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viernes, 21 de agosto de 2020

EN BUSCA DEL “AQUÍ Y AHORA” SOÑADO

 


Por Carlos Valdés Martín

 

We are such stuff as dreams are made on, and our little life is rounded with a sleep[1]

William Shakespeare

 

El novio de Ernestina yacía en coma en un hospital público de la capital, provocado por eventos que ella tardó en descubrir. El joven Misael ingresó al área de urgencias un domingo, desde ese día fatídico habían pasado varios meses. Estando él hospitalizado, ella tuvo un ataque de celos motivado por un sueño. Caso curioso, pues ella al despertarse olvidaba sus noches y, además, controlaba sus emociones.

El noviazgo comenzó desde el principio de la carrera universitaria y adquirió compromiso,  por lo que ella contaba con plena confianza de la futura suegra, la señora Graciela. El cuarto del joven Misael permanecía intacto desde el incidente y la policía local prometió un forense para revisar donde agonizó por sobredosis. No cumplieron, pues sin huellas de violencia los intentos de suicidio juvenil no interesan. Pasados los meses era evidente que el forense jamás visitaría el hogar de Misael.  

Ernestina pidió entrar en solitario al cuarto. Ya adentro ella suspiró y lloró una lágrima furtiva ante el olor de la almohada donde su amado colocaba su cabeza. La sensación de desfallecer le duró un instante y se enjugó con el dorso de su mano. Al sentarse sobre la cama tendida sintió un estremecimiento en la entrepierna que controló mordiéndose los labios. Tanto anhelar una boda y guardar la virginidad para después quemarse entre anhelos frustrados. Reconoció el sitio con tristeza y reconoció una fotografía colocada bajo el cristal del pequeño buró: los dos abrazados al mediodía del parque público. No quiso moverla, pensó recuperarla en el caso trágico de que él no despertara nunca más. Sabía a dónde dirigirse y buscar, a un buró pequeño junto a la cama. Abrió el cajón,  esculcó entre sus pertenencias y encontró un cuaderno gordo de apuntes a puño y letra de Misael.

Agradeció a la señora Graciela la confianza para revisar las cosas del hijo hospitalizado. Juntas bebieron una tizana para aligerar las lágrimas que asomaban al recordar la alegría ausente. Ernestina se despidió con un beso en la mejilla y salió del departamento ocultando el cuaderno gordo al fondo de una bolsa de tela, como si cometiera un acto ilícito. Quizá fuera ilegal extraer pruebas de un incidente, mientras para su afecto era urgente revisar el manuscrito.

Ernestina empujada por la curiosa ansiedad leyó el final del diario que daba sentido a lo inexplicable, escrito siete meses antes de que su enamorado cayera en coma. El chico recién egresado de la universidad pública, lleno de ilusiones y en perfecta salud, ingiere una sobredosis de pastillas. Al final del manuscrito de Misael las píldoras para dormir están señaladas como un recurso peligroso, dice: “¿Para qué abusar de píldoras? Provocar un sueño indefinido equivale a otra vida entera, incluso un “estado de coma” equivale a una segunda existencia.” Ella piensa en un trágico error o que alguien se salió con la suya: conectado a un monitor indicando signos vitales y sin despertar. La propia página escrita indica que debe revisarse a partir de un día preciso.

El joven Misael nunca había padecido insomnio, lo declararon su madre y hermana ante la municipalidad. La novia testificó y apuntó lo mismo. Misael recién titulado psicólogo indagaba sobre los estados alterados de la mente, pero sin psicotrópicos. Ese cuaderno de apuntes no era un secreto, Misael platicaba con Ernestina de sus sueños y cómo los registraba con detalle. A Ernestina, con estudios truncos en finanzas, le sorprendía que él recordara estados mentales curiosos y sueños tan detallados, pues para ella olvidar los propios era la regla.

Un pasaje detallado y revelador de Misael indicaba que en su viaje onírico contactó con un personaje, atractivo como una sombra brillante, que alardeó de conocimientos inquietantes y de una carrera inexistente.  El pasaje enfatizaba con una letra impecable que denotaba perfecta calma durante su redacción.

