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viernes, 22 de enero de 2016

UN CIRUJANO DESHONESTO







Por Carlos Valdés Martín


Tras el infarto le resultaba indispensable una operación de corazón. Nuestro vecino Archivaldo era un ciudadano honesto, incluso ejemplar, aunque escandaloso, poseedor de una voz sonora, tanto que el vecindario entero se enteraba de sus discusiones familiares.
Después del infarto Archivaldo le advirtió a su familia que solamente se dejaría meter mano por el médico más honesto del país. Mi vecino es de decisiones arrebatadas y advirtió que lo primero sería investigar las finanzas, la moralidad y hasta los desvaríos de los cardiólogos que le propusieran. Para indagar se ayudó con un investigador privado y un internauta experto.
Según anoté, él es escandaloso y voz se escucha clara a varias casas de distancia. Cada vez que sus familiares le indicaban que un doctor cobraba fuerte por consulta, movía la cabeza y vociferaba: “¡Capitalista!”. Cuando sabía que el cirujano no daba limosna a los pobres gritaba: “¡Neoliberal!” Cuando descubría que eludía el pago de impuestos: “¡Defraudador!” Cuando se enteraba que el médico había puesto los cuernos a su señora sonaba: “¡Pervertido!”
Al inicio la búsqueda de doctor parecía sencilla, pero con eso de las redes sociales rápido se enteraba de las vilezas y villanías de los médicos, pues no faltaba el marido que había abandonado a una hija y el que no pagaba sus multas de tránsito. También a las mujeres se les cayó su aureola, cuando encontró que había divorciadas y las que explotaban emigrantes ilegales para su ayuda de casa.
Como su salud no regresaba y el próximo infarto era inminente, los parientes apremiaron para elegir entre dos últimos candidatos. El primero era viejo, con el mejor récord con cientos de operaciones exitosas, aunque de último minuto el investigador mostró una carpeta gorda de ilícitos, retratando a un sinvergüenza contra su esposa. El segundo era joven, todavía seguía estudiando un posgrado, no engrosaba su expediente con ningún desfalco ni actos inmorales; pero, si concretaban el trato, esa sería la primera operación a corazón abierto. Reitero, para el joven honesto sería su primera cirugía bajo su total responsabilidad.
El escrupuloso Archivaldo se encerró en el cuarto para platicar con su mujer. En ausencia de más días para elegir, mi vecino estaba hecho un manojo de nervios y, al fin, dispuesto a oír consejos.
Después, en la sala de recuperación hospitalaria, Archivaldo se reía y torcía la boca con tristeza cuando recordaba la pregunta de su esposa:
—“Mi amor ¿te operarías con un sinvergüenza que ha curado cientos de corazones pero lucra a costillas de la gente como nosotros o lo harías con un simpático joven que todavía no aplica ni pizca de lo que estudió?”
Al día siguiente fueron las elecciones en España y ganaron los de siempre, manteniendo en el gobierno a los que tanto acusan de corruptos. Por cierto, el vecindario amaneció sosegado.


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