Por
Carlos Valdés Martín
Tras el infarto le resultaba
indispensable una operación de corazón. Nuestro vecino Archivaldo era un
ciudadano honesto, incluso ejemplar, aunque escandaloso, poseedor de una voz
sonora, tanto que el vecindario entero se enteraba de sus discusiones
familiares.
Después del infarto Archivaldo
le advirtió a su familia que solamente se dejaría meter mano por el médico más
honesto del país. Mi vecino es de decisiones arrebatadas y advirtió que lo
primero sería investigar las finanzas, la moralidad y hasta los desvaríos de
los cardiólogos que le propusieran. Para indagar se ayudó con un investigador
privado y un internauta experto.
Según anoté, él es
escandaloso y voz se escucha clara a varias casas de distancia. Cada vez que
sus familiares le indicaban que un doctor cobraba fuerte por consulta, movía la
cabeza y vociferaba: “¡Capitalista!”. Cuando sabía que el cirujano no daba
limosna a los pobres gritaba: “¡Neoliberal!” Cuando descubría que eludía el
pago de impuestos: “¡Defraudador!” Cuando se enteraba que el médico había
puesto los cuernos a su señora sonaba: “¡Pervertido!”
Al inicio la búsqueda de
doctor parecía sencilla, pero con eso de las redes sociales rápido se enteraba
de las vilezas y villanías de los médicos, pues no faltaba el marido que había
abandonado a una hija y el que no pagaba sus multas de tránsito. También a las
mujeres se les cayó su aureola, cuando encontró que había divorciadas y las
que explotaban emigrantes ilegales para su ayuda de casa.
Como su salud no
regresaba y el próximo infarto era inminente, los parientes apremiaron para
elegir entre dos últimos candidatos. El primero era viejo, con el mejor récord
con cientos de operaciones exitosas, aunque de último minuto el
investigador mostró una carpeta gorda de ilícitos, retratando a un sinvergüenza contra
su esposa. El segundo era joven, todavía seguía estudiando un posgrado, no
engrosaba su expediente con ningún desfalco ni actos inmorales; pero, si
concretaban el trato, esa sería la primera operación a corazón abierto.
Reitero, para el joven honesto sería su primera cirugía bajo su total
responsabilidad.
El escrupuloso Archivaldo
se encerró en el cuarto para platicar con su mujer. En ausencia de más días
para elegir, mi vecino estaba hecho un manojo de nervios y, al fin, dispuesto a oír consejos.
Después, en la sala de
recuperación hospitalaria, Archivaldo se reía y torcía la boca con tristeza
cuando recordaba la pregunta de su esposa:
—“Mi amor ¿te operarías
con un sinvergüenza que ha curado cientos de corazones pero lucra a costillas
de la gente como nosotros o lo harías con un simpático joven que todavía no
aplica ni pizca de lo que estudió?”
Al día siguiente fueron
las elecciones en España y ganaron los de siempre, manteniendo en el gobierno a
los que tanto acusan de corruptos. Por cierto, el vecindario amaneció sosegado.
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