Por Carlos
Valdés Martín
Prevención de grado 0: El sonido de los cimientos fraguando
El pensamiento, para perdurar, se
construye desde los cimientos, en cambio las creaciones levantadas a partir del
nivel de azotea, más rápido que tarde se derrumban estrepitosamente, y si son grandes además caen con singular ruido y descrédito. Y una vez
establecida la visión teórica, se empieza a cimentar un discurso político. Los
años silenciosos de biblioteca
londinense en Marx fraguaron amplios cimientos, sobre los cuales se movieron
luego los grupos socialistas.
Aquí conviene detenerse a revisar
la propuesta de dos intérpretes, generadores de una visión novedosamente izquierdista de la vida política. La visión de
Hardt y Negri (en adelante también designados por las siglas HN) es fresca por
establecer una panorámica, ofreciendo una previsión de las tendencias sociales
y políticas, centrada en la globalización. Su obra representa, en esencia, una
aportación y profundización de muchos temas, procurando sacar del conformismo
al pensamiento crítico, buscando alentar las nuevas luchas, ofrecer luces donde existen sombras, mediante una
recapitulación de un amplio arcoiris
del pensamiento social, filosófico y político moderno. Muchas de sus
interpretaciones significan aportaciones o profundizaciones sobre temas
escasamente entendidos con anterioridad. Sin embargo, la exégesis crítica pasa
por indicar primero los espacios
oscuros, por lo mismo, en lo que sigue preponderará la indicación de los
desacuerdos teóricos, por lo mismo, los acuerdos y las estimaciones de la efectiva
valía de estos autores no resultará suficientemente explícita.
En especial, ellos se proponen
redefinir al “imperio” como sistema de opresión política mundializado, y
reconsiderar la forma existente de la oposición al mismo, estableciendo una
plataforma teórica para las propuestas de una lucha política para redefinir el
curso actual de esa globalización. Bajo ese ambicioso programa, ellos aparecen como
una especie de re-fundadores del pensamiento de izquierda (pensamiento tan
urgido de potencializarse mediante tales recursos de la reconsideración), de
ahí su importancia. Además demuestran una amplia cultura y reconocimiento de
los “temas de fondo” de la filosofía social y política como son la estructura
de la mundialización, el curso hacia el futuro, la clase revolucionaria, el
sistema político, etc.
Algunas de las líneas de
interpretación, a propósito no representan una discusión de fondo para centrar
la atención del lector. En los puntos donde indico musicalmente que son
“divertimentos” se abordan cuestiones secundarias. A partir de los incisos de
“seriedades” abordo los temas de fondo. Incluso en las evidentes divergencias debemos
estimar a Hardt y Negri como autores significativos, por representar un
esfuerzo de “teorización para fundamentar una línea política alternativa al
curso presente”. Esta clase de esfuerzos resultan enormes pero emergen muy aisladamente,
por lo que su intención ya es meritoria. Incluso comparto gran afinidad con su
esfuerzo de fondo, y estimo conviene continuarlo. Sin embargo, el resultado
final de Imperio me parece fallido en
una serie de puntos importantes para alcanzar una evaluación justa y exacta del
curso histórico presente, marcado por una mundialización plagada de tensiones,
es decir, el cántaro de su teoría
suena a cántaro quebrado, ofreciendo fisuras suficiente por donde escapa un
torrente esencial. La evaluación precisa y concreta del curso histórico
representa la plataforma para establecer las alternativas adecuadas para la
acción individual, grupal y colectiva, esto implica, la cimentación sólida de
una salida viable para las diversas encrucijadas por venir.
Divertimento 1: reinterpretarlos como enfoques nacionales
Curiosamente, siendo autores tan
internacionales, mundiales y cosmopolitas, la horma de su interpretación contiene
un matiz, sorprendentemente nacional ítalo y estadounidense, en perfecta
concordancia, con la tesis elemental: los autores que escriben son ciudadanos
en perspectiva. Ya lo dijo Ortega, el pensamiento requiere incluir su
perspectiva para revelarse en su claridad, porque la situación humana incluye
su perspectiva (su peculiar punto de vista, determinado situacionalmente[1]).
Estas raíces nacionales poseen la mayor relevancia en la determinación de la
teoría de las formas políticas. Veamos. Su objeto político central es el
Imperio, pero reinterpretado con un salto cualitativo especial desde un
arranque marxista, para acceder hasta la raíz romana, plasmada en el autor
antiguo Polibio y repensada por Maquiavelo. El Imperio abarca la totalidad del orden político mundial actual y su
cúpula, pero la “totalidad” como tal no resulta interesante como mera medida
epistemológica de referencia (la obviedad del Conjunto), sino que HN proponen
la existencia de una organización política precisa-imprecisa,
organizada-desorganizada, legalizada-sin ley, institucionalizada-sin organismos
políticos precisos[2]. Al
mismo tiempo, definen al Imperio como un objeto político real y eficaz (organización
que domina al mundo), también lo marcan con la laxitud de erigir la mera
totalidad (incluso encajando dentro de la “máquina dominante” a algunos de los
fenómenos más positivos y esperanzadores del devenir internacional como la
operación de ONG’s progresistas[3]),
porque el Imperio no significa una potencia concreta (Estados Unidos) ni integra
esa organización mundial (al ONU) ni el conjunto llano de las organizaciones
mundiales, sino que escenifica un más allá unificado que opera mediante esas
cúpulas, y además despliega una base más amplia (las bases multinacionales,
además de los Estados mismos).
¿A quien se le ocurre interpretar
seriamente las estructuras políticas del siglo XXI en base a las teorías
romanas del imperium dictadas dos
mil años antes? Evidentemente solamente a un pensador de la aldea global
focalizado dentro de la continuidad histórica desde la Roma eterna. Reconocemos
el antecedente: las teorías del imperialismo tuvieron una importancia capital para
el marxismo del inicio del siglo XX y para las revoluciones anticoloniales. El
término imperio, por sí mismo, posee una
enorme carga crítica; la sola designación de un régimen como imperio señala-denuncia
que es un régimen parásito, el cual encadena a su despotismo a pueblos
infelizmente sometidos por la violencia.
Al mismo tiempo, Hardt y Negri
analizan la vida política centrándonos en los términos de la constitución del
poder soberano. En este campo parecería que ya navegamos dentro de la
generalidad de la vida política o la estructura en su nivel más abstracto, pero
resulta ilusorio, en realidad desembocamos ante la descripción (casi textual) del
modelo norteamericano de operación de la vida política.
La noción resultante de Imperio
de HN, integra una síntesis entre el “imperium” (orden político superior
arcaico) y la constitución republicana, lo cual establece una síntesis moldeada
sobre la operación de la dinámica política bicentenaria de Estados Unidos. Es
decir, el Imperio no aparece por una lógica de conceptos, sino calcado sobre un
Estado ejemplar, los Estados Unidos.
Contra el crecimiento y la
arbitrariedad del Imperio (como fuerza empírica actuando) aparecen, en el
cuadro de Hardt y Negri, las acciones contra-imperiales. Estas acciones
contra-imperiales obtienen un modelo concreto, centrado en el movimiento
revolucionario de los IWW norteamericanos. En el pasado ha existido la
resistencia en contra del Imperio, y su modelo ejemplar son esos sindicalistas
radicales agrupados en los sindicatos de los IWW. Ahora bien, existe la alerta
sensata de no estipular a esa pauta particular de lucha política como el
destino de cualquier forma de resistencia y lucha de la humanidad presente y
futura.
Sin embargo, Hardt y Negri tienen
un enfoque nacional particularmente inconsciente,
tal como se demuestra en su equivocada (inconsciente) interpretación de las
naciones. A éstas las confunden y funden completamente con las formas de Estado
nacional moderno, por lo que imaginan fenómenos terribles y polifacéticos emergiendo
desde las naciones (cualquier tipo de racismo, exclusiones, violencias…).
Además proponen que la historia nacional genera una operación de asimilaciones
sucesivas, entonces la nación conforma al pueblo homogéneo, que a su vez,
encorseta a la multitud. Por un lado, critican una malignidad encerrada en la
nación en general, también critican arduamente el eurocentrismo, y el racismo
arcaico y moderno, sin embargo son inocentes de su propia “raíz (bi) nacional”
en su enfoque. Conviene anotar, que indicar sus raíces nacionales, simplemente
relativiza una teoría que busca establecerse en un auténtico territorio global,
ofrecerse como teoría universal. Este reconocimiento de su perspectiva en punto
de vista bi-nacional ya relativiza las premisas pero no anula el alcance de sus
conceptos, no afecta el verdadero fondo.
Divertimiento 2: Reinterpretar bajo una nota de Horkheimer
En un oscuro pasaje de crítica al
iluminismo el alemán Horkheimer denuncia que el inmanentismo absoluto es
solamente un tabú extendido, implica renegar del afuera, porque el afuera es
fuente de miedo[4]. Una
declaración tan terminante como desconcertante nos invita a pensar unos
instantes. Tenemos una idea de apariencia científica, respecto de la cual se
busca un motivo y el motivo, por ser e-motivo, ya es “desenmascaramiento” de la
apariencia de cientificidad. Porque la inmanencia, por su mera operación,
parece científica. El iluminismo es la batalla contra los demonios del mito, la
revelación del mundo natural sin fuerzas del “más allá”, entonces el iluminismo
ofrece la operación típica del inmanentismo. Curiosamente, parece que HN están
de acuerdo en la crítica de Horkheimer al iluminismo, como razón metafísica y
arma de la dominación. Pero permanecen del lado del inmanentismo radical. Aquí
el argumento del alemán consiste en que el motivo de fondo para “inmanentizar”
y negar cada más allá posible emana del terror; ni siquiera emana del miedo,
sino el terror, la forma extrema de miedo experimentado ante cualquier
trascendencia, la cual pudiese brotar en cualquier sitio. Por eso el
inmanentismo esconde un mecanismo de defensa ante el miedo, implica una
operación de exorcismo de demonios, y Horkheimer estima que lanza un exorcismo
fallido. Cuando se cumple el programa iluminista, se finaliza con la operación
de inmanencia, pero como entonces el terror no ha desaparecido, se mantiene y hasta
se agranda porque la naturaleza completa finaliza siendo un tabú, mostrando el
panorama desolado de la objetivación in-humana, sin “ánima”.