Despertar del 28 de enero de 2002: (subrayada la fecha). El personaje que captó mi atención: un maestro que antes fue de educación física, pero escaló sus miras a tal nivel, su transformación tan luminosa y su pedagogía perfecta que fue maestro de los “Tiempos”. Por eso él entendía el Aquí y Ahora perfecto que se convierte en tantas y múltiples realidades; quien logra el Aquí y Ahora (abreviado en adelante AyA) queda en posesión de su existencia y la llave de SÍ, pues ese encadena al Pasado y Futuro, que jalados con habilidad desde el AyA se estiran en un efecto relativista (Nota bene tachada: semeja a la curvatura del espacio que opera en la teoría de la relatividad. Que el presente jalona al futuro es un prejuicio arraigado, en cambio, creer desde el Ahora se tuerzan los mausoleos del pasado se cree fantasía o imprecisión de la memoria o un defecto de las perspectivas: a la distancia los pájaros parecen moscas. Ese profesor garantiza el dominio del AyA, donde son coordenadas cruzadas en el plano cartesiano, para una liberación del Pasado y Futuro) tan perfecto, que únicamente los elegidos recordarían el sueño donde él apareció.

Animado tomé el volante del profesor AAZZ (firmaba su propaganda con siglas, para no desgastar una profesión maravillosa designada como “Tiempólogo”). Miré la dirección de la escuela para su apostolado, donde anunciaba la misma ciudad y un mapa. Con indicaciones en mi bolsillo recorrí con agilidad la distancia indispensable de muchas calles y avenidas, atravesé un puente caído y un vado rivereño que no estaban reportados en ese mapa. El trayecto fue un record para ese mundo complicado donde las avenidas cambian de sentido y los puentes desaparecen ante la vista. La fachada correspondía con el dibujo del volante, además en la entrada colgaba un letrero escarlata anunciando las materias. Al pie de la escuela observé la oferta del curso. Gracias a la preparación para fusionar el estado onírico con el lúcido cuidé de memorizar para la vigilia. El programa de estudios exigía una mentalidad cultivada y las materias, alrededor de un biombo de 360 grados, estaban impresas sobre hojas azules:

Con el numeral cero el título “Economía, sustancia de Tiempo”. Ahí explicaba las cristalizaciones que la gente llama “monedas” cuando las coloca en sus bolsillos, se estudiará que son chispas de tiempo, que protege en bóvedas de acero y acumula en bancos. En la bibliografía se anota desde Aristóteles, mercaderes venecianos, Marx con su riqueza arrebatada a jornadas (incluso ensangrentadas), al taylorismo con cronómetro para maximizar hasta el mínimo latido. El curso aclarará si el dinero es ficción, tragedia de Cronos o un Ave Fénix que renace del fuego (sospecho que lo último es la respuesta).

“Siguen ocho materias obligatorias, una optativa y un “Epílogo”, los títulos en letras resaltadas como apunto: La augusta búsqueda de la máquina del movimiento perpetuo: cuando ves a los planetas girando y la Tierra bajo tus pies ¿dónde está el Aquí? Si la Tierra viaja sin pausa… Hacia una cartografía de los imposibles: describe la trayectoria de un planeta que gira alrededor del Sol que viaja en espiral por la Vía Láctea, mientras se mueve entre mil millones de galaxias que explotaron desde un punto originario, aunque desaparecido hace quince mil millones de años. Opción para el recreo escolar: diseñar una máquina casera del movimiento perpetuo. Un diminuto grabado antiguo que está borroso ilustra esta materia (Si Newton fuera benévolo hubiera dejado un croquis comprensible del movimiento perpetuo, pero no sucedió).

“(Otra Nota Bene de Misael: en los sueños surgen “fantasmagorías” que atacan a mi carrera psicología: hay el Súper-Yo criticón en batalla morbosa para ridiculizar mi vocación, cuando más procuro reconciliarla.) Horóscopo: Por si no te habías dado cuenta cada Ahora se distingue por la posición de las estrellas y planetas. Las fechas van y vienen con los imperios y los Mesías, cada que aparece una religión victoriosa cambian las fechas. Así que hay un tiempo denso, cualitativo y cuajado de estrellas. Por si fuera poco los alquimistas declararon que además quedaba afectado por sustancias de aire, agua, tierra y fuego, acompañado por animales fantásticos, únicamente comprensibles para la imaginación psicológica. El subtítulo de esta materia me llamó la atención y lo apunté al dorso del volante: ‘Para alcanzar el Ahora reconcíliate con las Estrellas’”.

