Por Carlos Valdés Martín
En los relatos del Libro de las tierras vírgenes se integran dimensiones relacionadas con la fraternidad, entendida como ese vínculo positivo e `indispensable para la existencia. El protagonista principal, Mowgli el pequeño huérfano, representa la pérdida y la fragilidad extrema, que requiere de la mano salvadora, en este caso es la pata de lobo. La vinculación de fábula entre el huérfano y los lobos está reproduciendo en una escala fantástica la clásica narración de la fundación de Roma. La evocación a la mitología es directa y la fuerza fantástica que proporcionan los lobos está presente. El fundador de Roma, Rómulo al ser amamantado por la loba, queda predestinado a la gloria eterna, en condición semi-divina. Esta visión de un estatuto especial (casi divino) de quien se integra con el animal, su pariente y antecedente pre-humano, se mantiene en el pensamiento mitológico y literario.
En su sentido gramatical fraternidad es condición de hermano, y ese término se extiende, hacia el no hermano. Que ser fraterno del propio hermano carece de sentido, quedando en un sencillo pleonasmo. Cuando el interlocutor no es el hermano, el repetir los mismo gestos afectuosos y protectores es lo que corresponde con la definición de fraternidad.
El relato de la indefensión garantiza un interés primario en el cuento, lo difícil es mantener la intensidad en la narración. El pequeño Mowgli como el desvalido, semejante a la desnudez de una rana, recibe burlas y rechazo de un animal que presume de ser superior[1], como el fiero lobo y el peligroso tigre. El invertir las jerarquías espontáneas despierta otro interés, la intriga sobre si se mantendrá esa subversión o se restablecerá el sentido común del lector en el territorio de Seeonee. El sentido común acepta que un niño pequeño está bajo la escala del mamífero lobo en pleno uso de sus facultades, aunque esto se invertirá en algún punto del relato posterior. Esa confrontación entre la debilidad humana y la superioridad animal proporciona intensidad y mantiene una intriga en el nivel de la curiosidad.
No es amor maternal
La fraternidad para ser auténtica no requiere de ser incondicional como el amor maternal de la loba, pues está constantemente a prueba, con el cambio de las circunstancias; sin embargo, dicha fraternidad encuentra un extremo en la lealtad. El prepotente tigre Shere-Kahn no entiende de fraternidades, únicamente impone su capricho y las agrupaciones de lobos son un obstáculo de su camino. Ese individualismo del tigre es el antagonista extremo de ese sentido colaborador de la manada. El otro contra-ejemplo es la agrupación de los Bandar-log como una agrupación fracasada, donde la unidad se motiva por otro nivel, quizá meramente instintivo y de idiotez por intentar imitar a los humanos de un modo superficial. El grupo de los monos corresponde a la falsificación del principio fraternal, quizá dando la idea de la masa en el mal sentido de agrupación mecánica, que no lleva hacia ningún fin[2].
"Yo no amo la espada porque tiene filo, ni la flecha porque vuela, ni al guerrero porque ha ganado la gloria. Sólo amo lo que ellos defienden"[3]
La asociación fraternal de la manada presenta cierta problemática en su enfoque hacia una finalidad predadora, que en la fábula fue esterilizada mediante un recurso a la Ley de la Selva, que se sustenta en la supervivencia. La diferencia entre la cacería por supervivencia y la cumplida por mera lubricidad se marca como una frontera ética[4]. Los lobos, el oso Baloo y la pantera Bagheera encarnan la honorabilidad de los cazadores, mientras el tigre apunta hacia su violencia. En ese sentido, señala a la tradicional asociación bélica, y recordemos la cercanía del autor con la vida militar, que se define de esa manera, como una asociación leal para enfrentar al enemigo. La peculiaridad de la fábula radica en que los animales poseen sus cuerpos y nunca artificios para la agresión, cuestión que marca la superioridad de Mowgli cuando controla a la “flor de fuego”. La adquisición del niño de esa habilidad para controlar el fuego lo eleva en la jerarquía y lo restablece como un hipotético jefe, para lo cual se va preparando.
Tampoco el abrazo de Kaa
La metáfora del abrazo de la serpiente boca señala una fraternidad del exceso que aplastaría al individuo, por tanto, la integración debe mantenerse más relajada. La fraternidad de la selva, deja espacio para el movimiento; por eso permite el espacio para crecer o caer, según sea la ruta del personaje. Para Mowgli es el ámbito para el crecimiento dentro de la manada, comenzando por integrarse y terminando por la desintegración. La ruta va en dos sentidos, del cada vez ser más animal al rumbo contrario de ser cada vez menos animal, sin embargo, termina con un regreso, por lo que el protagonista Mowgli es el típico héroe de los recorridos. Termina colocado en un punto intermedio entre animalidad y aldea asomando hacia una síntesis, que puede ser cuestionada por la próxima aventura. Juntar los extremos es placentero y signo de éxito, cuando anuncia una próxima distensión.
¿Con reglas o sin ellas?