El inmanentismo es interpretar en el plano del más acá, denegando
cualquier más allá como principio o realidad. Un materialismo consecuente por
principio resultará ser completamente inmanentista[5], pero
a Hardt y Negri les parece que la dialéctica marxista no resulta radicalmente inmanentista,
pues queda guardando trascendencias, ya que el mismo logos de la dialéctica marxista
opera una trascendencia respecto de los sujetos (las multitudes reales). A
ellos les parece que la teoría de la
medida, que unifica la cantidad con la calidad como pauta, es de corte
metafísico (más allá de lo inmanente), y ahí le ofrecen a la teoría de la
medida el desafío de lo “inconmensurable”[6].
Aunque su desafío no me parece estricto, porque este contra-punto de lo
inconmensurable frente a la medida ya parecía contemplado (y resuelto) desde
Hegel y entonces queda integrado en su teoría de la medida dialéctica y el
concepto de infinito, es decir, que más allá de lo inconmensurable aparece el
infinito en la Enciclopedia de las
Ciencias Filosóficas[7].
A lo largo del texto, Hardt y
Negri ensalzan la necesidad e importancia de un inmanentismo teórico, al mismo
tiempo afirman que el inmanentismo ya se cumplió en la práctica presente por la
mera operación del capital, entendido como mecanismo económico que integra todo
bajo su estandarte: humanos, cosas, naturaleza, afectos, artes, etc. Esta
totalización bajo el dominio del capital genera el terreno de la inmanencia,
por eso ya nada quedaría exterior al tema social, no sobrevive ningún un
reducto fuera del sistema económico-social. El principio rector del sistema crea
la inmanencia absoluta, quizá antes hubo un más allá, pero desapareció bajo la
“licuadora universal” del sistema capitalista.
Estamos de acuerdo parcialmente
con esta apreciación pues el tema de la inmanencia es doble: teórico y
práctico. Si por definiciones de principio consistentes (reales o arbitrarias, pero
en este argumento no importa) declaramos inexistente al “más allá”, entonces no
seremos capaces de ver ningún más allá. Este principio inmanentista ocupa una
interpretación inversa frente a las filosofías de base dualista con sus dos
materias o sustancias (“res cogitans” frente
a “res extensa”), como la cartesiana, donde cada lado aparece como un más
allá recíproco. Esa es la premisa inmanentista de operación de HN, pero la
unidad inmanentista no implica un tema demostrable sino una petición de
principio, pues lo definido inmanente es representado como inmanente. Sin
embargo, objetamos, ya establecida la inmanencia a la hora de definir cuál es el
principio inmanente, entonces emerge una dualidad. En efecto, porque este principio
totalizador del sistema Hardt y Negri lo ubican en dos vórtices: capital e
imperio. Resulta clarísimo, a lo largo y ancho completos del discurso teórico
de HN, que sostienen dos fuentes de totalización, y las dos obtienen carácter absoluto: nada escapa al capital totalizador,
nada escapa al imperio totalizador. Y “totalizar” es un verbo fuerte,
reconfigurar completo el mundo social. Pero dos principios absolutos simultáneos
equivalen a ningún principio absoluto, porque equivalen a afirmar una fuerza
irresistible chocando contra una fuerza inamovible. Ambas afirmaciones no son
ciertas simultáneamente, ambos principio se neutralizan. Dos principios
absolutos no coexisten, solamente uno puede existir en un sistema teórico cuando
aspira a mantener una congruencia. Ofreciendo la apología de su novedad
teórica, Hardt y Negri prefieren indicar que el principio absoluto es el
Imperio, donde su polo opuesto emerge como la Multitud; entonces estamos con el
paso del eje marxista de capital-trabajo (frente al cual todas las formas políticas
de Estado, Imperio o Partido resultaban derivaciones complejas o hasta simples
denominaciones del régimen esencial de clases definidas en la base de la
producción económica dominada por el capital) a un eje de Imperio-Multitud,
donde las demás contradicciones conforman eventos de secundaria relevancia.
Entonces la propuesta implica que el
verdadero principio absoluto recae en el Imperio, pero HN se resisten a tirar al niño de marxismo junto
con el agua sucia de la bañera, por eso dejan al capital como otro
principio absoluto de totalización del sistema, resistiéndose al corolario: el
capital quedaría absolutamente sometido al Imperio.
Curiosamente, ese tal principio
absoluto de configuración de la sociedad mundial, entendido como Imperio ofrece
una maravillosa figura trascendente. Si nos creemos fervientemente en una
“radical inmanencia” el sistema político mundial entonces no encaja ni cuaja el
concepto de un Imperio mundial, visto como una unidad superior. Para una
radical inmanencia convendría invocar una totalidad-destotalizada
del sistema económico y político sin ningún principio totalizador
suficientemente eficaz, adentrándose entonces a una visión más acorde a lo que
profesa Toffler en su interpretación de una época emergente de la Tercera Ola[8].
Cuando pasamos de las relaciones destotalizadas entre Estados desarticulados
dentro de una organización laxa de Naciones Unidas, hacia una forma sintética
suprema, debemos imaginar leyendas al estilo del Leviatán
de Hobbes, como el poder supremo y soberano. De hecho el hilo rojo de la
política lo colocan Hardt y Negri en la soberanía[9],
entendida en el sentido fuerte del término, como el poder supremo sobre los
demás poderes, como superioridad que subyuga sin posibilidad de oposición. De
hecho, la imagen de un Imperio sintético gusta más a la imaginación popular,
siempre ávida de símbolos concretos, y asqueada de abstracciones inteligentes
pero sin lustre. Insisto, esta imagen del Imperio de HN no ajusta perfectamente
para un “inmanentismo” radical, al menos no en términos político-filosófico. El
Imperio universal, tesis de fondo de HN, aunque lo coloquen en “red” o
“rizomas” resulta más trascendente que Luis XIV el deslumbrante modelo trascendente
de los monarcas absolutistas del siglo XVIII, basándonos en la mera escala de
operación; porque este Imperio propuesto manda como el “Rey del Mundo” y no rige
sobre un reino particular. Este Imperio ocupa el extremo imaginario de la
trascendencia política, la cumbre extrema de cualquier constitución de poder,
porque lo constituido ahora integraría un poder sobre el planeta completo y no
éste poder particular. La solución de Hardt y Negri para proponer que este
Imperio es inmanente porque existe a nivel del “biopoder”[10]
integrado en la dominación a nivel del sujeto biológico individual no resulta
suficiente ¿Declarar que este “Rey del Mundo” es inmanente porque domina desde
adentro de los sujetos reduce el problema teórico? Lo propuesto por Hardt y
Negri no me parece la operación más racional, pues levantar un trono (para el
Imperio) para también vociferar que permanece a ras del suelo (es inmanente)
coloca a la rebelión de la Multitud ya en una batalla perdida. Pero existe un
error de perspectiva, y para corregirlo conviene hacer republicanamente como el
niño inocente ante el “traje nuevo del emperador”, revelando que no existe tal
vestido majestuoso, porque el frío de la desnudez catapulta la operación de la verdad,
es decir, bajo el ropaje de la globalización en curso no existe ningún “Rey del
Mundo”. La prueba resulta demasiado sencilla, porque no hay un mando imperial
unificado en el planeta, ni la tendencia histórico-universal presente evidente enfila
hacia ese camino. Sin embargo, estoy cambiando el plano de la discusión, porque
abordo el tema de las pruebas empíricas del fenómeno. Para cerrar este
argumento, basta indicar que el Imperio, salta de la inmanencia universal de
los fenómenos sociales, para levantar una trascendencia inalcanzable, por lo
tanto la resistencia de la Multitud nacería ya desfallecida, ese Poder-Imperio
resultaría tan trascendente como inalcanzable, siendo el principio absoluto de
la constitución de la humanidad, un más allá trascendente al curso histórico,
me atrevería a indicar: el Imperio es el final de la Historia.
Seriedad 1: Reinterpretar por Foucault
De forma explícita, mediante la
presentación del bio-poder, Hardt y Negri retoman el análisis hipotético de
Foucault sobre la configuración de los sujetos de la sociedad[11].
La interpretación efectuada por Foucault resulta similar a sus antecedentes
marxistas, de hecho la obra completa contiene un tono altamente marxista
(fuentes, pasajes, intenciones, fraseología, términos), sin embargo, de entrada
y en la definición de la dinámica social abrevan de una fuente radicalmente diferente.