En este punto, Ernestina deja de lado el manuscrito, y mira a su alrededor: el departamento de clase media donde ha permanecido por una década. Recuerda el día que conoció a Misael. En esa fiesta final de la escuela, entre la multitud de chicos anónimos destacó esa sonrisa, con aire tímido y manos de pianista. Además, el pelo del chico le impresionó, por su fleco curioso, levantándose hacia un costado, inflado por una energía secreta. Él parecía estar coqueteando con otra chica y para Ernestina fue un reto, obligarlo a que se enredara con ella. Cuando recordaban el episodio, él juraba que sí fue amor a primera vista. Ella lo extraña y un desenlace fatal la destrozaría, nunca llegaría la boda de sus sueños y ¿después de él habrá otro amor? Aleja esa idea y vuelve al apunte del novio en coma, donde se lee:   

Ocio para visitar Delfos: Un curso digno incluye la Historia. ¿Cómo Sócrates ganó al ocio en el mercado-ágora platicando con amigos? La charla interminable— secreto de la sabiduría. Los griegos alcanzaron un secreto del Ahora: ese carlismo (ella observa que dice “carlismo” y en su mente supone que es “charlismo”) despreocupado, con amigos donde las horas fluyen alegres hasta que la esposa, Xantipa se enfurece. Por no spoilear, basta anotar que el ocio fue el signo de la clase superior; nada de “sangre azul” en el amanecer de la civilización, el aristoi era superior en “perder el tiempo” de un modo distinto. ¿Cómo lo encuentras si no lo perdiste antes? Ah, y Delfos, se estaba olvidando; ahí está la clave: unas frases difíciles de comprender (los dichos de la sacerdotisa pitia son mejores si provocan equivocaciones, como con el rey Creso que perdió su reino por confundir la profecía) son la cadena más eficiente con el futuro, el particular y el angustioso Destino, no se refiere al genérico, como que todos los hombres son mortales o potencialmente infieles.”

En ese párrafo Ernestina da un respingo, pues relacionó la fatalidad del novio con la quimera de controlar al tiempo. La intuición y una sospecha recelosa la inquietan. Se dirige a una vieja enciclopedia sobre mitologías griegas y encuentra al rey Creso quien dudó del Oráculo y luego lo creyó, pero lo interpretó erróneamente. Busca sobre la esposa de Sócrates y argumenta que Xantipa tuvo la desgracia entrar en la memoria por sus gestos desagradables. Sin más pistas, vuelve a la lectura del manuscrito y el temario del Tiempólogo:

El Templo: Destilar (en la superficie es separar lo intenso de lo irrelevante) del tiempo terrestre para guardar el Momento fundacional, el AyA cuando se contempla a Dios (bajo cualquier máscara). No hay uno de Cronos, porque ese numen representa al Otro Tiempo, al que se nos escapa, a la tragedia dentada o con guadaña. Por lo mismo, la esencia comienza con la separación, poner un atrio, luego un pórtico, luego… hasta crear un Sanctasanctórum que guarde el interior intocable de un Arca de la Alianza… labrada más allá de los siglos, donde únicamente accede una mirada de búho (dijo Minerva). En otros términos ahí entra un búho supremo (Sumo Sacerdote lo titularon los levitas), previamente purificado de las escorias y defendido con un pectoral de 12 piedras.

A Ernestina le sorprende que temas dispares mantengan tal relación, y disfruta un té de manzanilla mientras sigue leyendo los apuntes:   

“Música, gimnasia y derviches: adoramos el ritmo, perfectamente balanceado con nuestro interior, nuestro estado de ánimo que mueve al cuerpo. La música ese Bello Arte que susurra ritmos que cautivan, para acariciar a lo íntimo y dominar al cuerpo, ya sea en baile o en contemplación estática. Si el gimnasio en Grecia exigía los desnudos, fue porque para el ritmo físico las ropas estorbaban. ¿Se comprende que el ‘Ahora’ no usa ropajes cuando es despojado de pasado y futuro?”

Ella se ríe sola al recordar que la palabra “gimnasia” viene del desnudismo, que los antiguos lo practicaban. Luego continúa: 

“El giro obsesivo de los derviches ofrece fundir al cuerpo con un ritmo, basta volverse un trompo hasta perder el sentido. Para el derviche el cosmos es una pirinola frenética y perpetua. ¿La complicación para explicar la ruta de quien está parado en un planeta que se traslada, alrededor de un Sol que viaja atado a una galaxia en espiral que a su vez...? El frenético giróscopo del derviche intenta un atajo para fijar su Aquí definitivo.”