Esta particular manada de lobos apunta hacia una fraternidad con reglas, incluso estrictas y dolorosas. La integración del humano recibe un pago por la pantera, una ofrenda de carne apetitosa; la falla de las fuerzas físicas implica la abdicación de Akela; el extraño debe aprender la Ley de la Selva. El antagonista se dedica a romper las reglas y tentar hacia la disolución del orden establecido. Los monos Bandar-log ejemplifican una decadencia sin reglas auténticas porque han extraviado su identidad y sentido. Visto lo anterior, las reglas de esta agrupación son duras y están para ser probadas en la práctica; a manera de un efecto de libertad humano, los animales eligen seguirlas o escapar. Algunas rupturas de esas reglas son integradoras del conjunto, como adoptar a Mowgli; otras rupturas son directamente una trampa. ¿Una o muchas reglas? La propia Ley de la Selva indica su unicidad[5], pero su espejo opuesto son los aldeanos, que no aceptan tal legalidad. Y además los antagonistas animales también se dedican a romper dicha Ley. Cuando ocurre la ruptura, lo que sufre es la fraternidad misma, que lastima a la manada y amenaza con disolverla.
A manera de un abismo a los pies: relaciones sociales de producción
A lo largo de esta colección de cuentos integrados emerge una multifacética fraternidad, que el análisis muestra como la omnipresente sociedad. El libro de las tierras vírgenes multiplica el sentido de lo social hasta alcanzar las múltiples caras del reino animal, tal como hizo el tradicional fabulismo y la mitología. Lo curioso es que la ciencia social decimonónica, ejemplificada por el marxismo, siguió el mismo sendero. Con Marx y Engels la sociedad es deificada a manera de explicación completa y perfecta[6], un bálsamo que genera y distribuye por completo, que bastará alejar al Shere Khan y a los Bandar-log de la ecuación para que sus leyes espontáneas (su Ley de la Selva comunista no escrita) fluyan sin tropiezo. Para este caso, las múltiples caretas de la fraternidad mítica, que reflejan la complejidad del mundo del siglo XIX, presente en Rudyard Kipling, están simplificadas y purificadas en el filtro fantasmal de Marx, que la complejidad la reduce a lo social, bajo unas relaciones sociales de producción que todo lo explican. Sucede como con los productos-milagro, pues el brebaje que es curalotodo termina por ser decepcionante, quien lo abreva puede ser fanático de su formulación y tomar sus cucharadas hasta que la enfermedad terminal lo desengañe (o se cae el Muro). Que el ser humano esté tan integrado en su grupo, que la sociedad y la fraternidad posean tantas facetas no es un invento del siglo XIX, sino antigüedad, pues los relatos más antiguos como la Odisea y los poemas sumerios corresponden a esas mismas coordenadas. Los temas sociales son correctos y fructíferos, la falla está en la simplificación apresurada y no ahondar en el análisis[7]. El relato novelesco está para su disfrute y su correcta interpretación brinda lecciones interesantes para la vida, depende del lector que disfrute y aprenda.
Del agua que no fluye espera veneno
La narración de Mowgli fluye con y va dispersando diversos niveles de fraternidad, mantiene algunos referentes fuertes (la dureza de su Ley, sus personajes clave) por lo cual permite que las experiencias vitales avancen. Esta obra literaria ha tenido la fortuna de entroncarse directamente con la consolidación del escultismo o movimiento de Boy Scout. Llamará la atención y se buscará una explicación por la cual este particular Libro de las tierras vírgenes (o de la Selva en su versión cinematográfica) haya sido elegido como eje dramático para una organización tan importante. El relato de Mowgli y sus amigos animales que conviven en fraternidad ha encarnado en millones de personas que han vivido una metamorfosis de lo literario hacia la vida real. Esas aguas literarias han fluido integrándose en la cotidianeidad de muchas generaciones, asumiendo que sus lecciones son positivas y para su propia vida. El agua que fluye no es veneno.
NOTAS:
[1] El relato completo modifica esa perspectiva alcanzando una segunda inversión de jerarquías, primero el humano ha caído de su pedestal ante los animales al quedar huérfano; al final este proceso se volverá a invertir. Finalmente, Mowgli al controlar la flor de fuego será el protector de la manada.
[2] En Masa y Poder de Canetti se encuentra una clasificación mucho más compleja de los tipos de masas, que aquí lo dejo en el nivel de una masificación mecánica, inferior al nivel humano; quizá una especie de bullicio colectivo que no alcanza a establecer una fiesta.
[3] Tolkien, El Señor de los Anillos, Las Dos Torres. Una Ventana al Oeste.
[4] El gran tema es la canalización de la pulsión violenta durante el crecimiento, véase La separación de los amantes de Igor Caruso.
[5] Habrá el analista que señale que esta trasposición de la unidad de la ética en sentido casi monoteísta representa un desatino al trasplantarla en los animales, cuando precisamente la compleja sociedad humana no encuentra su unificación ética.
[6] Utilizando parte del arsenal explicativo de Marx mismo, con lo social se opera un fetichismo, deificando una dimensión, que levanta un Leviatán en el Estado soviético, antítesis de las pretensiones del propio fundador de la doctrina. Léase críticamente a Bolívar Echeverría, en Ilusiones de la modernidad.
[7] En su periodo marxista, el propio Sartre señala que esa simplificación al sintetizar y reducir lo concreto a las coordenadas de condición de clase representa la gran falla del marxismo ordinario, en esos años predominando como lealtad estalinista. Véase La crítica de la razón dialéctica de Jean Paul Sartre.
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