Porque Foucault elabora una teoría social diferente, no marxista y en el
discurso de HN discurren coexistiendo pacífica y armónicamente estas dos
fuentes, desde un lado una teoría de la configuración de los sujetos sociales
por el poder (bio-poder) y una teoría marxista de la producción de la sociedad
donde el poder es subproducto (super-estructura). Reitero, coexisten
pacíficamente y sin resolución de continuidad, la visión de la base económica imponiendo
a una superestructura de poder, y la visión contraria donde la producción es el
resultado del poder aplicado al bios, el bio-poder.
En Foucault el poder encierra el
motor, la razón última del proceso social, donde acontece una reconfigurar a
los sujetos mediante aparatos-instituciones especializados (familia, fábrica,
escuela, prisión…), pero el conjunto de aparatos en una época orientan hacia
una misma tendencia, una especie de coordinación secreta, un mismo diseño estratégico,
de tal manera el conjunto social produce masivamente una misma configuración de
los sujetos.
En el pasado reciente fue la
sociedad disciplinaria, donde el conjunto de aparatos de poder se dedicaba a
someter a los sujetos a una ruda disciplina, y por esto Foucault entendió
cárceles, ejércitos, fábricas, oficinas, escuelas, familias, etc. Al acercarse
el presente, los aparatos perdieron ese tono y forjan un nuevo tipo de sujetos.
Observemos, para Foucault los aparatos sociales especializados producen a los
sujetos, pues generando disciplina crean la “politicidad” adecuada de los
sujetos, en síntesis: los aparatos (estructuras) producen a los sujetos, y el
motivo generatriz irradia desde el poder y no desde los sujetos. De hecho por
esta tesis estructuralista los sujetos no existen como tales sujetos
productores, son pseudo-sujetos, son efectos de las estructuras. Bajo esta
perspectiva no existen los sujetos productores de la vida social, sino el
conjunto de estructuras productoras de disciplinas crean a los sujetos de
acuerdo a los designios del poder. Con Foucault viajamos en las antípodas
teóricas del marxismo, el cual partió de la producción de la vida social por
parte de los productores, pero sus potencias y relaciones sociales se les
enajenan y los dominan. Hardt y Negri pretenden encontrar una vía sencilla de
reconciliación entre estas dos visiones argumentado ampliamente que la
“producción” se ha ampliado durante la época posmoderna y posindustrial[12]. Pero
puestas frente a frente en el tema de la producción de la sociedad y los
sujetos la teoría marxista y la foucaultiana alborotan antagónicas; esta
ampliación del concepto de producción no las reconcilia, sino las “cortocircuitea”.
Parece que HN piensan en una síntesis teórica de estos extremos no
problemática, basta con ampliar el concepto de producción, para que sea tan
correcto afirmar que los “aparatos diversos producen a los sujetos (a todos)”
como decir que las “multitudes (los sujetos en su más alta acepción) crean la
realidad completa”. En mi punto de vista esta ampliación del concepto de
producción, simplemente antagoniza más radicalmente las dos interpretaciones.
HN abrevan alegremente de ambas visiones creyendo en una solución de
continuidad. Cuando ellos abarcan al sujeto como un “Multitud” observan la
potencia productiva y hasta angelical, así creen fervorosamente en la
interpretación marxista de los sujetos colectivos produciendo su vida. Cuando
abarcan las partes del sujeto, grupos concretos y la estructura formativa del
poder político moderno, observan la potencia demoniaca y se lamentan de los
aparatos formando a los sujetos, atravesando unidimensionalmente cada uno de
sus rincones, y así creen en la enajenación absoluta cumplida por la
posmodernidad. Reniegan Hardt y Negri de la dialéctica, pero brincan con un
salto dialéctico fantasioso entre la visión radical de la opresión más negra y radical
de Foucault, cumpliendo las premisas de los “atrapados sin salida”, al mismo
tiempo que la convierten en el corolario feliz de la liberación más radical,
por tanto saltan dialécticamente de la masa oprimida y si perspectivas hasta la
tesis de la autoproducción radical de la colectividad liberada. Sin embargo las
premisas de Foucault, él mismo sabía a dónde conducen: la visión triste de la
libertad imposible, porque en ese universo oprimido desde dentro de cada
individuo el escape está encerrado. En efecto, para Foucault el escape fuera
del lado oscuro del poder aparece arrinconado hasta el deseo marginal. Este
deseo liberador propuesto por Foucault se vuelve vapor sutil, casi un sueño sin
aliento ni fuerza ante el Leviatán-Poder, que es la estructura omni-productora,
el Leviatán-Poder fuente de producción de los sujetos.
Entonces Hardt y Negri yuxtaponen
el corolario de Marx con la premisa de Foucault y dibujan la tensión inmensa de
un arco vacío, porque no hay cuerda que verdaderamente amarre esos dos extremos
desconectados. Sin embargo, HN asumen dos teorías distintas de la producción
social, junto con Foucault (del bio-poder) ponen a un Marx reinterpretado, desplegando
una visión de la producción social informatizada y afectiva. Aunque aparece una
incoherencia, también aparece un mérito de enriquecimiento de perspectivas. Ese
último aspecto me parece valioso y reivindicable, pero opera bajo una severa
camisa de fuerza. Al ampliar el concepto de producción, de un lado aceptan la
producción de los sujetos como una dimensión de fundación (de constitución como
les gusta), pero también miran la asombrosa variación real y evidente del
proceso material de producción: ahora se desmaterializa y reconfigura. Integra
la ciencia y la tecnología, cada vez más en su corazón; sustituye el músculo y
sudor por el conocimiento integrado en dispositivos. Debo comentar que HN
interpretan la integración (densa y cualitativa) del saber dentro del proceso
de trabajo más como “información” que como saber, con lo cual disiento por una
diferencia de grado, pues en el trabajo opera directamente un saber no
solamente una información. Además interpretan la importante integración del
afecto como dimensión de la producción/reproducción social, así ellos dan un
alto valor a la generación de afectos que satisfacen necesidades sociales
básicas, nuevas producciones ampliando su campo. En esto Hardt y Negri aportan
elementos importantes de la nueva producción social, pero simplemente objeto la
manera de interpretar, pues no implica entonces la producción de sujetos por
aparatos (Foucault, Althusser, etc.) sino significa la producción de sujetos
por sujetos (Marx, Sartre, etc.), ya que las “disciplinas” finalmente son modificaciones
de los saberes y los afectos producidas por otros sujetos, con un resultado en
los sujetos y en la cadena de la producción social. Tensado entre dos visiones
tan opuestas (la estructuralista de Foucault y la marxista) el concepto “ampliado
de producción” (en principio tan acertado) se convierte en una fusión y confusión
de ámbitos, la mera fluidificación de campos no mejora la perspectiva pues la
tensión genera bosques sin árboles y árboles sin bosques.
Seriedad 2: El terreno de la interpretación: Constitución o Producción. ¿Existe ya el Imperio?
Si nos remitiésemos a una interpretación
de raíz marxista resulta sorprendente, que HN pongan un énfasis extraordinario
en la Constitución. La Constitución es un dispositivo legal donde se coloca la
piedra clave del conjunto de leyes de un Estado; estableciendo una ley suprema
se hacen emanar el conjunto de leyes. La Constitución implica una cuestión de
jerarquías legales, de técnica jurídica conocida desde la antigua Grecia, pero
también del terreno imaginario de la fundación del Estado[13].
El acto de la constitución de define como fundación originaria de un Estado,
por eso instaura un acto radical (de raíz) y casi mágico, la génesis absoluta a
partir de una ruptura. La producción contiene una imagen de continuidad como
proceso de producción que enlaza el pasado, el presente y el futuro, que
enfatiza el aspecto procesual, indicando la unidad entre le mundo del sujeto
(laborante) y el objeto (e-laborado), colocando el puente entre cultura (humanidad
en producción) y natura (el objeto sobre el cual producen). A diferencia de la
producción, la constitución realza el aspecto de novedad, indica la ruptura con
el pasado, la afirmación del presente y la fijación definitiva del futuro,
enfatizando el aspecto instantáneo de la creación, indicando la unidad de la
fundación como redonda (mundo del sujeto cerrado en sí), por eso únicamente enlaza
un puente con sus resultados (efecto de la constitución sobre lo constituido,
la premisa sobre el resultado), revelando la libertad absoluta del sujeto
constituyente (en este caso colectividad política fundadora) por tanto un
sujeto casi ajeno a premisas (sociales o naturales). Bajo lo anterior ya asumimos
a la Constitución como el límite de la producción, es decir, la misma Constitución
define una producción absoluta o mágica, pues no acepta premisas (ninguna ley queda
válida antes de la Constitución), convierte el acto presente en creador del
futuro (sobre la Constitución se levanta la comunidad política) y por lo mismo
el futuro se define como imposibilidad de otra Constitución (amordazamiento del
futuro, aprisionamiento del futuro bajo la potencia constitucional), quedando ese
futuro así expropiado de su potencial “producción constitucional”. En ese
sentido, la Constitución revela una peculiar forma de producción que niega la
producción, rebajándola y conjurándola para devenir en mera re-producción de la
Constitución; así, se justifica que la Constitución se debe escribir con
mayúsculas pues deviene en Constitución, momento supremo, cuando acapara enteramente
el momento de la producción[14],
delimitando el futuro como simple re-producción de las premisas planteadas desde
el momento de la Constitución.