La parte final de la siguiente materia le parece bastante triste:

“Cronistas nostálgicos. Lo que en el nostálgico suspira como la enfermedad (el imposible retorno de lo quien desconoce cómo regresar sobre sus pasos), en el cronista se sublima en elegante gusto por el detalle (salvando en el arcón de la memoria de éste y aquél sucesos) y en el historiador es profesión que salva los hechos y recrea magníficos escenarios desaparecidos. Anotemos con Foucault que en algún punto la episteme de Occidente se volvió histórica, y todo se volvió afán de historias: Historia Natural, Historia Humana, Historia de la Tierra, Materialismo Histórico y Dialéctico, etc. El sutil renacentista Alberto Durero pintó en su cuadro Melancolía II una revelación: que la nostalgia es angelical aunque pesada, semejante al plomo que ata a la tierra y al calendario. El alma triste es metal que no permite ni siquiera subir por una escalera al techo.”

El sesgo que continúa la sorprende, aunque justifica que Misael le advirtió que el inconsciente posee una estructura religiosa, pues en las profundidades de la mente los milagros y los sueños son gemelos. Luego continúa:  

El libro que atrapa los tiempos, la Biblia. El primer ejemplo de aspiración exitosa para atrapar el AyA en un único escrito es la Biblia. Hubo otros en paralelo: Rig-Veda, Libro de los muertos, Tao te King… sin embargo, acontecen en línea de sucesión diferente y el Corán es su retoño. La Biblia ofrece la eternidad para el espíritu (alma) y una palabra que se relaciona con una eternidad anterior al Universo temporal, una de las definiciones del Dios, a quien nunca se nombra de manera directa (véase la prohibición de la Cábala para revelar el Nombre Auténtico). Entre los judíos las pruebas concretas de Dios estaban destinadas a desvanecerse, pues así sucedió con el Edén, el arca de Noé, la torre de Babel, las huellas de las plagas de Egipto, las tablas de Moisés, la vara de Aarón, la copa de maná, el Arca de la Alianza completa, la serpiente de bronce que curaba y hasta el magnífico Templo de Salomón. Había un Aquí que fue la Tierra Prometida, sin embargo, quedaron expulsados y el regreso aún no queda garantizado. Los prodigios desaparecieron para demostrar que la fe no se alimenta con hechos, sin embargo, se preservó la letra escrita y, entonces, por los pequeños caracteres pervivió el recuerdo del Mar Rojo abriéndose y una tumba vacía al tercer día. El visionario descubre que su obligación es pactar con el Libro para conservar el Ahora.”

 

Materia optativa: poesía. Quedó una materia optativa, con tema ‘¿Surgió desde la poesía una época llamada la modernidad? Análisis de un presente imposible.’ No entendí que hacía un poema de Rimbaud en esta optativa. Su breve “Temporada en el infierno” y la amistad con Baudelaire no cuentan para definir épocas ni descifrar eternidades. A menos que él sea el representante de la poesía en sí, para lo cual serviría más el trágico Hölderlin. Esta parte corresponde a los obstáculos y dificultades donde se permuta el AyA, cuando el poeta que gana el Ahora pierde el Aquí y viceversa, pues los inmortales resultan repulsivos a su entorno y la vida de pesadilla del trágico Höderlin lo demuestra.

Con lo anterior terminó la anotación del joven psicólogo sobre la “materias” a estudiar para dominar el Aquí y Ahora, luego hay comentarios donde repite su interés sincero por cursar:

El programa está ahí y la escuela marcada en el folleto, el costo del curso es módico y un estudiante aplicado logrará una beca. El obstáculo es regresar al mismo sueño, el requisito es un previo dominio del AyA. Sobrará quien se queje, esto recuerda a los cursos de cómo hacerse rico que suponen que ya juntaste tu primer millón de dólares. Si ya juntaste un millón te desinteresas de los cursos, si ya dominas el viaje despreciarías la llave del AyA para cambiar tu pasado ni tu futuro. El reto será permanecer dormido tanto como dura el curso. Lo intentaré.”

En el diario ahí termina la anotación sobre las materias de hace siete meses. Después otra Nota Bene indica que los meses siguientes no tuvieron un resultado y que se consulte una entrada posterior precisa. Ernestina salta muchas páginas hasta encontrar que cinco meses después el escrito de Misael revelaba otra sorpresa:

El profesor Tiempólogo reapareció en una planicie idílica de trigales, en el mediodía soleado y al fondo una cabaña humeando leña. Surgió como una sombra desde la nada y tapó con su mano diestra ese sol intenso para indicarme que su invitación seguía para mí. ¡Dice que envió a buscarme! Las cejas arqueadas por su ánimo contrariado porque la primera ocasión no me inscribí de inmediato. No tomar la oportunidad “de inmediato” va en contra del AyA, al parecer. Dejó una pista adicional para acelerar el regreso a Bereni... Interrumpió un ligero temblor que venía desde ninguna parte, un tremor en los pies. Como sea, la suya es oferta irresistible, pero fue una mamarrachada no permanecer juntos, pues nos invadió una estampida de búfalos surgida desde ninguna parte reconocible. En un pestañeo nos obligó a dejar las indicaciones y a huir de esa pradera para evitar ser aplastado. Confundido por la tolvanera que levantaba la enorme manada de bestias, tomé el rumbo contrario, por más que él gritaba para que lo siguiera en dirección de la cabaña. Desperté con un olor desagradable en mi almohada como si esos búfalos sí me hubieran pasado por encima.”   

