda una modelo de belleza contrario a los cánones comerciales de las rubias platinadas que invadían los cinematógrafos, televisores, carteles y revistas.
En efecto, ese cuadro pictórico representa simbólicamente a la comunidad y por título alardea ese lema sencillo “La Patria”. Esto repitió una idea sobre la efigie femenina como el ícono que se ha adaptado en ciudades y naciones diversas: Atenea, Francia, Hispania, etc. El auge del nacionalismo desde el siglo XIX, revivió figuras maternales para mezclarlas con el simbolismo adecuado a cada país. La adaptación mexicana para definir el ícono se bastó con la piel de bronce, los rasgos indígenas, el pelo negro y los emblemas de la bandera.
Recordemos que hacia 1962 México vivía su auge del nacionalismo, por tanto, ninguna declaración patriótica era tachada de exceso. Las cualidades estéticas de Jorge González Camarena fueron acogidas por el público y la portada del libro de texto gustó tanto que monopolizó las portadas de los seis años de primaria[2]. Si algún inconforme rechazaba este libro gratuito era por nostalgias ideológicas, pues añoraban a los religiosos dando catecismos.
La estética de una Patria bronceada signó a esos niños, quienes crecimos presuponiendo que la nuestra era fuerte e incuestionable. El patriotismo de los años sesentas quedó plasmado en un cuadro de proporciones estéticas y así se conservó, hasta que cambiaron los vientos en este país, sin embargo, aunque no acapare todas las portadas, esa imagen graciosa y emblemática sigue regresando y se resiste al retiro.

NOTAS:

[1] La modelo fue Victoria Dornelas, una mesera de quien se enamoró el artista y merece un relato por separado.
[2] Hasta 1972 se remplazó esa portada del libro de texto gratuito, pero ha regresado en repetidas ocasiones, convirtiéndose en todo un clásico que resiste en gusto pasajero de las generaciones.

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