El énfasis en la Constitución propuesto
por Hardt y Negri encierra una función similar al acento puesto en la Revolución
por las tesis marxistas radicales como momento fundador; estableciendo la
continuidad simplemente el potencial absoluto de la Revolución como momento
dinámico ahora con este concepto de la Constitución reaparece pero como instante
congelado (y eternizado, también), como realización, porque si con la
Revolución estalla el cambio de las condiciones sociales, la Constitución define
su codificación y la demarcación de su posterior no movimiento esencial, entonces
implica el fin de la Revolución. Al mismo tiempo, el gesto de la Constitución aparece
en la frontera de los rituales mágicos de Fundación (con ese matiz tan separado
de lo concebido como una producción material) tal como ocurre con la fundación
de las ciudades sagradas, esa colocación de un primera piedra o el trazado del
mapa celeste, cuando mediante un símbolo interpretan la voluntad de los dioses[15].
Una revelación indica el lugar de la fundación, lugar que siendo espacio mágico
se define como el centro del mundo (entero o al menos el centro del reino, en
este caso del imperio). La fundación de Roma instaura una Constitución para la
eternidad, estableciendo una cabeza política, señalada por los dioses mediante
una cabeza desenterrada, y los límites urbanos permanecen establecidos de manera
imperecedera, por siempre; de tal modo que la violación de las murallas de la
ciudad convertida en sagrada resulta terrible, ni el hermano consanguíneo se
salva del castigo, así Rómulo asesina a su hermano Remo por saltar
burlescamente sobre las murallas romanas.
De igual manera la Constitución
se define como el centro de la vida política, como plataforma primera de la
vida legal. De igual manera la Constitución se decreta como objeto permanente,
sin tiempo, incluso cuando se prevea un mecanismo constitucional de re-constitución,
la misma Constitución nunca indica la fecha de su muerte, en cambio sí proclama
su fecha de vida. La ciudad mágica y la Constitución se definen eternas y
centro de la comunidad política, mientras la cuidad ubica un eje
espacial-material (el terreno con sus diseños arquitectónicos y sus recursos
materiales), por su parte la Constitución cristaliza un eje discursivo-real
(las leyes fundadoras marcan las posibilidades de despliegue posterior de las
leyes especiales y las relaciones materiales que representan, como los
intereses de grupos, las prácticas privadas, etc.). Operando en planos
diferentes, la cuidad (o nación) mágica y la Constitución no se oponen, incluso
se complementan para la organización, como ejes coordenados que permiten la
organización de una sociedad. El verdadero equivalente mágico ancestral de la
Constitución son los ordenamientos políticos y/o morales mediante los cuales
los pueblos establecían el tramado de su vida social y también política. En
efecto, los Diez Mandamientos de Moisés operan como una mínima constitución
para el pueblo judío, obligado a respetar esos sencillos principios morales de
convivencia, adecuados a esa comunidad creyente. En general, las grandes
revelaciones mesiánicas ofrecen ese mismo aspecto de Constituciones para los
pueblos que las aceptan, situación ejemplificada en la Biblia y el Corán. De
forma similar, otros ordenamientos morales/legales contienen la estructura
constitucional siempre y cuando, queden sólidamente fijados por su aceptación
permanente y estén dirigidos a entrelazarse materialmente con sus sociedades,
no queden como la letra muerta de una extravagancia de un autócrata o líder
religioso. Y como las constituciones religiosas de gran alcance tradicional sí
compiten transversalmente con el plano político (pues el plano religioso está
parcialmente asentado en el plano político, lo abarca en parte, mientras su
esencia permanece en el más allá, el trasmundo de la religión y en la ética
privada), entonces las constituciones laicas definen la salida de esos
mandamientos del terreno constitucional, lo cual ocurre simplemente con la
separación de la religión específica de cada país fuera del terreno de la vida
pública, por eso las constituciones modernas son laicas, y en esto no son anti-religiosas, sino que
dejan el espacio libre para la acción de la legalidad (la trama legal sobre la
constitucionalidad) y remiten a la religión hacia el ámbito privado de las
creencias.
En este punto espero quede claro
el parentesco entre la operación constitucional legal-social con la fundación
mágica, operada fuera del tiempo y de aquí para siempre. Pasemos a la
“constitución imperial”, que para HN es una de las características de la nueva época
de la modernidad. La nueva época global de la modernidad ha creado un orden
político mundial, que para HN solamente obtiene su densidad o su redondez si accede
a una “Constitución”. En este punto debemos anotar que para HN la constitución entrega
la corona y la base de la estructura política, resaltando su importancia,
indicando el eje de la estructura política. Una forma política cuando no ha
arribado al nivel de constitución, todavía permanece provisional, simplemente
un esbozo que alcanza a ser barrido fácilmente. Digamos que para Hardt y Negri sin
fundación constitucional no hay sistema político. Claro, aquí entramos dentro
de un terreno donde la constitución se identifica con el instrumento legal, pero
desborda a su contenido legal concreto. A la constitución imperial HN la
ven como una figura general del sistema político mundial, una obra no escrita
pero ya funcionando. Digamos: no existe el acta constitucional del imperio,
pero al Imperio, HN lo ven como ya constituido, no en fase de nacer sino, como una
diosa Atenea naciendo entera desde la cabeza de Zeus, diosa ya completa y
desarrollada. Ellos están conscientes que el “sistema legal” (correlativo a la
constitución legal) todavía no está perfeccionado en el mundo, sino que persiste
esbozado en ciertos códigos internacionales, todavía incoherentes e inconexos,
pero les parece que las actuales leyes internacionales presentes ya son
reveladoras de la tendencia a cristalizar, cada vez más en el mismo sentido: la
bases legales de intervenciones extrajeras permanentes en nombre de la paz.
Se puede y se debe entablar una discusión particular y precisa, sobre si un
sistema parcial de leyes internacionales tal como el presente, se caracteriza
correctamente como una constitución legal. Hasta donde yo creo no hay tal nueva
constitución del orden global, no existe la Constitución-Mundo. Sin embargo, se
puede argumentar a favor de HN que ahí transcurre
la tendencia para un futuro, cuando cristalizará en años. Para Hardt y Negri
esto ya ocurrió porque solamente con la Constitución-Mundo el concepto de
Imperio les parece suficientemente fundado. Sin embargo, el Imperio parece más fundado ficticiamente por la
definición misma de constitución, que por el efectivo curso mundial. Ya que
HN desplazan el centro de la producción hacia el centro de la constitución, la
ruptura cualitativa (propia del acto mágico de fundación) predomina sobre la
continuidad cuantitativa y cualitativa de la producción. Para ellos, al
constituirse el Imperio se refunda el mundo, la globalidad planetaria obtiene
una nueva constitución, un centro de poder sobre-determinando cada centro
parcial de poder (los imperios parciales como EUA son desplazados por el
Imperio), y entonces ha cambiado el contexto planetario y hasta la época, entonces
ya arribamos a la posmodernidad, fuera de la frontera de la modernidad
capitalista. Pero si nos mantenemos en el punto de vista del predominio de la
producción (caso Marx, pero no únicamente con él) la constitución es un
fenómeno secundario (casi una ilusión fundacional, una interrupción en la
continuidad). Para la gran continuidad de la producción, la interrupción
constitucional está basada en la necesidad de clarificar los puntos de
referencia iniciales, de un sistema que exige continuidad, y por eso hace tabla
raza del pasado[16].
Entonces el resultado es diferente a lo ofrecido por HN ya que la constitución
no contiene la magia de la creación desde la nada, sino la inocencia del
olvido, quien lanza el gesto fundacional de crear una constitución, lo hace para
desembarazarse de trabas a su proceso de producción (presente y futuro). La
producción estuvo antes, durante y después de la constitución; la constitución se debe interpretar correctamente
como un momento privilegiado de la producción, cuando se ponen premisas
para una nueva producción, desde entonces ya no resulta completamente nueva
sino que re-produce. Pero también la constitución genera la ilusión de un
momento de olvido (de la producción, de la vida política[17]),
un momento de inocencia (y la magia también es inocencia) mediante el cual la
producción olvida sus premisas y se afirma como presente absoluto. Pero resulta
claro: en el terreno práctico las Constituciones occidentales están levantadas
por muchas continuidades, desde el ámbito legal como sus deudas con el derecho
romano y continuidades sociales con el régimen social de producción capitalista[18]. En
sentido positivo, entonces la Constitución indica y revela un momento estelar
del proceso de producción. En el tema que nos importa, el Imperio está “constituido”
o en proceso “pre-constitucional” o bien ser una imagen sin sustento teórico,
una totalización de la cabeza, arbitrariamente armada para dar coherencia
(¡cohesión dialéctica!) a un fenómeno que no la posee suficientemente. Yo me
inclino hacia esta última interpretación, la visión de un poder mundial imperial
constituido (de los imperios, semi-imperios, Estados sin dominio imperial,
Estados dependientes, etc) no contiene una cohesión mundial suficiente para
poder establecer un “sistema” en el sentido de mando central. El término
Imperio, bajo la luz de Hardt y Negri, representa una bella síntesis de
intención crítica, que retoma la derrota de los imperios en la descolonización
del siglo XX, como un enorme tesoro político, entonces HN quieren enderezar el
término-denuncia de “imperio” contra el sistema capitalista mundial en su
integridad, sin dejar nada afuera. El
término Imperio sirve como denuncia política, pero no como descripción exacta
de la realidad contemporánea ni de sus tendencias esenciales presentes, creo
que contiene una síntesis forzada con la buena intención de denunciar la unidad
de las cabezas de hidra de la opresión en cualquier expresión. Me parece
evidente que en el análisis actual, existe una hegemonía de un polo centrado en
Estados Unidos, país que no coloca la cabeza de un imperio organizado,
respecto de cual otros centros de poder (la Comunidad de Europa, China, Rusia,
Japón) poseen intereses distintos y amplios márgenes de maniobra. Las
organizaciones para los acuerdos entre los diversos centros imperiales no
establecen un mando unificado de un único
Imperio. Incluso el término Imperio no resulta el más propio para describir la
descentralización reconocida (desterritorialización como gustan designar HN)
del poder económico y político, en condiciones donde cada vez más el
conocimiento resulta el eje del poder planetario. Pero esto será desarrollado
en otro lado.