En los siguientes días hay repetidos comentarios sobre lo cerca que está de alcanzar el mismo sueño donde y cuando conoció al Tiempólogo. En sucesivas ocasiones logró visualizar la misma ciudad y el manuscrito señala Berenice, con nombre de mujer, aunque en la premura de Ernestina no está clara la diferencia.

Por fin he acudido a esa ciudad, aunque falló el reloj, solamente unos minutos antes había cerrado la escuela. ¡Tan difícil localizarla para fracasar por un retraso tan pequeño! En un sentido llegué puntual, sin embargo, por un gesto de injusticia, la autoridad invisible de la ciudad Berenice (que es el nombre de la metrópoli, después lo he confirmado),[2] provocó un cambio: inaugurando un horario de verano en otoño. En Berenice, por esa sincronía de injusticia no hay puntualidad. Intenté demostrar al portero de la escuela que merecía franquear el paso, remangué la muñeca y la alcé con un reloj de pulso. El portero jaló mi brazo con disgusto, como si se cometiera una impudicia y me amenazó con un juicio público. Buscando otro modo para convencer a ese portero cabeza-dura pedí comunicarme con el Tiempólogo y lo negó. (Nota bene: colocada abajo con un asterisco: a Cristo lo negó tres veces su mejor Apóstol. Ojo: a veces desconocer o negar es una treta; estaba advertido que el personaje rehuía a los inoportunos.) ¡Ni siquiera el empleadillo de la entrada aceptaba que Él merecía respeto! Con gesto agresivo el empleadillo pulió su insignia dorada que le colgaba del cuello y levantó la nariz despreciando: “Si fuera un maestro importante, yo sí lo conocería”. Rápido dio dos pasos atrás y desde adentro cerró el portón. Quedé tan enojado con esa respuesta que desperté a las 3:33 am.   

Por momentos los celos de Ernestina activaron la sospecha de que Berenice fuera una pretendiente o amante, pues en la lectura salteada no se fijó en el comentario de Misael cuando señaló que las ciudades oníricas de Ítalo Calvino poseen nombres de mujer, que al final del libro está la metrópolis Berenice. Ella siguió hurgando el manuscrito para descubrir infidelidades, sin concluir nada definitivo.

En otras hojas el joven psicólogo listaba los libros y autores que utilizaría en sus cursos. Por ejemplo: Platón, Heidegger, Einstein, Taylor, Plutarco… Copiaba frases aunque la mayoría estaban tachadas con una línea por la mitad, como si resultaran inútiles para la investigación. En vez de tacharla, dejó esta cita resaltada con color azul: “Láquesis, Cloto y Átropos, cantaban acordes con las sirenas: Láquesis, el pasado; Cloto, el presente; Átropos, el porvenir (…) Láquesis (…) [dio] a cada una el genio que había preferido, para que le sirviese de guardián en la vida y le hiciese cumplir el destino que ella había escogido. Primeramente, el genio la conducía a Cloto y la ponía bajo la mano de aquella Parca y bajo el huso que ella hacia girar, y así ratificaba el destino que el alma había escogido después de la suerte. Una vez tocado el huso, la conducía en seguida hacia la trama de Átropos para hacer irrevocable lo que había sido hilado por Cloto, y luego, sin que ya pudiese volver atrás, el alma llegaba al pie del trono de la Necesidad y pasaba ya al otro lado.[3] Suceden varias páginas con más citas tachadas, las cuales Ernestina ojea sin detenerse a interpretar. El cansancio la vence y decide recostarse, ajustando un despertador a las 7:00 am.  Teme que esa lectura fue por celos, desdibujando una búsqueda sincera para ayudar el novio que yace en la cama de un hospital, la hace sentir vergüenza. Recostada cambia la orientación de su pensamiento y busca si en lo leído hay una clave para rescatar al novio en estado de coma.

Mientras Ernestina es vencida por el cansancio, se convence en silencio que ella antes ha soñado algo relacionado con ese manuscrito, aunque lo olvida cada vez que despierta. Recuerda que Misael le sugirió escribir un diario y bostezando reconoce hubiera sido algo para recordar mejor.

En cuanto ella cae dormida aparece parada en mitad de un paraje rural, con trigos crecidos y maduros que se extienden por una llanura interminable. El sol es intenso, unas pocas nubes aborregadas viajan con un viento del sureste. En la lejanía mira unas granjas y más allá unos establos, el lugar le resulta conocido, como si fuera la villa de sus antepasados, granjeros orgullosos de sus rústicas posesiones. Ella avanza por un sendero abierto hacia su izquierda para alcanzar la cabaña más cercana, arriba de la cual un tenue humo descubre que cocinan con leña. Percibe una sombra que no es siniestra, pero sí contrastante. Al voltear la cara apareció un personaje de sombrero, con ligeras arrugas en la cara y la piel bronceada. La cercanía del señor la sobresaltó y Ernestina se detuvo de inmediato, levantando las manos en un gesto defensivo y desconfiando. De su boca salió una especie de gruñido, porque no se decidía a gritar.

—Supongo que me estaba buscando, así que no haré caso de su alarma. Si no comprende quién soy, entonces este es otro encuentro fútil que merece el olvido… —se levantó el sombrero al estilo de las caravanas antiguas y lo movió con lentitud en un sentido de presentar sus respetos y despedirse— Con su venia, me retiro.

Mientras que el desconocido daba media vuelta y comenzaba a retirarse, ella ató cabos en un instante y adivinó que esa sombra ofreció el extraño curso para Misael, y entonces reaccionó:

—Disculpe, de entrada no adiviné quién era, supongo que usted es el profesor Tiempólogo.

Se detuvo, dio media vuelta y sonrió complacido. Regresó hacia ella y volvió a sonreír:

—Mi intención era presentarme con propiedad, otra vez aunque suene absurdo.

—Cierto que no lo conozco en persona, pero supe maravillas de un curso que imparte.

—Me presento, soy Abel Amadeo Zepeda Zapién, de ocupación el único especialista que no se permite perder el tiempo, sino en encontrarlo. Ese es mi nombre, aunque casi siempre me llaman Tiempólogo, en estos rumbos con facilidad se olvidan los detalles y la gente se enfoca en el aspecto, por decirlo así, burdo y en lugar de aprenderse un nombre completo.

—A mi novio le interesó su curso, se llama Misael.

—Ahh, Misael —y comenzó a reír con gran fuerza, en una serie de estertores alegres, como si ella estuviera constando chistes sin parar—, un caso...

—No se ría… ¡Qué él está en coma, como vegetal!

Todavía lanzó una última carcajada, manoteó para contenerse antes de controlarse, pedir disculpas y guardar silencio. Ante la cara difícil de interpretar del personaje, ella decidió explicar la relación del novio con los sueños y el atentado que cometió, como si una sobredosis de somníferos tuviera relación con una ciudad de sueños, llamada Berenice donde él pretendía tomar el curso.

Mientras daba las explicaciones ella, el interlocutor se puso serio y aclaró:

—La escuela ya estaba edificada en la ciudad de Berenice; los alcaldes únicamente me rentan salones, pero acudir allá no es arbitrario. Dar la clase en la última ciudad del reino garantiza que los buscadores de la sabiduría fácil no nos alcanzarán.

Ella pidió que la condujera con su novio para despertarlo. El personaje eludió responder, en cambio señaló hacia la cabaña próxima y comenzó a andar. Ante la insistencia para que la guiara con su prometido, el profesor hizo un amplio movimiento de cabeza que significaba negación y explicó:

—Ni el tiempo ni la distancia son idénticos a la vigilia. En este confín se estiran y contraen, por eso mismo doy el curso del Aquí y Ahora, así como consejos sabios para los habitantes. En estas comarcas los caminos se acortan y alargan cada noche, las rutas principales se convierten en accesorias, la mejor vía pasa a estrecharse en el callejón sin salida. En este reino los calendarios saltan años y retroceden minutos, por eso descuidar cualquier reloj desemboca en un desastre o en un despertar. Por eso mis cursos son elitistas y no acepto a cualquiera.

Y Ernestina siguió al lado del personaje mientras escuchaba sus explicaciones hasta alcanzar el pórtico de la cabaña. A la distancia lucía una casona desvencijada, en la cercanía cambiaba a chalet esmerado en los detalles y disfrazado por fuera con acabados rústicos. La alegraron paredes firmes de concreto, como en la ciudad donde ella creció y una perilla idéntica a la del primer departamento que recordaba. El personaje abrió con facilidad la puerta y aclaró:

—Tu abuela es impuntual, pero nunca falta en tus noches —ante un gesto incrédulo de Ernestina— porque este es tu sueño, anota eso. No en papel, sino en un recuerdo.