Seriedad 3: La dialéctica de la no dialéctica, o bien la anti-ilustración de la razón, o bien contra la metafísica de occidente desde la razón deslocalizada
Bajo un eslogan de radicalidad,
la crítica siempre se convierte en autocrítica y la razón se desliza como
crítica de la misma razón. En este caso, HN toman con seriedad un tema antiguo
y recurrente: el intelectual contra a maldad de la razón. En su amplitud, la
razón debería contener un lado maligno, porque en su polivalencia siempre
aparece aliada con los poderes terrenales, incluso los más nefastos gobiernos
terrenales (las peores dictaduras y las más crueles cacerías humanas) argumentan
su “razón”, o lo que es lo mismo, cada poder engarza su saber a un costado, ya
sea como sistema de justificaciones, como premisas tecno-lógicas o coro de
intelectuales alabando al poder. En particular, Hardt y Negri son tributarios
de una interpretación muy ancha de
esta problemática, siguiendo el camino ya abierto por la crítica de Lukács y la
escuela de Frankfurt, ampliada por los posestructuralistas como Foucault,
Deleuze, etc. La interpretación muy ancha significa que el campo de razón cuestionado
por ser fundamento del mal humano resulta amplísimo, abarca desde los albores
de la filosofía hasta las teorías que pretenden la liberación[19].
Por un lado, Hardt y Negri se
consideran herederos directos del marxismo, pero ¿qué heredar? En un brillante
opúsculo sobre la definición de marxismo ortodoxo, Lukács arriba a la
conclusión, que la ortodoxia en este campo no implica cuestión de adhesión a
todas o unas pocas tesis, sino que “es cuestión de método”[20].
Por método entendemos el sistema de abordar la realidad, el proceso de
interpretación mismo. Desde sus inicios, la dialéctica materialista fue
considerada el “alma del método”. Sin embargo, la misma fosilización dogmática
del marxismo en el siglo XX y su formalización para utilizarse por el Estado
dictatorial de Stalin y similares, puso en guardia a los recuperadores de la
esencia del marxismo, sobre el tema de la dialéctica. Algunos iniciaron la
sospecha de una discontinuidad esencial entre Engels y Marx, porque el primero
había formalizado la dialéctica en “leyes generales de la dialéctica”, lo cual
implicaba reducción a postulados rígidos (lo opuesto a los postulados
dialécticos). Después aparecieron quienes dudaron que la dialéctica fuese
aplicable a la naturaleza, porque en ella no existía la negatividad estricta
(humana negación y su corolario en la negación de la negación). Pero a la línea
donde se adhieren HN va más allá de reformulaciones, les parece la
dialéctica como una lógica trascendente que oprime, incluso ya es el
discurso generador de la opresión[21].
Afirman que “la realidad no es dialéctica”, sino que solamente algunas parcelas
del la realidad están bajo esa característica, por ejemplo, “el colonialismo es
dialéctico”, incluso “el poder de la modernidad es dialéctico” pero el proyecto
posmoderno ya no[22]. De hecho
esta aceptación parcial de la dialéctica parece problemática porque el rechazo abarca
ampliamente y de principio. Porque en Hardt y Negri la dialéctica integra parte
de una metafísica de occidente o una “ilustración”, ambos discursos lógicos de
dominio y no de liberación. Este punto trasciende si partimos del bio-poder,
porque el bio-poder postula que la esencia social acontece en una configuración
de los sujetos por aparatos disciplinarios bajo la estructura del dominio, y
esta estructura del bio-poder incluye los lenguajes. Los lenguajes del dominio se
encriptan dentro de los discursos teóricos, incluso en su nivel general de la
lógica, y la “lógica dialéctica” está asimilada a los lenguajes de dominio, por
lo que para HN la “dialéctica” forjó un arma del enemigo, una herramienta de
opresión, imposible de utilizar para la labor liberadora. Bajo este argumento,
el uso parcial de la dialéctica semeja al pacifista bombardeando ciudades
civiles o al vegetariano patrocinando el matadero de reces. La consecuencia final
conduciría hasta a abandonar ese “coqueteo” parcial con la dialéctica,
demostrada como cuando aceptan que “el colonialismo es dialéctico”.
Mi desacuerdo con su
interpretación se origina desde lo siguiente: en general la fracción
intelectual no se reconoce, el sujeto vivo de la inteligencia no se descubre en
el acto mismo de pensar, incluso se enajena en su misma actividad. Esta falla
del momento autoconsciente resulta básica y radical, (pues radical es aferrar
las cosas por la raíz, entonces la radicalidad del acto de pensar implica retomarse
en el acto mismo de pensar y hacer
autoconsciente la inteligencia, convirtiéndola en práctica). Semejante a otros intelectuales,
sin ese momento acertado de autoconciencia, Hardt y Negri torpedean su propia
actividad, buscando fundar una posición moralmente correcta. En esa búsqueda de
la posición ética, evidentemente, encuentran que en cualquier época las formas
del saber (la razón, el saber, la inteligencia, el discurso…) caen asociadas al
poder dominante, y el poder dominante suele salpicar de sangre en sus pies (si
no es que de pies a cabeza). Esta posición ética implica una autocrítica
parcial (diferente a la autoconciencia) al “colega de la intelectualidad”
(incluso con la figura odiosa del “competidor”), y se acompaña del estruendo (el
grito de indignación que aparente la radicalidad), de tal modo que se denuncie
ampliamente al saber cómplice del poder. Esto me parece claramente un
seguimiento de la línea argumental de la “dialéctica del iluminismo” de Adorno
y Horkheimer, la cual estimo como una obra completamente ejemplar de esta
operación intelectual[23].
Esta significativa obra La dialéctica del iluminismo representa una
recomposición en clave marxista y psicoanalítica de un tema del periodo “juvenil”
de Hegel, el tema de la dialéctica del enfrentamiento entre la Ilustración y la
fe[24].
El concepto de “iluminismo” implica una ampliación y perversión de la
“ilustración”, y con este concepto modificado queda abarcado cualquier racionalismo
pre-revolucionario. El iluminismo en términos de Adorno y Horkhaimer queda
definido como la labor de la razón que, en un inicio, busca desalojar a los
terrores de la naturaleza, principalmente encarnados en el mito, colocando al
ser humano como dominador de la naturaleza; pero esta labor, que así definida aparece
loable, contiene un fondo tenebroso, ampliamente tenebroso, porque significa la
labor de afirmar el yo (psico-social) mediante la dominación (económica-política)
de la naturaleza. Aquí el término dominación ofrece los matices y cargas más
negativas, porque indica el sojuzgamiento por la opresión y violencia; además
el objeto de dominación no se delimita a una naturaleza externa, sino abarca el
mundo completo, incluyendo la subjetividad entera, desde la psique humana hasta
las relaciones sociales. Bajo este concepto casi la totalidad de la obra
intelectual de la humanidad termina contemplada por Adorno como una obra del
iluminismo, arrancando desde los tiempos heroicos de Homero hasta el presente.
Cada capítulo de operación de desalojo de los mitos afirmando al yo humano
sobre la naturaleza, presenta un trasfondo de horrores, reales o posibles. El
argumento no es burdamente que cada acto parcial de la razón iluminista desde
los tiempos de Homero cumpla un daño, pero Adorno interpreta una larga
cadena de actos de razón enlazando finalmente con la “racionalidad del fascismo”.
La mira final de la crítica de esta “dialéctica de la ilustración” es la
violencia fascista, pero la operación les lleva a enredar con la “cuerda de la
culpa” hasta las narrativas épicas de la antigüedad, como soportes del
iluminismo. Bajo el argumento extremista “de consecuencias” (a más de dos mil
años de distancia) entonces sí hay culpa en cada acto de la razón milenaria en
el que “ilumina” la naturaleza con vistas al dominio (mental y práctico material)
sobre la naturaleza. Para la argumentación en este punto, baste indicar que la
unidad del concepto de “iluminismo” está sostenida por una ruptura radical del
método marxista que afirman representar porque para sostener la unidad del
iluminismo deben interpretar a Homero y Odiseo como “individuo burgués”, es
decir, saltarse la historia universal, para homogeneizar al pasado dentro de
categorías del presente. Si Adorno forzaba la nota en este punto, violando su
principio metodológico básico, es para “radicalizar” la crítica a la operación
intelectual. Como indico esta ampliación crítica no resulta “radical”, al
contrario oculta las raíces. La amplitud de la crítica a la operación
intelectual sirve para aminorar culpas propias, pero no precisa la operación
intelectual misma.
En el caso de Hardt y Negri es
evidente que aceptan la estructura general propuesta por Adorno y Horkheimer[25],
entonces a la dialéctica la toman como un caso de “iluminismo” o de discurso
del poder. Por lo tanto, de antemano la censuran creyendo que ellos están
preparando el camino para un pensamiento sin compromisos con el poder
(pensamiento ético sin ataduras con los poderes terrenales corruptos).