Él se interrumpe para adentrarse en la cabaña que revela una sala comedor, conectada con una cocina y un par de puertas que conducen hacia habitaciones y bodegas. Al fondo tres ventanales facilitan la entrada de luz y dan el panorama de un traspatio arbolado. Una decoración austera, animada con un par de óleos con paisajes y dos libreros de madera. La invita a sentarse en la sala y el sillón elegido es individual, forrado de un terciopelo color uva madura y con carpetitas bordadas descansando en los brazos. En un extremo se levanta la chimenea que crepita por un pequeño fuego y el tiro superior extrae el humo. La habitación huele a alcanfor y recetario navideño.

—Y a todo esto quedé a medias en mi presentación. Mi nombre verdadero es otro, eso de Abel Amadeo Zepeda Zapién resulta una pantalla, el auténtico es Orfeo Misael Nostradamo.

Ernestina brincó del asiento y gritó sintiéndose a la par molesta y desconcertada:

—¡Qué dices! Te robas a mi novio, lo invitas a una horrible ciudad y con descaro hasta… saqueas el nombre de Misael.

Mueve la cabeza y las manos con énfasis negativo:

—Por tales arranques dosifico las revelaciones. Por si no advertiste: hay una semejanza familiar, mira esta nariz y orejas.

Se levanta para mostrar las orejas y que ella las observe de cerca. De pronto es sorprendente el parecido físico con su novio. Y él sigue explicando que hay un parentesco, que el joven Misael es su descendiente, por eso pretendía favorecerlo. Solicita un minuto de tregua y se incorpora hasta un librero en el extremo de la sala, para encontrar una hoja de papel y lápiz. Después, con tranquilidad se pone a dibujar, mientras ella intenta retomar la plática, un poco en sentido de disculpa por demostrar enojo. Él sigue dibujando y agitando la mano como si Ernestina tuviera que esperar turno, hasta que ella se agita:

—Tengo problemas más serios como para aguardar a que hagas un dibujo, me haces perder mi valioso tiem...

El reclamo incomodó al personaje que saltó como un resorte y comenzó a regañar:

—¡No te das cuenta! Yo no estoy perdiendo nada, tú la sombra de una sombra de otra sombra. Ese novio quizá no despierte o quizá él ya te olvidó, por eso estás celosa.

Ernestina se levanta, se aleja hacia un extremo, se tapa los oídos. No está obligada a escuchar regaños de un desconocido, que quizá sea culpable de las desgracias. Aunque en ese instante no está tan convencida de soñar, el sitio luce ordinario, su propio cuerpo le resulta familiar y los rasgos de Orfeo son comunes. Y han transcurrido unos segundos cuando reflexiona que si este es un sueño auténtico, el personaje sería un el numen de ella misma. Con un novio psicólogo, eso lo ha escuchado montones de veces: eres tú con tus miedos y proyecciones, los personajes que hablan son tus deseos e intimidaciones. Por más que Misael afirmara con igual énfasis que el viaje onírico que es más auténtico que la vigilia. Ella regresa a la frase que le molestó:

—Lo que dijiste de la sombra de las sombras es absurdo; tenía intenciones de casarme con Misael, pero no apresurarme; nuestra relación era excelente. Y la desgracia fue por un arranque de locura o de idiotez. Teníamos planes para casarnos y tener varios hijos.

—Casarse y tener muchos hijos, bahh… eso no va contigo; sé bien lo que sucederá y no hay boda ni guardería.

—¡Sé que él me ama!

—Eso no importará si él no regresa y adivino que no despertará. Tu novio está más entretenido en sueños buscando su Aquí y Ahora. Y hasta donde vamos no lo ha encontrado, aunque le ofrecí un atajo, consistente en un largo curso, porque somos parientes y el chico es simpático. Además, sí él “es una joya”, dirían las abuelas.

Ernestina ata un par de cabos y se alegra:

—Déjame adivinar, bastará con que tú me expliques el secreto ese para que alcance a mi novio y él salga de algún laberinto dentro de este reino.

—Comencemos con que quizá no hay tal “secreto” fácil, sino un camino arduo, que nunca es igual para nadie. Por ejemplo, tú y yo nos hemos reunido en ocasiones anteriores y empezamos desde cero; tu necedad de olvidar lo soñado tira por la borda lo que avanzamos. Si al novio no le quisiste entregar la virginidad para mantener su interés hasta después de una boda, que ya es más ficción… —ella sueña con un gruñido de molestia, aunque no se decide a interrumpirlo— es más ficción que las nubes bajo el océano. Y como preveo que esta jornada tuya acabará en el despertar y que olvidarás otra vez, te lo voy a dejar más sencillo —estira la mano al dibujo y lo levanta para señalarlo— con este mapa te será fácil entrar en la mente de tu novio dormido, le das un beso tan intenso que a ambos les quite la virginidad. ¿Qué me respondes?

Ella guarda silencio, percibe una molestia en su abdomen paralizado, se muerde los labios y tuerce las manos en un nudo. Sin una respuesta, el personaje continúa:

—Y no aceptas porque perderás algo…. Perderás esa boda de blanco espectacular que el prometiste a tu abuela difunta. Si al por perder una fiesta ceremonial tú pagarás demasiado por rescatar al novio, entonces no estás dispuesta al amor verdadero.

Con frustración Ernestina anticipa que desaparecerá su boda de magnífico vestido blanco y cientos de invitados elegantes en la catedral… Molesta le objeta:

—Eres malo, te has robado el cuento de la “Bella durmiente” para retorcerlo. Y a lo que explicas nada le veo que se relacione con el Aquí y Ahora.

—Si no comprendes que compartir el corazón sin límites ni pretextos es tu ruta hacia el Aquí y Ahora, en eso que llaman el amor, entonces no estás preparada para esa gran aventura que es trepar por los relojes de arena, nadar las clepsidras, izar las velas de los calendarios en altamar, despertar las semillas dormidas en el seno de la tierra. Tampoco cristalizarás los minutos en objetos de apariencia inofensiva; nunca descubrirás cuánto semeja un corazón a la máquina de movimiento perpetuo; desperdiciarás las señales de las estrellas y sus animales protectores llamados constelaciones; ni pronunciarás los oráculos misteriosos. Resguardada en una pueril ilusión de boda tu sanctasanctórum será nido de arañas inofensivas; tu cabeza no girará lo suficiente para marearte; nunca descubrirás la vía de la melancolía fructífera; faltará el pacto con el Libro pues tu sangre no destila letras. En fin, tampoco serás bárbaramente moderna, por más que hagas un pacto matrimonial cocinado con cálculos y conveniencias. Y nada de eso sucederá si no alcanzas a rasguñar una nube y tu fuego no se funde en otro fuego… Entonces no tiene sentido que al despertar recuerdes que existo. Y no te culpo, al hilo del destino lo trenzaron las Moiras, y los adagios dicen que escasea la gentileza entre mujeres.

Ernestina comprende que el Tiempólogo sintetizó una ruta corta y una solución definida para rescatar a Misael, que se aproxima a sus instintos y expectativas.

—Una disculpa, de favor si repite su consejo, por distraída me perdí un poco.

—Mi profesionalismo no permite regresar el cronómetro, aunque si logras llevar contigo ese dibujo verás que por el dorso anoté las mejores recomendaciones en una frase: ‘Para alcanzar el Ahora reconcíliate con las Estrellas; para reconciliarte con las Estrellas haz de Aquí tu sitio soñado’.

—Esto suena a un acertijo — Ernestina alza la cara— o una frase para dar ánimo.

—Cuida el mensaje, después del despertador acostumbras la amnesia. Esta vez más vale que guardes este regalo.   

En la ciudad, junto a la cama de Ernestina el reloj avanzaba hacia el final de las 6:59 am.

El personaje se levanta sin despedirse, abre la puerta exterior dando la espalda mientras lamenta:

—Odio los despertadores, gajes de mi profesión.

Al sonar el despertador, ella instintivamente busca bajo la cama un papel que en el dorso diga “Para alcanzar el Ahora reconcíliate con…

 

 NOTAS:



[1] En La tempestad de 1611, es una frase final del personaje Próspero. La traducción más aceptada es “Estamos hechos de la misma materia que los sueños, y nuestra pequeña vida cierra su círculo con un sueño.

[2] Ahí mismo, aparece la nota sobre la ciudad Berenice: “De mi discurso habrás sacado la conclusión de que la verdadera Berenice es una sucesión en el tiempo de ciudades diferentes, alternativamente justas e injustas. Pero lo que quería advertirte era otra cosa: que todas las Berenices futuras están ya presentes en este instante, envueltas una dentro de la otra, comprimidas, apretadas, inextricables.” Italo Calvino en Ciudades invisibles, página 85.

[3] Platón, La república, Cap. X, p. 222-225.

 

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