Como argumentación ante la
preocupación ética de fondo se debe revelar la estructura del saber. El saber,
como instrumento general y como resultado universal, atraviesa todas y cada una
de las prácticas humanas. Afirmar que
Saber es Poder (político, miliar, económico) solamente abarca un subconjunto de
la afirmación fundamental Saber es Práctica. De hecho no existe práctica
humana sin saber, ya que el saber existe antes, durante y después de toda y
cada práctica. El saber aparece “antes” como finalidad (imagen ideal de lo que
buscamos), como habilidad (saber particular incorporado como aprendizaje
humano) y como medio de producción (en el medio ya está plasmado el saber de
las generaciones previas). El saber transcurre
“durante” como realización de una habilidad (círculo entre el saber
previo y su actualización, retroalimentación ante “resistencias imprevistas”
del objeto) y como actualización del código plasmado en los medios de
producción. El saber permanece “después” como finalidad realizada (comprobación
de la previsión que es el fin), como actualización de una habilidad (en
cualquiera de sus modalidades como mantenerla, ampliarla, rectificarla o
desecharla parcialmente) y como condición material de la reproducción del
conocimiento (particular y universal).
Dado lo anterior, cualquier Poder
existe mediante práctica. Cada Poder humano integra un conjunto de prácticas,
por lo tanto, todo Poder implica un conjunto de Saber. Dentro de las prácticas
vitales de cualquier Poder, ocupan un lugar esencial los saberes implicados. Es
correcto indicar que Saber es Poder, pero no es igualmente correcto
interpretarlo en el sentido de: “cada Saber contiene encerrada la semilla del
Poder” o “todo Saber es un sirviente del Poder”. En sentido general y
trascendente, el Poder depende del Saber como su ingrediente y herramienta, pero
lo contrario es falso, pues el Saber puede perfectamente prescindir el Poder.
El Saber requiere de sus
herramientas propias, entre las más importantes descubrimos a las metódicas y
más amplias, tales como el lenguaje, la lógica y los métodos de saber
(científicos). El Poder no aparece ubicado al nivel de generalidad de las
herramientas generales del Saber, por lo mismo las tentativas de identificar
las estructuras del Poder con las estructuras del Saber a nivel superior han
resultado vanas. Resulta correcto denunciar conocimientos específicos o
parciales (un particular Saber) colocadas al servicio directo del Poder, como
son los Saberes sobre la operación del Estado y el Ejército, los conocimientos
sobre la manipulación, explotación y uso de los seres humanos. Pero enderezar
una crítica hacia los instrumentos generales del saber (lenguaje, lógica,
métodos científico generales[26],
etc.) resulta una tentativa sin fundamento y que no contribuye a la crítica esencial
del Poder, aunque genera una satisfacción por la fantasía de crítica al Poder.
Porque si imagino que la dialéctica misma sirve al Poder, no avanzo en la
crítica seria, pero imagino abrevar de radicalidad más profunda. Esa creciente
“profundidad” permanece en la imaginación.
Seriedad 4: Reinterpretar en la óptica de Canetti, el papel trascendente de la Multitud
Por fortuna o desgracia, mucho
antes de Hardt y Negri ya el versátil Elías Canetti describió la motivación
adoradora de la masa y entonces mostró la posibilidad de un género de los
adoradores de las masas, el género de los intelectuales deificadores de las
masas. La operación mental de los deificadores de las masas consiste en convertir
cualquier defecto en virtud, al pasar desde el individuo hasta la masa. Este
resulta un punto de vista consistente, que imagina: cuando los individuos integran
la multitud, se elevan al estado de gracia. Cuando un autor revela una
“estrategia” intelectual débil, mostrando su lado inocente, la “estratagema” se
convierte en “divertimento”. En efecto, en Masa
y Poder[27],
Canetti describe amplia y detalladamente, las motivaciones emotivas posibles
para entablar un culto por las masas, culto disfrazado de refinadas argumentaciones
intelectuales, indicando que él mismo lo ha compartido a nivel emotivo. Y ese
culto por las masas aparece compartido por posiciones teóricas y políticas tan
variadas, como católicos, musulmanes, fascistas, marxistas, republicanos,
anarquistas. Y si se repite un culto por la masa misma, encontramos el caso de
HN, con su nueva masa: la multitud, fenómeno omnipotente (lo crea todo, crea el
bio-poder), omnipresente (abarca el completo espacio físico y la dimensiones
sociales, con una excepción) y omni-valorante (generadora de cualquier
eticidad, pues sin esta masa nada es ético).
Seguramente protestarán Hardt y
Negri que las multitudes superan a la simple masa, pues son trascendencia pura.
El argumento es vano, mi evidencia indica que estas Multitudes son, en la tesis de Hardt y Negri, final y sencillamente, el
embellecimiento de la masa. Claro, ellos con elegancia argumental quieren
resaltar el entrecruzamiento de dos dimensiones en pluralismo y singularidad
con el término Multitud, pues integrando muchos alcanzan la unidad de la
diferencia donde se conserva en su singularidad. Pero, vamos, una Multitud
donde se conserva la unidad en la diferencia, solamente agrega el embellecer a
la masa, a la a-forme masa, a la aglutinadora masa, a la sudorosa masa, a la
sublevada masa, a la móvil masa, a la poderosa masa, a la masa como pobres[28]. Si
conocemos un poco de la historia de las ideas políticas, de antemano
reconocemos la importancia crucial de la masa en la teoría y la práctica. Para
el liberalismo ascendente esta masa encarna en el pueblo, fundamento de los
regímenes políticos republicanos. Para el socialismo marxista la masa encarna
en el proletariado, sujeto revolucionario y predestinado redentor de todos los
oprimidos del planeta, fundamento esperado para la reconstitución de la
sociedad entera. Para los nacionalismos la masa encarna en la nación[29],
fundamento primero y último del Estado, secreto de la sacralidad de las
instituciones y única voz capaz de unificar y movilizar a la sociedad vital.
Ahora bien, esta Multitud de HN
resulta ser el nuevo ropaje para la masa que aparece pos-modernizada. Pero
cambiar de nombre al perro no lo hace gato, por más repeticiones indicando a un
“cuadrúpedo mamífero con pelos de colores diversos”, nuestra descripción se
convierte en más vaga, en imprecisa, pero no cambiamos de referencia. Cambiando
de nombre al pueblo-nación-proletariado con Multitud no le induciremos mejores
virtudes políticas, no abrimos el camino de una gestión social superior.
Seriedad 5: La oferta liberadora de la Multitud (ésta como Sujeto Revolucionario en vías de Constitución)
Ahora bien, con lo anterior anoté
que para HN la Multitud es la sucesora de la masa- proletariado-pueblo. Sin
embargo, resulta necesario y respetuoso dejarlos argumentar los motivos para
que tal Multitud resulte tan maravillosa, incluso superando las virtudes
liberales del pueblo, las virtudes comunistas del proletariado, las virtudes
nacionalistas de los compatriotas, etc.
Les parece que el Imperio (lo que
esto sea o pudiera ser) se expande mundializado, y deja bajo su bandera a la
multitud oprimida. Esta masa variada forma una materialidad sobre la cual no
existe ninguna trascendencia, “donde no hay ningún Dios padre ni ninguna
trascendencia”[30], en vez
de trascendencia aparece una “mitología material (…) “una religión material de
los sentidos”, y ese territorio de la multitud les parece ser una “constitución
absoluta del trabajo y la cooperación, la ciudad terrenal de la multitud”.
Claro, estiman que está en curso este proceso.
Les parece que esta rebelión de
la inmanencia, se muestra en unas vías principales. El movimiento espacial, el desplazamiento,
las “sendas infinitas” le permiten la “apropiación del espacio” del planeta
entero. Se refiere al hecho de las migraciones masivas necesarias para la
producción, la tiempo que los poderes imperiales fácticos, las convierten en
trabajadores ilegales. Entonces les parece a HN que la punta de lanza de la
nueva multitud aparece en los migrantes ilegales, y que la consigna central es
un “derecho a la ciudadanía global” para evitar su criminalización y
marginación, alcanzando la posibilidad de decidir sus propios movimientos,
libertad para decidir cuando y cómo mudarse.
La otra coordenada corresponde al
tiempo y al cuerpo. Sobre el tiempo estiman con la posmodernidad se rompe con
la trascendencia de la medida. Antes fue trascendente (una medida sobre la
experiencia) ahora es inmanente, indican polémicamente “En la posmodernidad, el
tiempo ya no está determinado por ninguna medida trascendente, por ningún a
priori: el tiempo corresponde directamente a la existencia.”[31].
Tomada la afirmación con la radicalidad que pretenden HN, su propuesta resulta
excesivamente cuestionable, alcanzando un subjetivismo absoluto (fronterizo con
Berkley). Como prueba ofrecen una imposibilidad supuesta de donde “hoy resulta
imposible medir el trabajo, ya sea mediante la convención ya sea mediante el
cálculo”[32].
Evidentemente, no concuerdo con tal afirmación. El corolario de HN implica un
“nuevo poder” para la masa, pues “El tiempo vuelve a situarse enteramente bajo
la existencia colectiva y por tanto reside en la cooperación de la multitud”.
Esto se presta hasta para una broma: ninguna asamblea cooperativa de la
multitud puede detener la puesta del sol ni por un segundo, es decir, no crea
la residencia ni de un simple segundo estelar. Si bien, lo anterior es un tanto
risible existe una intención positiva. Inmediatamente después declaran en que
la producción “biopolítica” todos participan, absolutamente la entera multitud
participa, por lo que el corolario es un benéfico “salario social y un ingreso garantizado para todos”, y esto incluso
para “los desempleados, porque toda la multitud produce y se producción es
necesaria desde el punto de vista del capital social total.”[33].
En este punto, requiero objetar, que no hay tal productividad universal de la
“multitud” completa, por eso el desempleo e incluso por eso las guerras, porque
aparece un excedente de población. El fondo de la intención positiva es
instaurar el postulado de que todos los seres humanos valen, por lo tanto es
obligación de la sociedad entera mantenerlos, metamorfosis posmoderna de la
intencionalidad primera del humanismo: nada humano me es ajeno.
La siguiente dimensión la
denominan HN como Telos, que se habrá
de re-apropiar la multitud. Re-apropiarse del lenguaje y del conocimiento, re-apropiarse
de la propia vida, y cualquier sentido de reapropiación. Esto implica un
sentido directo de reapropiación, el sentido positivo donde “La construcción de la historia es, en este
sentido, la construcción de la vida de la multitud”[34]
Ahora bien, esto lo plantean para oponerse a las mediaciones privilegiadas
propuestas por el marxismo, el problema es que esta recuperación de cualquier
área de reapropiación los deja sin jerarquías, por eso confiesan que “¿Qué prácticas
específicas y concretas habrán de dar vida a este proyecto político? Es algo
que aun no podemos decir.”[35].
Significa, que sin establecer la mediación concreta, podemos divagar en buenos
deseos de cambio social. Y como no se tiene ni idea del modo concreto para el
cambio se apela al famoso antaño “espontaneísmo”, pues “directamente al poder
constituyente de la multitud”[36]. Esto implica su tercera demanda política
“derecho a la reapropiación de los medios de producción”[37].
Y esto acontece mediante el deseo,
que representa una pieza clave en su discurso sobre lo que entiende como una
liberación. Más que el eje de la producción me parece entronizada por ser el
eje del deseo. “El deseo desterritorializador de la multitud es el motor que
impulsa todo el proceso del desarrollo capitalista y el capital debe intentar
permanentemente contenerlo.[38]” En esta perspectiva, la multitud corresponde
con el “ello” de la psicología freudiana, la fuente del deseo, sin forma ni
condiciones, lo incondicionado del inconsciente[39].
Estableciendo, lo que esperan
como el nuevo poder, plantean el advenimiento de un poder absoluto desde la
base y para la base, el final del arriba-abajo jerárquico. Los términos
planteados son complejos, pero la simplicidad (y hasta me atrevo a decir: la
simpleza) de la horizontalidad absoluta es evidentísima, así el nuevo sistema
político “es la organización del trabajador social y del trabajo inmaterial,
una organización del poder productivo y político entendido como una unidad
biopolítica manejada por la multitud, organizada por la multitud, dirigida por
la multitud: la democracia absoluta en acción.”[40]
Con esto buscan establecer una democracia obrera inmanentista en el sentido
anarquista del término, sin necesidad de órganos separados (me atrevo a implicar).
El asunto es claro cuando lo contextualizan, esta irrupción de la Multitud la
ofrecen como la continuidad directa del trayecto del movimiento obrero en el
capitalismo. Primero la militancia del obrero profesional frente al capitalismo
industrial que conduce hacia una reapropiación mediante la República de
consejos obreros, la fase soviética; en segundo periodo, el obrero masivo
actuando mediante sindicatos, que presiona para la construcción de la
socialdemocracia y el Estado benefactor; y en tercer periodo, la irrupción del
trabajador social, encarnado en la Multitud, donde su proyecto es constitución
(de acuerdo a la densidad otorgada a este término) y así crea la “democracia
absoluta en acción”. Y esa figura de una democracia absoluta en acción (una
autogestión absoluta) la denominan misteriosamente el “posse”, el nuevo tipo de poder en la sociedad emergente, donde “El
único acontecimiento que estamos esperando aún es la construcción o, antes
bien, la insurgencia, de una organización poderosa (…) nos resta esperar la
maduración del desarrollo político del posse”[41].
Y en este tema el hueco de los hechos lo satura la esperanza en la
espontaneidad de la Multitud.
Conclusión 1: Más allá nace la Alegría
Si endulzamos un poco el corazón,
la diferencia ante la interpretación quizá parece rigorista, y también quizá Hardt
y Negri dirán en su descargo que ellos han levantado una teoría específica, donde
han descubierto la verdad debajo del término enajenado, disciplinario e
industrial de masa, para revelar el presente de la Multitud. Sin embargo, ellos no indican el nacimiento de un sujeto
social nuevo, al menos encuentran continuidad del movimiento anti-Imperio de la
Multitud desde el Renacimiento. Porque su par dialéctico esencial es la
oposición entre Multitud-Imperio, donde los polos se determinan recíprocamente,
pero esta co-determinación parece contener una “fluidez laxa” en la historia.
Por un lado, la estructura del Imperio la remontan a la antigua Roma, por lo
que ellos retoman y estudian desde Polibio (autor romano), luego saltan
espectacularmente a una continuidad hipotética con las tesis de Maquiavelo,
etc. Ahora bien, ellos indican que el orden de Imperio específicamente
posmoderno aparece después de los imperialismos formales, emanado como nuevo orden
poscolonial, señalando frontera con la descolonización de los años cincuentas
del siglo XX, y consolidado con el
hundimiento del orden bipolar de la Guerra Fría. Por el otro lado, la multitud
se remonta hasta los deseos de los grupos oprimidos (en ese espacio inasible
del deseo bajo la conciencia
explícita), remitiendo sus antiguos paradigmas en la integración del
cristianismo dentro el Imperio romano; donde su nuevo nivel cualitativo
proviene de la Multitud mundial, en su movilidad de mano de obra planetaria,
empujada tras las fronteras nacionales por el empuje del imperio actual.
Canetti revela que la masa también
es un objeto psicológico del deseo emanado de la inversión del temor a ser
tocado, por lo mismo, proviene de una motivación por anhelo de unión con el prójimo de una intensidad peculiar. La
descarga del miedo opera una poderosa motivación que abriga la ilusión momentánea
de una unión humana perfecta, sin barreras ni diferencias sociales. Este breve
trazado ofrece un esbozo de psicología del fetichismo de la masa, la
cual se convierte en ídolo. Sin embargo, acentuar intensamente este punto
desvirtúa a Hardt y Negri, colocándolos contra el paredón de una falla de
método que hace saltar a su sistema. Conviene también revalorar sus aciertos, que
provienen precisamente, de su (implícita y evidente) conciencia de que esta
Multitud implica la sucesión legítima del Sujeto Revolucionario. En efecto, su
visión ha integrado una reflexión sobre el papel del Sujeto Revolucionario, tan
esencial al marxismo clásico, por lo mismo, rápidamente le buscan un sucesor
legítimo, que esquive y salve los descalabros mostrados por la catástrofe del
proletariado revolucionario y sus guardianes, representados como partidos
socialistas y comunistas. Me parece que el fundamento del papel tan importante
que le confieren Hardt y Negri a la Multitud está en su percepción de que la
oposición a un poder político requiere de un sujeto colectivo, actuando
efectivamente como un contra-poder. En un sentido evidente, la Multitud encierra
completa la traducción posmoderna del Proletariado como sujeto revolucionario.
Ante el vacío en la formación de un contra-poder, retoman la estructura posible
y una tarea. Su intento (en cuanto búsqueda de su Santo Grial teórico) resulta
satisfactorio, pero concluyo que no encontraron la solución final del enigma
pues esperan una libertad absoluta como situación práctica[42].
Precisamente, buscan el momento fundacional, donde la Multitud encarna al
demiurgo creador de todas las posibilidades, pero con Hardt y Negri eso
trasciende a la producción (el mundo creado) y se hunde en el instante mágico
de la Constitución. Sin embargo, cabe objetar, que el fundamento siempre revela, a su vez, un fundamento, entonces cada
Constitución también es constituida, es decir, producida. Para sacar a
luz y resolver el problema político esencial debemos remitirnos a la producción
de la realidad entera[43] y
no esperanzarnos simplemente en un momento estelar donde se reviertan las
injusticias y los agravios del sistema planetario. La complejidad del sujeto
productivo global no facilita su categorización en la Multitud, conviene una
interpretación más detallada, y entonces ya no apta para reconvertirla
románticamente en un héroe colectivo (como pretenden establecer Hardt y Negri).
En la producción de la realidad surge la clave para su reconstitución, pero una sociedad mundial que se produce no
resulta viable para quedar encerrada en el término y la práctica ominosos de un
Imperio, porque las puertas de su cárcel siempre han estado abiertas, en fin,
aunque los ciegos no lo observaran, al menos los tuertos vislumbrarán el telón
de fondo: la evolución[44]
ya está en curso.
El fondo de la cuestión implica
que el Sujeto productivo de la sociedad moderna (y si se quiere jugar a las
periodizaciones modernas, la “post-moderna”) no está paralizado bajo una
mega-cárcel planetaria, que le impida configurar su existencia. Ciertamente,
las potencias de reconstitución social están fragmentadas, y faltas de banderas
creíbles, divagadas y sin objetivos precisos. Algunas aspiraciones se van
abriendo camino con fuerza, como el igualitarismo femenino y el respeto a las
minorías, pero la agenda de necesidades sociales sigue siendo enorme.
Simplemente, parece que desesperamos porque nuestra agenda personal no está a
la cabeza de los resultados del movimiento presente. Pero nuestros disgustos
personales o de grupo y, asimismo, las múltiples tragedias regionales no
implican que no existan vías abiertas para que los productores, la masa de
sujetos no sigan logrando sus cometidos. El crecimiento de los potenciales
productivos implica, casi por axioma, el crecimiento de los productores, por
tanto de los sujetos y su posible coordinación general. En ese sentido nada
detiene a las masas hambrientas de resultados, ninguna cárcel-sistema ahoga las
aspiraciones cuando son reales y suenan las doce campanadas para el momento de
cumplirse.[45] La Alegría proviene de la posibilidad
concreta de este avance, del logro de los objetivos buscados
efectivamente por las masas en el planeta, pero solamente se cumplen cuando su
tiempo es el justo, cuando son tema de nuestro tiempo concreto, pues antes son larvas
de vagas aspiraciones.
[1] Cf.
Ortega y Gasset, José, El tema de nuestro
tiempo, etc.
[2] Imperio
“un orden definido por su virtualidad, su dinamismo y su indeterminación
funcional” p. 53
[3] Imperio,
“las armas pacíficas más poderosas del nuevo orden mundial” p. 48.
[4] ADORNO y
HORKHEIMER, La dialéctica del iluminismo.
[5] En
Imperio se ofrece una interesante recapitulación de los orígenes y la
importancia teórica del inmanentismo a partir de Duns Escoto, etc., p. 78-81.
[6] Me da la
impresión de que recuperan argumentos filosóficos de Deleuze, cuando se
confronta con Hegel, sin embargo, me parece que el alemán clásico no resulta
rebasado por lo inconmensurable, porque desde que lo mencionamos ya lo estamos
midiendo con nuestra palabra.
[7]HEGEL,
G.W.F., Enciclopedia de las ciencias
filosóficas. Además, la dialéctica no se detiene con la teoría de la medida
que es una de sus fases iniciales, pero importantes, cuando se coordinan cantidad
y calidad en una medida.
[8] TOFFLER,
Alvin, La tercera ola.
[9] Imperio, Este concepto de soberanía es
crucial para estos autores, y para la asegunda parte afirman que “El hilo
conductor que atraviesa toda esta parte es la genealogía del concepto de
soberanía” p. 18.
[10] Imperio, “además procura gobernar
directamente toda la existencia humana (…) el imperio representa la forma
paradigmática de biopoder”. p. 16.
[11]
Imperio, “la obra de Foucault nos permite conocer la naturaleza biopolítica del
nuevo paradigma del poder” p. 38.
[12]
Imperio, p. 42, indica “las máquinas sociales
en sus diversos aparatos y montajes producen el mundo a través de la
producción de los sujetos y objetos que producen”.
[13]
Aristóteles informa que realizó una compilación amplia de las constituciones de
las Ciudades-Estado griegas, procurando obtener las ventajas de su integración.
Cf. Ética nicomaquea.
[14] Aunque
estos autores insisten repetidamente, en que la producción es fundamental, de
hecho en el capítulo 2 insisten en que la producción biopolítica es fundamento
del imperio, ampliando el concepto de producción, pero en este punto establecen
su frontera: lo Constituido.
[15] ELIADE,
Mircea, El mito del eterno retorno,
Tratado de historia de las religiones, etc.
[16]
Precisamente, Marx critica el procedimiento de tabla rasa del pasado pretendido
por las revoluciones burguesas. La
revolución de1848.
[17] Incluso
cualquier comunidad política también se integra en base a un olvido parcial,
Cf. CHABOD, Federico, La idea de nación,
refiriéndose a Renán.
[18] La gran
continuidad del sistema legal romano, incluso resulta desconcertante, tal como
lo indica Perry, Anderson, en Transiciones
de la antigüedad al feudalismo.
[19] “La
política reside en el centro de la metafísica porque la metafísica europea
moderna surge en respuesta al desafío de las singularidades liberadas y de la
constitución revolución de la multitud. Funcionó como un arma esencial del
segundo modo de la modernidad por cuanto suministró un aparato trascendente que
podía imponer el orden en la multitud e impedirles organizarse espontáneamente
y expresar su creatividad autónomamente”. La definición de la metafísica
europea se refiere a la entera obra de los filósofos, por tanto la definen como
el arma de la sumisión de las masas. Imperio, p. 88.
[20] LUKACS,
George, Historia y consciencia de clase.
[21] Me da
sin embargo, la impresión de que no atacan a la dialéctica general, sino a su
perniciosa conversión en formalismo estalinistas, que convierte el pensamiento
en una fórmula al servicio dela política del Estado, así el pensamiento se
fosiliza al servicio de la utilidad del momento, el teórico se convierte en bufón.
Cf. KOSIK, Karel, Dialéctica de lo
concreto, y LEFEBVRE, Henri, Lógica
formal, lógica dialéctica.
[22] Imperio,
p. 138
[23] ADORNO,
Theodor, y HORKHEIMER, Max, Dialéctica de
la Ilustración.
[24] HEGEL,
G.W.F., Fenomenología del Espíritu,
Ed. FCE.
[25] La
tesis de la expansión del biopoder la estiman en la misma línea de la
“subsunción del trabajo al capital de Marx, y de la dialéctica de la
ilustración, pero la estiman corregida en base a Deleuze y Guattari para
retomar el matiz de “la paradoja de pluralidad y multiplicidad” p. 39 y no de
una creciente unidimensionalidad.
[26]
Ciertamente, resulta válido el análisis especializado y resulta importante
analizar críticamente cada campo especializado, sin embargo, una mezcla de
niveles implica una crítica de apariencia profunda con una esencia superficial,
de ahí que Nietzsche pueda interpretarse bajo el signo político que se
prefiera, por tanto su relación con el Poder está perdida, desconectada
esencialmente. La mixtura de niveles de análisis facilita esta operación. Cf.
LEFEVRE, Henri, Marx, Hegel, Nietzsche. Precisamente difiero de la
visión del autor donde cree que emerge un nivel específico de crítica más
profunda con Nietzsche, el nivel de crítica de la civilización.
[27]
CANETTI, Elías, Masa y Poder, Ed.
Mushkin. A los intelectuales pro-masa los denomina “cristales de masas”, ya que
intentan efectuar su catálisis, su cristalización efectiva. Véase la definición
del militante en las páginas 372-374 de Imperio, donde establecen su claro
romance con la masa denominada multitud, indicando “el militante es quien mejor expresa la vida de la multitud” p. 372.
[28] Imperio, p. 151-153, notable resulta su
canto de alabanza al pobre, donde lo revelan como esencia de la Multitud, pues
“Solamente el pobre vive radicalmente el
ser presente y real, en la indigencia y el sufrimiento, y por ello solamente el
pobre tiene la capacidad para renovar el ser. La divinidad de la multitud, de
los pobres, no apunta a ninguna trascendencia. Por el contrario (…) queda (…)
abierto el campo de la inmanencia. El pobre es Dios en la tierra.” p. 152
[29]
Resultaría extenso reproducir la barrera que imponen Hardt y Negri entre la
Multitud (fuente de virtudes) y la nación, dispositivo que estiman pervierte a
la multitud para convertirla en un pueblo, indicando que “El concepto de nación
y las prácticas del nacionalismo emprendieron desde el comienzo el camino, no
de la república, sino de la , la cosa total, esto es, la
absoluta codificación totalitaria de la vida social” p. 113.
[30]
Imperio, p. 359
[31]
Imperio, p. 364
[32]
Imperio, p. 364
[33]
Imperio, p. 365
[34]
Imperio, p. 367
[35]
Imperio, p. 362
[36]
Imperio, p. 368
[37]
Imperio, p. 368
[38]
Imperio, p. 123
[39] Con lo
cual, observo que podemos también hacer una reinterpretación de HN a partir de
Reich, Marcuse y la gama del freudo-marxismo, las interpretaciones de la
historia social como odisea de la pasiones y las pulsiones.
[40]
Imperio, p. 371.
[41]
Imperio, p. 372.
[42] Una
respuesta parcial aparece en Hegel: el momento de libertad absoluta es
transitorio para las masas, porque las instituciones (en su generalidad) les
parecen abominables. La libertad absoluta de la masa, siempre resulta un
momento inestable, donde la libertad (encarnada en una masa revolucionaria) se
termina negando a sí misma. Cf. Fenomenología
del Espíritu.
[43] El
principio productivista de Marx, remitiendo la producción como esencia de la
sociedad sigue mostrando su utilidad, para sacar a la teoría del atolladero.
Este mismo principio, ya está contenido en Hegel bajo la óptica idealista.
[44] En términos de Marx, más bien se
emplea el término “revolución”, y también en palabras de Hardt y Negri, pero la
discusión nos alejaría de lo importante.
[45] Buscar
la comprensión exacta de la “tarea a realizar” en cada coyuntura es una
aspiración común de teóricos tan opuestos como el revolucionario Gramsci y el
liberal Ortega y Gasset; una aspiración por completo racional.
1 comentario:
Un esfuerzo magnífico, Carlos, te felicito. Me ha interesado particularmente la frase "Si los conceptos se mueven es porque ya son síntesis" me parece una frase astuta. Siempre he considerado a Hegel un filósofo astuto. Un filósofo que glorifica la nada y se entusiasma con la negación. Dices que el concepto contiene el sujeto, el objeto y la relación entre ambos. Parece que aquí se aclara un poco la pregunta que yo te hacía sobre esa expresión tuya según la cual el pensamiento humano se expresa por conjuntos. La verdad es que la lectura de este ensayo ha sido muy clarificadora.
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